La geopolítica

domingo 11 de septiembre de 2022 | 6:00hs.
La geopolítica
La geopolítica

Entre otros males, el 83 tuvo las grandes inundaciones, cuya catastrófica consecuencia se dejó sentir en amplias zonas de la geografía patria. En compensación, nos trajo el soplo vivificador de la apertura política...

Fue en esos meses de incipiente ejercicio democrático, cuando antiguos y nuevos ciudadanos se lanzaron a la actividad partidista, en uso de constitucional derecho. Antiguos y nuevos tribunos dejaron oír su voz proselitista en todos los rincones de la Provincia. Con tiempo bueno o malo, transitando sobre el asfalto de las rutas o sobre la tierra (y a veces, el barro) de caminos y picadas, se lanzaron hacia los cuatro rumbos a difundir su doctrina, su plataforma, sus propuestas. La vocación o la pasión los impulsaba. Sana pasión de libertad, de justicia, de servicio, de bien público... bueno; en ocasiones, también, era la ambición lo que expoliaba su voluntad. Ambición no siempre legítima, no siempre proporcionada a la capacidad o a las aptitudes del actuante.

Inevitables fallas de la restituida democracia. Defectos inevitables de todo lo que es humano.

En aquella agrupación o partido, como en todos, la actividad era febril. El entusiasmo desbordaba. Los viejos militantes se sentían halagados por el aporte vigoroso de los nuevos. Como en todos, o quizás más que en ningún otro, las mujeres habíanse movilizado fervorosamente. Existían sectores en donde la actividad femenina era más intensa. Como en el barrio de Mboyeré. Allí había una dirigenta experimentada, de muchos y variados recursos. Puntera insustituible. Con ella, el partido aseguraba su predominio en ese barrio. Sin ella, todo era inseguro, problemático. Se llamaba Josefa y le decían “la Jefa”, aprovechando inconscientemente el juego de aliteración y semántica que se da entre uno y otro vocablo.

En los años de veda político social, impuesta por el régimen anterior −llamado Proceso, por mal nombre−, “la Jefa” había meditado mucho sobre lo que sería su actuación cuando se volviera a la normalidad. En primer lugar, dejaría de ser “la Jefa” para proyectarse (proyectarse decía siempre en sus discursos el dirigente máximo), hacia un futuro de grandeza. La universalidad se alcanzaba en un tránsito de lo provincial a lo nacional, pasando por Latinoamérica. Después de la guerra de las Malvinas habíamos descubierto que existía Latinoamérica y que éramos, por sobre todo, latinoamericanos. Razón de más para proyectarse (otra vez el verbo mágico) hacia la cumbre en alas de una nueva jerarquía de un nuevo título original y relevante.

Lo pensó detenidamente. En conferencias sobre la Cuenca del Plata, la soberanía y las represas que Brasil había construido, escuchó ese nombre. Nada mejor que adoptarlo para dar a entender que había sobrepasado el nivel de simple dirigenta política, y que su categoría era ya continental... Esperaría la oportunidad.

Y la oportunidad se le presentó en una asamblea partidaria, en cuyo seno discurría la flor y nata de la agrupación. Dejó que su auxiliar, brazo derecho de todos sus actos, proclamara su nueva condición:

“La que hasta ahora, y con “la que hasta ahora, y con sobrados méritos, ha sido nuestra Jefa, asciende de aquí en más, y para siempre, a la categoría sublime de Geopolítica.”

Algunos quedaron duros como piedra, otros miraron furtivamente a izquierda y derecha, entre asombrados y divertidos. Hubo suspiros. Hubo carraspeos. Y hubo el alzarse de la susodicha, henchida de gloria y honor. Usó de la palabra, agradeció conmovida, y dijo solemne:

−Como Geopolítica, les prometo...

A partir de ese día entró en el santoral.

Del libro: “Paisaje de Luz, Tierra de Ensueño”, 1985. Amable fue un prolífico escritor que abordó todos los géneros literarios: cuentos, novelas, poesía, ensayos y trabajos de lingüísticos.

Hugo W. Amable

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