“Dejen de encubrir a este tipo por favor”, visibilizó un usuario de Facebook

Antes de San Vicente fue en Oberá: “Ojalá que esos padres no lo maten”

En febrero fue visibilizado el calvario de Atriel (4) en redes sociales, cuando junto a su madre y padrastro, acusados de matarlo a golpes, vivían en Oberá
domingo 05 de mayo de 2024 | 6:05hs.
En esta construcción vivía la familia, la pareja detenida y tres nenes menores de edad.  Foto: Marcelo Rodríguez
En esta construcción vivía la familia, la pareja detenida y tres nenes menores de edad. Foto: Marcelo Rodríguez

“La advertencia está hecha, ojalá que esos padres no maten al niño de un mal golpe”, expuso un participante anónimo de Facebook en un grupo público de Oberá el pasado viernes 2 de febrero. Fue en respuesta a una serie de críticas que recibió por haber advertido públicamente los maltratos físicos que sufría Atriel, el niño de 4 años asesinado esta semana en San Vicente, cuya madre, María Milagros A. (21), y padrastro, Darío René R. (36), están detenidos como principales acusados. Tres meses después y con el homicidio consumado, aquella alerta cobra una brutal relevancia.

“Buenas tardes quiero hacer pública esta triste historia. El señor de la foto, Darío René Romero, es un maltratador de un niño inocente. Es su hijastro, él y su mamá le golpean salvajemente con cables, varas, palos, piñas en la espalda. Tendrá unos 3 añitos ese bebé”, avisó adjuntando una foto del acusado tomando cerveza del pico de la botella, dando cuenta además que “la que lo alquila y los inquilinos saben lo que está pasando”.

Marcelo Rodríguez reveló que la detenida también aparecía con lesiones.

Describió el usuario que los alquileres donde vivían en aquel momento estaban situados sobre la calle Domínguez del barrio Villa Blanquita en Oberá: “Dejen de encubrir a este tipo por favor. Todos ven, nadie hace nada y yo soy un señor adulto y con problemas de salud, no puedo andar en los juzgados haciendo denuncias. Por favor si alguien puede llamar a la Policía y que actúen, no esperemos un Lucio más”, cerró, como presagiando el horrendo desenlace.

Cuando en los comentarios de aquella publicación fue cuestionado por algunos usuarios de la red social, por la manera en que decidió visibilizar la situación, el anónimo respondió que “todos saben del maltrato que le genera a ese nenito y su mamá junto”, y también aportó un dato importante: “Se llamó a la Policía y vino, pero le escondieron parece, porque no estaban y sí estaban”.

Perruk se mostró conmovida por la muerte del menor.

Más de 90 días pasaron, nadie protegió a la criatura y sobre el mediodía de este sábado 4 de mayo, mientras el asesinato del niño se replica por los noticieros del país, el autor de aquella publicación lamentó: “Fue advertido, nadie quiso ver ni escuchar. Ni doña Chona, su inquilina. Le escondieron al tipo en su momento”.

La denuncia pública, aunque sea anónima, mantiene relevancia en la actualidad porque pone en evidencia que hubo una advertencia no atendida, hace tres meses, en Oberá, que se suma a la que hizo hace alrededor de dos semanas Luis Da Silva, vecino de la pareja desde que se mudó a San Vicente. “No me quisieron tomar la denuncia”, lamentó en diálogo con El Territorio, y analizó que más allá de la existencia (o no) de una acusación formal, si hubiese existido una reacción proactiva de los uniformados “de venir hasta la casa de ellos y verificar la situación”, el final seguramente sería distinto.

“Era muy celoso, posesivo”

“Comenzó a trabajar en la yerba junto con mi viejo, tarefeaba, nunca tuvimos mucha conversa pero fue apenas una semana y no quiso ir más”, comentó Marcelo Rodríguez, vecino del inquilinato donde vivían los acusados y se presume que fue cometido el crimen, en el barrio Esperanza de San Vicente. Reveló que “era muy celoso de la mujer, posesivo”, al punto que “esos días que fuimos al yerbal la llevó también al igual que a los hijos, no la dejaba sola por nada”.

Contó que “no dejaba que salga de la casa, ni a los chicos para jugar con los otros niños que viven acá”, y que la madre de Atriel “ni hablaba, caminaba mirando el suelo, en silencio, se notaba que tenía miedo y no tenía boca para nada”.

En ese plano contó que “el gurisito que mataron siempre tenía heridas sangrantes en la nariz, estaba bastante descuidado”. Y sobre la mujer recordó que “una vez andaba con la boca hinchada y él decía que se había caído en el baño”.

Sobre la brutalidad que -todo indica- sufrió Atriel hasta la muerte, Rodríguez, padre de cuatro hijos (dos biológicos y dos de su actual pareja), admitió sentirse “angustiado, porque tengo a mis chicos a quienes, pese a las carencias, tratamos de darle lo mejor y cuidarlos”. Amplió sobre eso que “cuando me contaron me costó creer porque hacia afuera se mostraban una cosa pero hacia adentro evidentemente eran otra”.

Sometimiento

Con idénticos conceptos se refirió Liliana Perruk, quien dijo no haber visto episodios de maltrato en los casi tres meses que los acusados vivieron en la pieza contigua a la suya, pero “era notorio el sometimiento de la mujer” y en la casa “el que más hablaba era él, los chicos ni podían salir al patio”.

Enterarse del homicidio fue un duro golpe para la madre de 7 hijos y abuela de 8 nietos: “No puedo dormir pensando en lo que pasó, en esa criatura que no se pudo defender. Pienso en el sufrimiento de esos chiquitos que ni a la escuela iban. Sigo impactada, si pudiera me iría a vivir a otro lugar porque no me hace bien estar acá”.

Lo que se pudo reconstruir en base al testimonio de los vecinos, es que previo a llevar al pequeño Atriel al hospital, la madre pasó por el Centro Integrador Comunitario (CIC), a dos cuadras del inquilinato, pero estaba cerrado. Cuando llegó al nosocomio la criatura ya estaba muerta y en ese contexto confesó haberlo castigado, aunque se presume que el autor material del hecho es el hombre, que el viernes a la tarde fue capturado en una alejada zona rural de la localidad.

¿Que opinión tenés sobre esta nota?