Era gerente de un supermercado, cayó en las drogas, pero se recuperó

domingo 23 de diciembre de 2018 | 6:00hs.
“La palabra de Dios me ayudó mucho”, afirmó el hombre.
“La palabra de Dios me ayudó mucho”, afirmó el hombre.
Víctor Gerardo Zarratea tiene 53 años y hace trece dejó atrás una vida de adicciones. El hombre es de la segunda promoción de egresados del Liceo Almirante Storni de Posadas y hoy rememora cómo 26 años de su vida fueron un infierno en el mundo de las drogas.
Era un chico de 14 años de una familia de clase media alta cuando empezó a consumir, primero cigarrillos y mucho alcohol y lo que parecía la travesura de un adolescente pronto se convirtió en un vicio. Con el tiempo también empezó a consumir marihuana.
Igualmente se recibió en el liceo e inició sus estudios de Abogacía en Corrientes, por esos años la capital correntina era la única facultad cercana para estudiar esa carrera. Pero estaba en tercer año cuando su familia tuvo un problema económico y debió regresar para trabajar junto a su padre.
Víctor era un joven emprendedor de 25 años cuando se convirtió en gerente de la reconocida firma comercial Casa Tía, en el corazón de Posadas. Para todos una persona normal, cuando en realidad tenía lo que él describe como una “doble vida”. Consumía por demás drogas, alcohol y pastillas. “De día me veías y era una persona normal, de traje, de noche me transformaba. Iba a los más recónditos sitios, me drogaba, tomaba... estaba perdido”, recordó.
El padre de Víctor le había heredado propiedades y vehículos que fue perdiendo en muy poco tiempo debido a la vida de descontrol que llevaba.
“Fumaba 100 cigarrillos por día, cinco paquetes más o menos. Esperaba con ansias que el almacenero del barrio abriera para poder comprar vino y cerveza a las 8 de la mañana. Una vez estuve cuatro días sin dormir, consumiendo, tomaba vino con pastillas de clonazepam, mucho descontrol tenía”, acotó.
De a poco Víctor fue deteriorando no sólo su vida social y económica, sino que también estaba muy mal de salud debido a los excesos a lo largo de 26 años.
Durante ese período, arruinó por completo su existencia, a tal punto que no podía caminar una cuadra por el mal estado en que estaba su sistema respiratorio.

El inicio del cambio
Víctor es un hombre de contextura grande, con 1,80 metros de altura, pero había dañado tanto su integridad física que llegó a pesar 66 kilos. Su hermana, viéndolo así, lo llevó al médico. “El doctor me dijo que si continuaba así moriría, ya que mis pulmones no funcionaban. Me mostró las radiografías, vi mi pulmón y eran dos pelotitas de tenis, nada quedaba”, contó.
Este diagnóstico sirvió para que Víctor a los 40 años decida internarse con ayuda de su hermana en el Centro Reto a la Vida de la ciudad de Eldorado, ubicado en el kilómetro 7 y 1/2, un espacio de rehabilitación para adictos. “Mi hermana me pagó el pasaje, llegué con dos ropas a cuestas, nada tenía, nada me quedaba, fue muy difícil para mí”, expuso.
“Allí los primeros días de desintoxicación son los más complicados, pero luego te mantienen tan ocupado haciendo cosas que no tenés tiempo para pensar en nada malo. Estudiás mucho la biblia, sin dudas la palabra de Dios ayudó mucho”, comentó.
El mínimo de rehabilitación en el Centro Reto a la Vida es de un año. “Me rehabilité en un tiempo récord de 362 días. Recuerdo bien el día que salí sin un solo centavo, mi hermana nuevamente volvió a pagarme el pasaje, no tenía trabajo. Fue todo muy difícil”, confió el hombre.
“Cuando estás en el centro de rehabilitación estás contenido, no te falta nada. Si no tenés ropa te consiguen, te dan alimentos, educación, todo, pero cuando salís estás solo en el mundo. Al volver a tu barrio con tu gente, ahí está la verdadera rehabilitación. Recuerdo tener mi primer trabajo como ayudante de pintor, nos pagaban los sábados y como todos cobrás y salen esas cervezas en medio de charlas. Pero yo me iba, no podía quedarme”, recuerda sobre cómo venció a nuevas tentaciones.
Hoy rememora todo como una anécdota y da testimonio de experiencia en iglesias y ante quien esté dispuesto a escucharlo. Ahora tiene una compañera de vida, su esposa y cuando puede ayudar a las personas con distintos tipos de adicciones o en situación de calle no duda un segundo en hacerlo.