La primera Navidad lejos de la patria

domingo 23 de diciembre de 2018 | 6:00hs.
Para sentirse más cerca de su tierra, suelen cocinar las clásicas arepas.
Para sentirse más cerca de su tierra, suelen cocinar las clásicas arepas.
Marina Barreyro

Por Marina Barreyro interior@elterritorio.com.ar

La tierra roja ha sido testigo de cientos de lágrimas de aquellos que añoran la patria que los vio nacer. Los que otrora eran españoles, alemanes, polacos y ucranianos, hoy son venezolanos. Con la mirada perdida en el horizonte y el corazón latiendo por los que quedaron, los más de 300 inmigrantes que dejaron la República Bolivariana y se instalaron en Misiones este año pasarán la primera Navidad lejos de su hogar.
La fiesta incrementa la nostalgia y alarga las distancias, profundizando aún más las diferencias culturales. Este año, no habrá hallacas ni pan de jamón y, en su lugar, cortarán un pan dulce, alimento casi obligado en las navidades argentinas, pero prácticamente desconocido en el país caribeño.
Durante la cena, no podrán cantar las típicas gaitas zulianas, ni brindarán con ponche crema, pero principalmente no podrán compartir con los afectos. Pese a ello, el grupo encuentra motivos para celebrar: esta Navidad tendrá sabor a libertad.
Siesta en Garupá, la sensación térmica es de 42 grados pero no esto no les impide tomar café. “Es el sabor de nuestra tierra. Cada vez que alguien nos visita le ofrecemos café, de la misma manera que ustedes le ofrecen un mate”, resalta con voz fuerte José León Toro Mejías, referente de los venezolanos en la tierra roja. A su lado, Doña Prudencia (75) sirve la infusión a paso lento y con la resignación de quien sabe que tal vez ya nunca vuelva a pisar su tierra. Un árbol navideño adorna el inmueble de la Iglesia Luterana de Garupá que recibe a todos aquellos venezolanos que llegan en busca de un nuevo hogar.
Con detalle y algo de melancolía, cada uno de los integrantes del grupo comienza a describir cómo es un tradicional festejo de Navidad en la República de Bolívar, pero la crisis económica y política no queda por fuera.
“En Venezuela ha habido un deterioro tal que ya las últimas navidades han sido tristes. Antes una familia pequeña de seis u ocho personas hacía 60 hallacas (preparado indígena que lleva harina, pernil, carne de res y pollo, y se hierve envuelto en una hoja de banana), para convidar a familiares, vecinos y amigos y comer en Navidad y Año Nuevo”, sostuvo Armando Cruz (47) (nombre ficticio de un venezolano recién llegado a Misiones, quien prefirió no dar su nombre real por temor a represalias del gobierno contra su familia).
El alimento que es el plato principal de la mesa navideña de las familias venezolanas este año será sólo un recuerdo de otros tiempos. “A los que estamos acá se nos está complicando hacer la hallaca porque no conseguimos hojas de banano, que allá se comercializan en todas partes”, señaló Armando y agregó: “Hoy día en mi casa en Venezuela no la van a poder comer tampoco, porque no alcanza la plata. Hoy en día un kilo de carne te cuesta lo que uno gana en un mes”.
En esa misma línea, José Gregorio López (34), quien llegó a la Argentina en mayo acompañado de su mujer y su hija de 3 años, apuntó: “La mesa se adorna con frutas, nueces, avellanas y se prepara la torta negra, un pastel de cumpleaños que se pone a macerar con brandy desde noviembre. Y la noche del 24 se pasa en familia y luego uno se reúne con amigos hasta amanecer el 25 pero tranquilo, no hay tanta rumba, y el 31 sí es la parranda”.
Otro de los platos tradicionales de la gastronomía venezolana es el pan de jamón, pero la falta de insumos imposibilita su preparación en la tierra colorada. “El pan de jamón no puede faltar, pero es con jamón ahumado que es difícil de conseguir acá y se agregan pasas de uva y otras cosas para que quede agridulce”. A la hora del brindis, la bebida elegida es el “ponche crema o leche de burra que es un licor a base de huevo con crema”.
Con las ganas de celebrar pero la urgencia de sobrevivir, los inmigrantes han decidido realizar un festejo grupal entre Navidad y Año Nuevo, pero con una nueva fecha en el calendario.
“Vamos a hacer un almuerzo o una cena para celebrar todos juntos, pero no será el 24, ya que muchos van a estar trabajando. Porque el migrante va a aceptar cualquier trabajo, cualquier día con tal de reunir dinero para poder enviar a su familia en Venezuela. Hoy en día, mantener a cualquier familia en Venezuela, para que pueda comer, implica un desembolso de 1.000 dólares mensuales y eso es imposible producir para una persona que vive en la Argentina. Entonces cada uno envía un 75 por ciento de lo que percibe acá para su familia en Venezuela. Entonces, si ese día aparece un trabajo de mozo, por ejemplo, lo vamos a aprovechar”, concluyó Toro Mejías.

