Pinceladas de historia

Pa’í, mburuvichá, karaí: las formas de poder entre los avá

domingo 06 de marzo de 2022 | 6:00hs.

La estrategia de los Jesuitas en su labor misional entre los guaraníes consistió en conservar una fuerte autarquía de la región, buscando conciliar el objetivo de cristianización sin afectar las creencias ancestrales del pueblo guaraní, como su cultura en general. La preservación de muchos elementos del mundo guaraní en la experiencia misional permitió el desarrollo armónico de la convivencia entre los jesuitas y los guaraníes durante más del siglo y medio en tierras de la cuenca platina.

La cultura jesuítico-guaraní fue posible en las reducciones principalmente porque se respetó la base lingüística del guaraní. A diferencia de las encomiendas, donde hubo una regresión en ese aspecto pues se había forzado el aprendizaje del castellano.

El jesuita consideraba que la lengua guaraní se bastaba a sí misma, tanto para la vida social, como para la vida religiosa. La lengua guaraní ancestralmente había sido una lengua exclusivamente oral. Fue transformada en lengua escrita durante la época de las Misiones a través de diccionarios que la alfabetizaron por lo que en realidad debería llamarse “guaraní-jesuítica”.

El grupo básico social del pueblo guaraní estaba constituido por “familias extensas” construidas sobre un sistema de parentesco con un número muy variable de familias. La figura de ñanderú o pa’ í, el padre, la presidía y gobernaba. Estas familias extensas durante los tiempos ancestrales se constituían como las principales unidades de producción económica. Poseían fuerte sentido de solidaridad y reciprocidad con un gran respeto por los cotos de caza de cada una. Ese aspecto, el económico-social, en general fue el menos transformado en la etapa misional jesuítica.

Cada pueblo surgía de la reunificación de un variado número de tribus. El distrito rural de un nuevo poblado equivalía a la suma de los terrenos de caza de cada tribu. Esos terrenos pasaron a constituir el bien común productivo de cada nueva misión. Se dividía a estos terrenos en áreas para cultivo, campos para ganadería, yerbales naturales, bosques para suministro de leña, etc. Todo se trabajaba en común,

por medio de cuadrillas de operarios que se turnaban en las tareas de producción primaria. Estos bienes de producción constituían el “tupambaé”, tal como ancestralmente venía practicando esta etnia.

Pero en este encuentro armónico de dos culturas, una de las grandes transformaciones que tuvo el pueblo guaraní en su contacto con el jesuita fue su sistema político.

¿Cómo se gobernaban los guaraníes? La historiografía regional menciona con el simple término de “caciques” a los jefes que encontraron los jesuitas en los inicios de su labor. El gran antropólogo paraguayo Bartomeu Melia,, especialista en etnología guaraní, indica que esta cultura se sostenía a partir de la conducción de tres jefes, el Pa’í, mburuvichá y el karaí. Los tres tienen su traducción en la región guaraní misionera en nuestros tiempos: cura, caudillo y patrón. Según Meliá el significado

antiguo entre los Guaraníes era: padres, jefes, profetas. Y durante los tiempos jesuíticos en la región sacerdotes, caciques y hechiceros. Ahora, ¿qué diferencias existían entre estos tres protagonistas del poder político en los tiempos guaraníticos?.

El “pa`í” era un padre de una familia extensa donde se juntan hijos, hijas, yernos, cuñados y algunos parientes cercanos. El pa`í era el responsable de la vida económica, social y religiosa del lugar. Mantener todo ese grupo con suficientes medios constituía su principal poder, su razón de ser y la base de su prestigio. Su casa era lugar de fiestas, de danzas y ceremonias religiosas. Había tantos pa´í como casas extensas. No es extraño que los mismos guaraníes hayan nombrado de este modo a los curas por cuanto esta palabra significaba respeto y protección. La sustitución de sus funciones en el período reduccional llevó a restringir el uso de la palabra para denominación exclusiva de los misioneros, término que perduró hasta nuestros días para quienes cumplen labores sacerdotales.

El “mburuvichá” era el responsable de funciones determinadas que le delegaba el “pa´í”. Estas responsabilidades delegadas solían ser de gran prestigio y autoridad y se transformaban en vitalicios e incluso, hereditarias. El sistema colonial llevó a convertirlos en “caciques”, en el sentido de quien tiene mando y poder sobre sus vasallos, nociones inexistentes en la cultura guaraní. Se constituyeron, durante los tiempos jesuíticos, en delegados del rey, por su condición de poder secundario al desaparecer el sentido primigenio del poder del pa´í. El “karaí” entre los guaraníes antiguos era el que sobresalía por su especial relación con lo sobrenatural. Eran los que “se transportaban” más allá del mundo terrenal hacia regiones espirituales, al encuentro de los dioses que marcaban el destino de las comunidades. La antropología moderna los llamó “chamanes”. Los “karaí”, poseídos por el espíritu recorrían caminos y aldeas con gran poder de convocatoria. En el mundo colonial criollo la denominación se ligó al poder y dominio sobre bienes y personas. Es quien tiene el poder espiritual y goza de una condición privilegiada de hacer el bien.

En las Misiones Jesuíticas los “karaí” no fueron aceptados en el nuevo orden político redaccional porque contradecían el mensaje de los sacerdotes. Dentro de los pueblos jesuíticos no había “karaí”, no había dueños ni señores, ni hechiceros ni vasallos que los sirvieran. Pero sí influían desde fuera de los pueblos exhortando al retorno a los tiempos ancestrales de la comunidad guaraní.

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