Escrache

domingo 09 de mayo de 2021 | 6:00hs.
Escrache
Escrache

ejó que el teléfono celular sonara varias veces antes de cortar y de volver a intentar comunicarse. Habían quedado en verse cuando ella saliera de la facultad, como todos los martes a las nueve de la noche. Pero no había pasado a buscarla y tampoco contestaba sus mensajes de WhatsApp. Al tercer intento contestó y lo primero que se oyó fue la música de fondo y las muchas voces hablando fuerte.

- Ya estoy afuera, ¿me buscás?

- No puedo, estoy en una reunión. Si termino temprano te llamo.

Tres días después, de manos anónimas, recibía una foto de la reunión: una fiesta descontrolada.

Fue el comienzo del fin. Todas las noches pasaron a ser aquella noche en que el cielo comenzó a desmoronarse.

Le mostró la foto a una amiga y juntas reconocieron a varios poderosos de la ciudad: el dueño de un diario, un juez y él, presidente del colegio de notarios del pueblo, con rasgos inconfundibles de cocaína en sus ojos.

La segunda amiga a la que enseñó la foto le aconsejó que se olvidara de todo; era un tema pesado.

-Dejalo ya y que nunca sepa que sabés -le dijo-.

Aunque entendía que la ira, la falta de respeto y el maltrato eran motivo suficiente para no verlo más, intentó lo que creía era el camino correcto: hablarlo.

La respuesta fue la misma que recibió cuando le preguntó quién era Alicia, la que compartía con él un video ridículo de un viaje a Buenos Aires y cuando le interrogó sobre un mensaje que recibió de una centroamericana que le ofrecía copia de los chat eróticos que mantenían: insultos, gritos y acusaciones. Se volvía cruel,  hiriente, despiadado.

Con el video de Alicia y un lustrador de botas, descubrió su lado perverso, la necesidad que tenía de hacerle saber que la engañaba.

La noche en que escuchó sus gritos por última vez, decidió no quedarse con el dolor en las venas. Se acostó y repasó las mentiras que llenaron cada espacio de los pocos meses de noviazgo: negaba la existencia de Raquel, su primera esposa; hacía oídos de que su única hija, fruto de su segundo matrimonio, odiaba a su madre y que casi no la veía por considerarla alcohólica. Sus contradicciones eran constantes, sus incoherencias rayaban lo bizarro.

Recordó sus lecciones de ética y de moral en las que juzgaba a todos y la hipocondría en la que la transformaba en culpable de sus enfermedades.

Esta revisión de días infames le dio fuerzas para vengarse: tomó el teléfono y se comunicó con un periodista amigo. Le ofreció la foto que había recibido; dio nombres y confió en él ingenuamente.

Una semana después, la policía retiraba de su casa su cuerpo descompuesto ante el estupor de los vecinos.

- Suicidio -dijo el juez-.

Encontraron una jeringa con restos de heroína junto a su mano derecha.

No tuvieron en cuenta que era zurda.

Inédito. Docente, crítica literaria y conductora de programas de radio. Miembro de la Asociación de Escritores de Literatura Infantil y Juvenil de Misiones, de la Sociedad Argentina de Escritores y fundadora de la Asociación Escritoras en Voz Alta.

Evelin Rucker

¿Que opinión tenés sobre esta nota?