La divina

domingo 13 de diciembre de 2020 | 6:00hs.
La divina
La divina

Las aguas rojas avanzaban tumultuosas por las zanjas de la calle, rumbo al bajo. Se escuchaba desde la galería el sonar de la lluvia en los techos de cinc de las casitas cerradas y a las aguas desprenderse desde las canaletas a algunos tachos rebosantes. Solo competía con el rumor de la lluvia la aguda voz de Elisana, la dueña de casa, de tono afable en presencia de su visita la señora Rosalinda con toques de reproche en algunos pasajes que hacían ladrar en forma momentánea a perros vecinos. Elisana cebaba el mate del cual sobresalían puntas de yuyos tipos tisanas, puntillosa y respetuosa, como si estuviera en misa. Elisana apreciaba el don virtuoso que portaba su amiga: saber escuchar. Decía Elisana:

-…. Entonces yo escucho ruido del fondo de la casa, porque yo siempre escucho antes que Ladislao, que ronca como serrucho….entonces yo dije para él: ¡Ladislao, Ladislao! ¡Despertate de una buena vez! y él nada, más roncaba, le digo ¡hay ruido en el fondo y ladra Tumbaolla!

-Que cuando ladra a dúo con Pimpollo, la perrita que es de nuestro hijo mayor porque la tenemos en casa y…bueno, eso no viene al caso que estoy contando Rosalinda, pero digo cuando ladran los dos es porque algo hay.

-Entonces más ronca Ladislao, parece que está acostumbrado digo yo a mi dulce voz porque más ronca ¡fijate! en la oscuridá agarro la mañanita de la silla, esa rosada que me dejó mi finada madre y me pongo sobre la espalda y mis chancletas, todo vestir automático ¡tantos años levantando temprano para hacer mate, che! que encuentro las cosas sin mirar.

-Y escucho más mejor y era ya un batifondo con lluvia porque llovía, ¡lluviaaarada mismo! ¡Con truenos encima! ¡Hay que joderse, che! Este polaco, el hombre de la casa durmiendo y yo la mujer tiene que salir en plena tormenta. ¡Flor de polaco, che, me tocó! ¡Si querés te lo regalo con moño y todo! … Es un decir, nomás,

-Gracias, me quedo con el mío, Elisana –respondió Rosalinda.

-Y prendo la lamparita a kerosén, y voy diciendo ¡Tumba! ¡Tumba! para que sepa el perro que va la patrona, y me mojo al cruzar más allá del gallinero, y los perros siguiendo, cubriendo la lámpara de la lluvia porque ¡lluviaraaada caía! y alumbro más mejor y ¿qué era? ¡La Divina! ¡Toda oscura acostada! Y voy alumbrar y veo saliendo el bulto por atrás… dame el mate Rosalinda.

-¡Divina, le digo! y ella puro ojo saltón por el dolor seguro, pobrecita, y el bulto salió todo rompiendo bolsa ¿qué era? ¡El hijo! y ¡Justo se apaga la lámpara, che! y ¡Oscuro se puso, oscuuuuuro mismo! Y digo a la Divina acariciándole al tanteo el pescuezo toda echa sopa ella y yo ¡Estoy junto a vos, Divina! Y ella cabeceaba, ¡pobrecita!

-Y ya me fui con lluvia, a decirle ¡Ladislao, Ladislao, ahora sí! ¡Ahora sí levanta, la Divina tuvo hijo! Y parece que a Ladislao había que decirle ese nombre porque ahí nomás se despertó de golpe ¿Dónde estoy, Elisana? decía, ¿qué pasó con el tractor? Estaba soñando el hombre parece, entonces dije que me mojaba para cuidar la casa y él dormía, y él ¡dale con el tractor!, hasta que se refregó los ojos y yo le repetía que tuvo hijo la Divina, que estaba con la lámpara en la mano apagada.

