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Noche de amor

domingo 07 de noviembre de 2021 | 6:00hs.
Noche de amor
Noche de amor

La noche lo había encontrado caminando con las manos en los bolsillos de su gastado jean. Unas tremendas ganas de estar con alguien lo llevaron a deambular sin rumbo por la ciudad, buscando, sin saber qué. Carlos trabajaba en la oficina de una empresa de fabricación de paneles solares y no solo coordinaba la logística de la empresa, sino que periódicamente salía llevando muestras de la empresa a ferias y eventos importantes en todo el país.

Hacía tiempo que estaba solo, su última pareja volvió al pueblo natal y decidieron terminar. En la oficina, salvo la novia de su amigo Jorge, todos eran hombres, por lo que el panorama amoroso era bastante esquivo para sus cuarenta y tantos años.

Se sorprendió cuando se encontró en la zona roja de la ciudad. Sus pasos y su mente en blanco lo llevaron hasta allí, donde mujeres y travestis vendían amor y un tufillo a porros inundaba las calles angostas. No tenía ninguna intención de permanecer allí  y rápidamente decidió regresar.

Apenas dio un par de pasos escuchó una voz que le dijo:

- ¡Hola Carlos!...  ¿No me saludás?

Sorprendido se volvió y vio a una mujer de cabellos muy cortos, minifaldas rojas, top pequeñísimo negro y un cigarrillo en la mano que lo miraba desafiante.

- Hola, perdón, no te conozco. ¿Quién sos? - mientras miraba hacia todos lados temiendo que alguien lo vea.

- Nora. ¿No te acordás de mí?, último año del secundario, vivías haciéndome bromas. Tenía cabellos largos y a ti te gustaba jugar con ellos. - le contestó sonriendo.

- ¡Norita! ¡Qué distinta estás!, ... lo digo por tu cabello corto.

Y recordó que ella había entrado en el último año de la secundaria y hubo buen “feeling” entre ambos, pero eran otros tiempos y no pasó nada más que eso.

- ¡Qué bueno verte!, - le dijo un poco temeroso.

- Pero debo irme, quizás en otro momento charlamos un rato.

E intentó volverse. Ella lo tomó del brazo y le dijo:

- Vamos, no tengas miedo, a media cuadra tengo mi habitación, charlemos un rato, tomemos un trago y.… si quieres algo, esta vez no te cobro. -y sonriendo le guiñó el ojo.

 Entraron a la habitación, ella se tiró sobre la cama desarreglada. Carlos, quitó las ropas de un sillón y se sentó en él. Le molestaba el olor a perfume floral y cigarrillo.

- ¿Te sorprende verme así?, -le preguntó ella acurrucándose.

- Te mentiría si te digo que no. ¿Qué fue de esa hermosa niña, que muchas veces me quitaba el sueño?

- ¡Nunca me lo contaste!, -se sorprendió ella.

- No me hagas acordar, háblame de ti. – le contestó.

Ella cerró sus ojos un instante y unas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

- Ven, no tengas miedo, -le dijo.

Dudando Carlos se acercó a la cama y se acostó a su lado. Ella puso la cabeza sobre su pecho y le preguntó:

- ¿Querés que te cuente mi historia? ¿Querés saber qué fue de esa niña de tu adolescencia y cómo se transformó en esta porquería de mujer de hoy?

Él no atinó a responder.

- Te la voy a contar, te pido que no me interrumpas... te contaré todo. ¿Cuánto tiempo tenés?...

- No tengo nada que hacer y no me espera nadie... -le contestó.

- Era una joven llena de proyectos. Si, esa chica que conociste soñaba con ser famosa, modelar y tenía con qué. Apenas terminada la secundaria, fuimos con mi madre a la gran ciudad y comencé a estudiar y frecuentar una escuela de modelos. ¡Estaba fascinada!, sentía en los primeros desfiles el cariño y la aceptación de la gente. Comenzaron a convocarme para eventos importantes. Así, durante unos tres o cuatro años, los éxitos golpearon mi puerta. Y me enamoré… me enamoré perdidamente de la persona equivocada que apenas después de casarnos comenzó a lastimarme. Era buen mozo, tenía dinero y vivía de la organización de distintos festivales, de los cuales me mantenía al margen…  - e hizo silencio.

Luego tomó la mano de Carlos y la puso entre sus cabellos. Él entendió que quería que juegue con ellos.

-Una noche íbamos en el auto y nos interceptaron patrulleros y uniformados con armas, nos llevaron detenidos, allanaron nuestra casa y hallaron sustancias prohibidas, nunca las había visto, era despistada y mi mente estaba en otra cosa. Nos dieron muchos años de prisión.  -tragó saliva y siguió hablando.

-Un día me enteré que en un amotinamiento lo mataron, estábamos en cárceles distintas. En ese tiempo también falleció mi madre, me contó una vecina que murió de tristeza al no poder estar con su hija y de mi padre nunca supe nada.

Al salir de la cárcel no sabía qué hacer, no tenía a nadie. Mi cuerpo por la mala alimentación y el descuido se había deteriorado. Busqué trabajo y salvo cuidar niños o limpiar casas por unas miserables monedas, no encontré nada.

-Vivía en una pocilga prestada por una amiga que conocí en la cárcel y en el medio de tanta desesperación, un día junté fuerzas y salí a venderme. Tragué mi orgullo y el asco que sentía, miserables tipos que me trataban como una mujerzuela que lo único que sabía hacer era satisfacer sus más bajos instintos. Fui volviéndome insensible... – y lloraba.

Él le pasó su pañuelo.

- ¡Qué rico perfume! -le dijo mientras se secaba las lágrimas.

- Nunca hablé con nadie de este infierno, jamás pude acostumbrarme a esta vida y salir… es casi imposible, tendría que irme lejos.  Pienso juntar dinero para ello, pero no sé, el desánimo me va ganando. -hizo un prolongado silencio y luego lo miró.

-Carlos… gracias por escucharme, por regalarme tu tiempo, por haberme acompañado.   -Suspiró hondo y se quedó dormida sobre su pecho mientras él le hacía rulos en sus cabellos.

Ya de madrugada, la acomodó sobre la cama, la tapó sin hacer ruido... escribió en un papel una dirección dentro de un corazón, le dejó el dinero que ella podía haber ganado esa noche y lentamente salió de la habitación.

Colocó las manos en los bolsillos y se puso a caminar. A esa hora, poca gente deambulaba por las calles y eso lo dejó tranquilo. Se sentía raro. Seguramente el que lo viese pensaría en la noche de lujuria que vivió. Sonrió y pensó: ¡Fue una gran noche de amor!

Por el este empezaba la claridad a indicar que un nuevo día comenzaba a nacer.  Apuró el paso, pronto tendría que ir a trabajar y se sentía bien… sentía una inmensa paz en su corazón.

Publicado en la antología virtual de SADE Misiones.  Pereyra es docente jubilado y reside en Virasoro, Corrientes. Tiene publicados los libros Ramos Generales: Mboyeré y Cuentos y relatos que dejan huellas.

José Pereyra

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