Tocar fondo

domingo 23 de junio de 2019 | 6:00hs.
Walter Mancuello (34) comenzó a drogarse a los 10 años, tocó fondo y dos veces estuvo a punto de suicidarse, pero sacó fuerzas para internarse y gracias al apoyo de los suyos, ya lleva dos años recuperado.
Walter Mancuello (34) comenzó a drogarse a los 10 años, tocó fondo y dos veces estuvo a punto de suicidarse, pero sacó fuerzas para internarse y gracias al apoyo de los suyos, ya lleva dos años recuperado.
Griselda Acuña

Por Griselda Acuñainterior@elterritorio.com.ar

Se mira las manos, perdido. No entiende el motivo de las cadenas. Se resigna, no obstante, a la decisión de su padre. Atarlo a la pared, encerrarlo, es una medida escandalosamente desesperada que halló para evitar que siga haciéndose daño: salir a la calle a robar y drogarse.
El caso más dramático registrado en los últimos meses en Puerto Iguazú fue de Nidio Cappelari, de profesión mecánico, que debe dar batalla a la adicción de uno de sus nueve hijos. “Yo sé que es ilegal lo que hice, pero ya no tengo opciones, mi hijo sale a robar para consumir, alguien lo va a matar, ya no puedo solo”. La frase de Cappelari eriza la piel. Teme que llegue el día en que la Policía llame a su puerta para notificarle que su hijo fue asesinado.
El joven Cappelari es adicto, su enfermedad puede más que su voluntad. Se lastima, se expone, se va muriendo lentamente. No encuentra la manera de escapar, de renacer. El daño que se produce a sí mismo contamina su hogar. Su familia está, como él, al borde de un precipicio.
Historias como las de Iguazú hay por montones, lamentablemente. El flagelo no discrimina edades ni clases sociales. La droga invadió las ciudades, las escuelas, las chacras. La realidad obliga a reforzar el alerta y así aunar esfuerzos para detener su avance, para evitar que otros caigan al pozo y para recuperar a aquellos que experimentaron el infierno. Y, en este último punto, se presenta quizás el mayor de los dramas: la rehabilitación.
Justamente, el presente informe buscan ahondar en los que tocaron fondo. Por un lado, los que perdieron todo, hasta el amor por su propia vida y, por otro, aquellos sobrevivientes, los que volvieron de la hoguera.
El mapa de las adicciones en Misiones, según datos oficiales, marca una clara tendencia al policonsumo y la edad de los pacientes ronda los 30 años. En Posadas y Oberá, radica la mayor cantidad de consumidores de marihuana y cocaína. Y aunque las restantes ciudades del Norte misionero representan un menor nivel de consumo, las sustancias que allí se utilizan presentan un peligro mayor, porque en Eldorado e Iguazú prevalecen el paco y otras drogas sintéticas.
En la Ciudad de las Cataratas, el consumo de crack está golpeando con fuerza, convirtiendo así a sus jóvenes en ‘zombies’ urbanos.
Hay 2.500 adictos a las drogas registrados en tratamiento tanto en el Centro Monoclínico Manantial como algunas ONG que se dedican a la asistencia. Desde la cartera sanitaria, sin embargo, estiman que el número es mayor, puesto que hay personas que consumen drogas y no se hallan bajo tratamiento, por ende no están registrados como consumidores.
De cada diez, siete pacientes están en rehabilitación por policonsumo. “Significa que consumen más de una sustancia, marihuana y alcohol, o marihuana y paco, y algunos, muy pocos, sustancias psicoactivas farmacológicas combinadas con alcohol”, señala en diálogo con El Territorio Carlos Báez, subsecretario de Prevención de Adicciones dependiente del Ministerio de Salud Pública de la provincia.
“La población que recibe tratamiento en el Centro Manantial, en Posadas, es una población que hace rato consume y tiene una enfermedad producida o desencadenada por el consumo. Nosotros necesitamos trabajar antes, es decir, con un grupo de población de consumidores problemáticos, o sea, aquellos que consumen los fines de semana o en determinadas ocasiones con grupos de amigos pero no creen que pueden terminar siendo adictos. A esa población nos tenemos que dirigir para que la política pública sea efectiva”, explica Báez.
“El Manantial tiene una sala de desintoxicación, es una internación voluntaria por un período de tiempo de quince o 20 días, hasta que el paciente se desintoxica, pasa el período de abstinencia con medicación, por supuesto”, indica.
“Tenemos que trabajar antes que el problema aparezca. Hay tres grupos: aquel que ya tiene una adicción, aquel que consume pero no tiene internalizado que es un problema y aquellos que aún no entraron en el consumo. Son tres poblaciones en las que tenemos que trabajar”, desliza el funcionario, al tiempo que reconoce las limitaciones del sistema.
En ese sentido, resulta inevitable pensar en la necesidad de mayor infraestructura y recurso humano para ese proceso de rehabilitación que, claramente, requiere un fuerte compromiso del entorno familiar. Consultado al respecto, Báez sostiene: “Ojalá pudiéramos”.
“Seguramente necesitamos un par de salas de desintoixicaión más en la provincia en ciudades como Oberá, Eldorado e Iguazú, que son lugares que están requiriendo eso actualmente. También queremos inaugurar centros de día, ese es nuestro norte”, comenta.
En cuanto a la deserción o las recaídas del adicto, explica: “Las recaídas son habituales en lo que consideramos el proceso para el tratamiento, hasta cuatro o cinco recaídas puede tener”.
“Seguido a eso viene la deshabituación, cambiar hábitos y costumbres, cambiar todas sus actividades, entonces necesitan encontrar que su entorno los ayude a continuar con su compromiso”, confía el funcionario y agrega: “Un paciente como mínimo tiene cinco o seis consultas por mes, tareas en un taller de oficios, todo lo que le ayuda a cambiar sus conductas para no volver a entrar al camino en el que estaba”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogó a las adicciones como un problema de salud pública de los países. Argentina, sin ir más lejos, estuvo hasta fines del año pasado en emergencia sanitaria.
Las organizaciones no gubernamentales (ONG), las iglesias o los grupos de autoayuda también pueden verse como un termómetro de la problemática que no es exclusiva de una ciudad o una provincia.
Actualmente, la Fundación Reto a la Vida, centro de rehabilitación cristiano, tiene unos 200 internos que reciben ayuda en Misiones. En Posadas hay una casa de hombres con 90 internos y otra de mujeres -ubicada en el mismo predio- con 30 chicas, donde también funciona un hogar para niñas judicializadas, que actualmente son 22.
En Eldorado hay otra casa de hombres de 40 internos y una en Aristóbulo del Valle, la última sede que se abrió en Misiones, con trece chicos.
En Oberá, el consultorio de la Pastoral de Adicciones da cuenta de un terrible escenario. Allí se atiende un promedio de 60 personas por semana en sólo dos días habilitados para la consulta.
El presente parece desolador pero es posible imponerse y torcer el destino. No está escrito hasta que suceda. El testimonio de Walter Mancuello (34) -un adicto en recuperación- inyecta esperanza: “Me acuerdo que me caí de rodillas y le pedí a Dios una oportunidad, que no quería vivir más así (...)”. Ya van doce años desde que tuvo su revancha en esta vida...