El precio de la libertad
“En Venezuela están mi esposa y mis hijos, un varón de 20 años y mi hija de 16 años. Converso con ellos por teléfono y mucho por WhatsApp que es gratuito. Esta situación más le pega a la niña, porque ella lloraba mucho cuando yo me iba a venir. Por el cargo que yo tenía, no podía decirle a nadie que me iba. Yo le avisé a mi familia que me iba un día antes, armé mi bolso y me fui”, señaló Armando, quien planea mitigar la tristeza de pasar el 24 lejos del hogar, con un llamado telefónico a los suyos.
“Si yo hubiera tenida la plata suficiente para costear los gastos hubiera venido con mi familia, pero no pude reunir la plata. Muchas personas en la frontera se aprovechan de la salida de los venezolanos para extorsionarnos y sacarnos plata que no tenemos. A mi, salir del país me costó alrededor de 1.200 dólares y un venezolano gana al mes 3 o 4 dólares, imagínate”, agregó.
A la hora de contar por qué eligieron Misiones, Toro Mejías, quien se desempañaba como profesor de Ciencias Sociales en la Universidad de Caracas, explicó: “Por un tema de distancia y de economía la entrada natural de los venezolanos a Argentina es Puerto Iguazú. Yo decidí estacionarme acá por dos razones: geográficamente Misiones es parecida con ciertas partes de Venezuela, y desde lo cultural hay una aproximación con el lugar donde nací. Los misioneros vocean, tienen la misma manera de pronunciar, y eso me ayudó para no sentirme extranjero acá”
“Nosotros somos migrantes forzados. Nadie quiere salir de nuestro país, es la primera vez que se produce una salida tan importante que implica al 12, 13 por ciento de la población. Según los números de la Organización de Naciones Unidas 3.600.000 venezolanos han dejado el país. Eso quiere decir que, de los 40 millones de habitantes que tiene el país, entre el 10 y el 12 de la población habría salido”.
En relación a las razones de su salida, explicó: “No podía mantenerme, ni solventar a mi familia y además venía con muchas desavenencias con varios organismos del Estado que comprometían mi seguridad y la de mi familia. Fuimos objeto de un intento de secuestro y nos quitaron el vehículo que tenía con la carga de café. Mi familia es productora de café y ese mismo día mi esposa me dice: ‘Vengo del médico, estoy embarazada y no puedo traer acá en estas condiciones a mi hijo’. Ahí tomamos la decisión. Primero salí yo y tres meses después mi mujer con mis hijos y su familia”.
En la Iglesia Luterana de Garupá, Toro organizó un programa destinado a brindar contención, asesoría legal y auxilio a los inmigrantes de su país que eligen Misiones para volver a empezar.


El drama del exilio

El exilio venezolano es creciente y desgarrador según estudios de organismos humanitarios de todo el mundo. Quienes dejan el país lo hacen por falta de trabajo, acceso a la salud y a la alimentación, la hiperinflación, y el descreimiento en las instituciones.
Entre el 2015 y el 2018 han dejado su patria más de 3 millones de venezolanos, la mayoría jóvenes que buscan una nueva oportunidad. En Argentina, en el último año, los venezolanos representaron el primer grupo de origen de inmigrantes, y 300 de los más de 130.000 que llegaron al país eligieron Misiones para comenzar una nueva vida.