-Y ahí se levantó de golpe y porrazo, así como estaba prendió la lámpara, y nos fuimos bajo la lluvia, y él decía que ya amanece y cierto, estaba amaneciendo, y la Divina le lamía a la potranquita, porque era una hembrita, ¡fijate! ¡Una hembrita! y yo dije para él qué nombre le pondríamos a nuestra potranquita, y él dice que no era toda nuestra, era una parte nomás.

-Y yo pregunto a él, ¿Ladislao, a qué estamos jugando? Y Ladislao se reía nomás, yo le conozco cuando se ríe así medio de costado porque muestra solo esa parte de dentadura color marrón que tiene, se estaba burlando de mí o qué, le digo,

-Y entonces me dice que se olvidó de avisarme que la mitad de la recién nacida era de Mucho Lindo, tu marido Rosalinda, porque Mucho Lindo puso el servicio de Cañón.

-¿Quién Cañón? le pregunto, y dice para mí Ladislao que era el padrillo que Mucho Lindo trajo de Marmeleiro ¡fijate! si le iba a creer, de tan lejos, le digo ¿de tan lejos viene ese cuadrúpedo? hablando con propiedad y el burro de Ladislao no entendía, el padrillo digo, ¿para qué de tan lejos? Y dice Ladislao que era pura sangre para cuadrera, o sea para carrera de caballo. ¡Muy bien, esa polaca! me dice, y cuando dice así zalamero es porque me estaba ya cargando el polaco, y claro, es que Divina estaba gordita la yegua pero yo creía que era como la mujer madura que empieza con los rollitos en la panza digo yo, que en los animales también pasa lo mismo.

-¿Por qué él no me dijo nada? y qué le vamos a hacer, decía Ladislao, si es por mí no es por nadie, o sea de golpe vendría el bebé y entonces ahí o sea ahora me contaba la verdad.

-Y ella no iba a creer que la Divina encargó la criatura potranquita del aire, decía, de algún lado sopló el amor, la Divina tuvo relaciones como se dice, decía Ladislao, y Mucho Lindo era ligero para esas cosas de animales, él andaba en las cuadreras de la frontera, y entonces me dijo que Divina tenía lindo porte, ¡Inteligeeeente Mucho Lindo digo yo, tu marido Rosalinda!

-Gracias, por eso está conmigo, Elisana –respondió Rosalinda.

-¡No vamos a serruchar la nena, la potranquita! digo, no vamos a partir por la mitad la criatura.

-No, no, me dice Ladislao, ahora le llamo a Mucho Lindo para avisarle y se fue Ladislao a tu casa.

-Entonces yo dije para mí –prosiguió Elisana- por más práctico que sea Mucho Lindo, no me iba a ganar de mano, porque si vamos al caso la Divina estuvo durante su preñez comiendo por ella y por la bebé, y ese tiempo de pastaje y alimento balanceado que se gastó en ella una buena parte corresponde al mantenimiento de la bebé, por lo tanto si sacamos la cuenta la otra mitad también nos corresponde por retroactivo. ¡Eso es! ¡Por alimentación retroactiva!

-¡Así le voy a plantear al Mucho Lindo, tu marido! Por esta vez la potranquita es toda entera nuestra, y que tal vez si llegamos a un acuerdo la próxima vuelta con la Divina, está por verse cómo nos arreglamos, hagamos bien las cosas y ¡a otra cosa mariposa!

-Un detalle, Elisana: Cañón fue un regalo de aniversario. Es mío –dijo Rosalinda terminando el mate- Y mi marido no me pidió permiso para usarlo en esas bajezas. Va a tener que regalarme algo por el desgaste de Cañón.

-Y… me imagino que un poco se habrá cansado con semejante yegua que es la Divina. Y de paso le habrá gustado, digo yo. Entonces Rosalinda, la próxima vez estos hombres harán mejor los deberes. Con mujeres inteligentes como nosotras el mundo sería un paraíso ¿verdad?

-Gracias, Elisana.

Publicado en “Brumas del Cántaro”, Ediciones Pax, Posadas, octubre/2017.

Raúl Novau

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