El fantasma del aguacerito

domingo 14 de noviembre de 2021 | 6:00hs.
El fantasma  del aguacerito
El fantasma del aguacerito

Gorgonio Insaurralde, docente entrerriano que realizó su carrera en Misiones, me contó de cuando se desempeñaba como maestro en una escuela rural del paraje “El Aguacerito”, cerca de Posadas.

Los alumnos cumplían horario de jornada completa, por lo que el tiempo compartido diariamente con sus maestros, era generoso.

Gorgonio tenía asignado un cuarto grado y de entre sus alumnos se destaca en su memoria la presencia de “Manolito Saldaña”, un niño muy inteligente, inquieto, como todos los gurises sanos de esa edad, y muy dado a conversar con sus maestros y compañeros, despojado de esa inhibición natural que suelen tener los niños, sobre todo los que provienen del campo.

Al momento de esta historia, Manolito había cambiado su actitud y se mostraba un poco raro, y fue acentuando este cambio en la medida que pasaban los días y se volvía más concentrado, no en sus actividades, sino en sus pensamientos. Se pasaba las horas absorto y casi sin comunicarse con nadie.

Llamó la atención del maestro esta circunstancia, así como a los demás colegas y al director de la escuela, por lo que procedieron a brindarle más tiempo al niño, ya que era evidente que algo extraño le estaba sucediendo.

Un día viernes, muy temprano, Gorgonio sintió la necesidad imperiosa de concurrir a la escuela más temprano que de costumbre, por lo que tomó su automóvil y condujo hasta lugar llegando cuando todavía no había nadie allí. O casi nadie, pues pudo observar a don Carluncho Saldaña, el padre de Manolito, prolijamente vestido y acicalado, esperando en proximidades del edificio principal, en el lugar donde se estacionaban los vehículos. Notó de inmediato que don Carluncho había llegado a pie, cosa extraña, pues siempre se desplazaba en su caballo moro, orgullo de su propiedad, animal al que engalanaba con los mejores pertrechos de ensillar.

No bien el maestro bajó del auto, el hombre se aproximó y sin mucho protocolo y sin darle siquiera la mano a modo de saludo, le dijo casi sin parar:

- “Lo estaba esperando señor, usted es maestro de mi hijo, Manolito Saldaña y le quiero pedir un favor. Yo debo partir de inmediato y no sé cuándo voy a regresar. Le pido que preste atención al niño y que cualquier cosa, si considera necesario, tome las medidas que crea conveniente para su bien”.

No le dio tiempo a responder. Sin despedirse, se dio vuelta y caminó hacia un monte cercano, haciendo caso omiso de las huellas del camino.

Gorgonio lo dejé marchar sin insistencias vanas, pues presentía que no le daría explicaciones. Se perdió su silueta en el contraluz del monte, y no lo volvió a ver.

Antes de iniciar la jornada laboral, comentó este suceso con el director de la escuela quien también quedó sorprendido.

El día lunes siguiente, Manolito no fue a clase, por lo que el maestro y el director de la escuela se trasladaron a casa del niño, donde lo encontraron junto a su madre y a otros vecinos de campos lindantes, todos ellos muy preocupados y con evidente señales de dolor.

Allí se enteraron que don Carluncho Saldaña había desaparecido hacía más de una semana. Se había ausentado del hogar sin dar muchas explicaciones y no se supo nada de él hasta la tarde del domingo (día anterior a la visita de los docentes y dos días después de la charla mantenida frente a la escuela), cuando se lo encontró ahogado en una laguna distante unas cuatro leguas del lugar.

La policía ya había tomado cartas en el asunto y las primeras pericias realizadas sobre el cadáver, databan su muerte cinco días antes del hallazgo.

Volvieron a la escuela luego de ofrecer el apoyo incondicional a la familia y pusieron en conocimiento de este hecho a la comunidad educativa del lugar…

Pasaron ya varios años del suceso, tiempo que Gorgonio dedicó muy especialmente a “vigilar” y atender el crecimiento de Manolito.

Él ya es un hombre y se le da por llamarlo “padrino”.

Gorgonio lo quiere como a un hijo.

Mientras tanto, Gorgonio, ya jubilado, manifiesta que le persiste una duda que no se aclarará jamás:

 “¿Lo visitó de verdad don Carluncho Saldaña?”.

Del libro: Apuntes confidenciales de un ciego. Larraburu es autor además de “El Monje Negro”, “En los pagos del Oro verde”, “Sobre duendes, mitos y leyendas”, entre otros.

Luis Ángel Larraburu

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