Cerebros chicos, cerebros grandes

domingo 04 de agosto de 2024 | 6:00hs.
Imagen ilustrativa.
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El cerebro del perro es más chico que el del lobo gris, la especie de la que fue domesticada. Es dable pensar, entonces, que la domesticación hizo que se achique su cerebro. Porque cuanto más grande el cerebro, más energía consume, y qué necesidad tiene de estar atento si le dan casa y comida. Eso se pensó durante décadas, pero un estudio reciente parece desmentirlo (o al menos lo relativiza).

Nosotros, los humanos, no tenemos el cerebro más grande de todos los animales. Y es lógico, con semejante cabezota, un elefante o una ballena nos ganan de largo (el del cachalote, el mayor de todos). Sin embargo, en relación con nuestro cuerpo, vaya que es grande lo que atesora nuestro cráneo. Y eso no nos resulta gratuito. De cada cinco chipas que comés, una se la lleva tu CPU. Dicho de otro modo, el 20% de la energía que consumimos a diario es para mantener sano (¿sano?) al encargado de acordarse de pagar las cuentas, de comprar el regalo de cumpleaños, de saber en qué película salió el actor de la serie que estás viendo ahora y qué opción es mejor en el cuarto oscuro cada dos años. Qué laburito, ¿no? Para colmo, al muchacho este (el cerebro) se le ocurre funcionar mejor si también lo hacen las otras partes del cuerpo (aquello de mente sana en cuerpo sano es empírico, pero también científico) y, entonces, un poco menos de chipa y más frutas y verduras, señora.

Pero hablábamos de los perros, con una investigación de László Zsolt Garamszegi, del Instituto de Ecología y Botánica del Centro de Investigación Ecológica de Hungría, y Niclas Kolm, de la Universidad de Estocolmo, como disparador. Estos especialistas publicaron en la revista Biology Letters el resultado de su estudio que pone en entredicho la idea de que sólo la domesticación influyó en que se le achique el cerebro al mejor amigo del hombre (varón, mujer, niño, niña). Parece ser que otros procesos evolutivos y ambientales tuvieron un papel igual de importante. Tuvieron o tienen, porque esto sigue, todo lo que habita sobre la Tierra puede definirse como "especie en obras, sepa disculpar las molestias".

Es curioso que durante años nos hayamos creído responsables de esta modificación y, en cambio, nos hagamos los distraídos con otras consecuencias de nuestros actos. Del asbesto a la nafta con plomo y los aerosoles, acondicionadores de aire y heladeras con CFC hay un paso (googleen a Thomas Midgley, la pérdida de inteligencia y el agujero de la capa de ozono), pero recuerden que había pingüinos grandotes en el hemisferio norte y los extinguimos, nos bajamos todos los quebrachos del Chaco, millones de árboles en nuestra selva misionera (y eso que es de las que todavía tienen bastante para mostrar) y pusimos contra las cuerdas a los yaguaretés y tantos otros bichitos fundamentales para los ecosistemas.

Con suerte, algunos de los errores del pasado los podremos mitigar, pero conviene aprender de ellos para no repetirlos. Tratemos bien a nuestros perros (aunque sus cerebros no se hayan achicado solamente por querernos mucho), cuidemos los ríos y las selvas, dejemos de matar por deporte y enseñemos más sobre el mundo que nos rodea (no se ama lo que no se conoce).

En algún momento, hace millones de años, algo hizo que nos convirtamos en los seres más inteligentes del planeta y pasemos de vivir en árboles a viajar al espacio exterior. Para ello, el cerebro, se fue transformando en lo que me permite a mí escribir esto y les permite a ustedes leerlo. Pero el lobo gris también tiene un cerebro grande y a algunos de sus descendientes (los perros) se les achicó notoriamente. Ojo porque puede pasarnos lo mismo (y esta vez sí será responsabilidad nuestra).

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