Crack, un problema de la zona Norte

La problemática de las adicciones y el consumo de crack o ‘pedra’ crece día a día en la zona Norte de Misiones, sobre todo teniendo en cuenta que el costo del estupefaciente fraccionado y listo para el consumo es mucho más económico que una bebida alcohólica o un paquete de cigarrillos.
La Dirección de Adiciones Municipal de Puerto Iguazú había manifestado que hasta fines de 2018 había 250 pacientes, de los cuales el 80% consume crack o pedra. Del último informe también se desprende que muchos de ellos comenzaron a consumir a la temprana edad de 9 o 10 años e incluso antes de probar alcohol o cigarrillos.
Según el Centro Manantial, el consumo de crack es una problemática que sólo se registra en la zona Norte de Misiones, ya que en el resto de la provincia no hay casos. “Creemos que se debe a la cercanía con Brasil, aunque son sólo conjeturas”, había señalado desde la Dirección de Adicciones.
El consumo problemático aumentó considerablemente. Iguazú tiene 45 barrios y la Dirección de Adicciones tiene pacientes de 37 barrios diferentes. Una situación alarmante a juzgar por los números.
Esto, creen los especialistas consultados, desencadena otros problemas como los robos o hurtos de pequeñas cosas para comercializar y obtener una dosis de la droga, que se puede conseguir a sólo 10 pesos.