Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)
Los Mbyá
Hay un tema “peliagudo” en la historia regional en general y la misionera en particular, al que pocos se animan por fuera del estereotipo impuesto, me refiero al estudio de los pueblos nativos que habitaron y habitan esta provincia; en el relato más popularizado se los conceptualizó como “nuestros hermanos guaraníes” -presten atención al adjetivo posesivo, que se repite y se repite-, con predominio de descripciones, análisis y conclusiones siempre sobre la base “blanca”, que sería la “nuestra” o sea de los que no somos o no sabemos que somos descendientes de esos pobladores.
A pesar que los derechos de los pueblos originarios están reconocidos, garantizados y protegidos por la Constitución Nacional, sancionada en 1853, en la práctica el camino por el cumplimiento de ellos todavía se construye día a día.
Lo que conocemos de estos grupos, a partir de los libros y la educación formal, es una versión bastante romantizada, minimizada en su capacidad de decisión y concreción de su propio horizonte, las particularidades reinterpretadas desde la óptica “blanca” en general quedan sometidas a la crítica de los elementos de la cultura guaraní que no se condicen con los mandatos sociales y culturales de la sociedad dominante, se los da a conocer bajo estos parámetros y… san se acabó.
Así pasan los siglos y la ignorancia sigue, aunque discriminar sea en la actualidad un delito continúan siendo presa de actos de ese tipo, por lo tanto si todavía son necesarios instituciones y áreas del Estado específicas para estos ciudadanos, si aún molesta su presencia en algunos espacios urbanos, la realidad está lejos de ser lo que la legislación marca; como decía mi abuela “de buenas intenciones está tapizada la Chacra 60 (de Posadas)”.
En la actualidad los grupos mbyá guaraní que viven en Misiones se encuentran en aldeas o tekoa, distribuidas por toda la provincia, sobre la ruta nacional 12, en una franja comprendida entre Santa Ana -Valle del Cuñá Pirú- hasta inmediaciones de Puerto Iguazú, otras sobre la ruta provincial 7 -Jardín América / Aristóbulo del Valle-, sumadas a las que se encuentran en cercanías de la ruta provincial 17 -Eldorado / Bernardo de Irigoyen- especialmente en la zona de Pozo Azul.
Buscar datos sobre estas aldeas es una tarea difícil y engorrosa, por medios digitales es casi imposible obtener información institucional y fehaciente oficiales, hay que peregrinar por varios estratos oficiales, desde la Dirección de Asuntos Guaraníes, pasando por los Ministerios de Educación, Salud Pública, Desarrollo Social, Derechos Humanos y Cultura, a los que se puede sumar el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, donde la sensación de estar pidiendo acceso a “secretos de Estado” es incómoda, la atención cuestionable y el resultado del periplo… frustrante.
A continuación, mencionaré noventa y dos aldeas, que Lautaro Sosa volcó a un mapa de Misiones en 2012, ellas son: Aguaray Miní, Alecrín, Araza Mirí, Arazá Poty, Arroyo Isla, Arroyo Nueve, Azul, Caramelito, Chafariz, Chapa-í, Colonia Andresito, Ñamandú, Ñu Hovy, Ñu Porá, El Chapá, El Doradito, El Pocito, Fortín Mbororé, Guaporayty, Guapoy, Guapo-y (Pje. Sarakura), Guavira Poty, Guayayvy Poty, Guyray, Itá Chi, Jejy, Ka’aguy Mirí, Kaaguy Porá, Kaaguy Poty (Kuña Pirú), Kaá Kupé, Kaá Poty, Kaatimi (Invernada), Kapi’i Yvate, Kapi-i Poty, Katupyry, Kokue Poty (Teko’a Pyaguazu), Kokuerei, Leoni Poty, Leoni Tabay, Marangatú, Mbae Pu Pora, Mboca Yaty, Nuevo Amanecer I (Tekoa Puaju), Nuevo Amanecer II, Ocara Pegua, Ojo de Agua, Pai Antonio Martínez (Fracrán), Paraje Mandarina, Pasarela Pyahu, Perutí, Pindó Poty, Pindó Ty i, Pindo Yu (Caa Guazu), Pino Poty, Pirakua, Puente Quemado I, Puente Quemado II, San Ignacio Mirí, Santa Ana Mirí, Santa Ana Poty, Santiago de Liniers, Sapukay, Tajy Poty, Takuapí, Takuaral, Takuaruzú (Yavoty Cava), Tamanduá, Tamandua-i, Taruma Poty, Teko’a Arandu (Pozo Azul), Teko’a Yma, Tekoa Ara Poty, Tekoa Guarani, Tekoa Mirí, Tekoa Pora, Tierra Blanca, Urunday Ty, Virgen María, Yabotí Mirí, Yacutinga, Y-Aka Porá, Ygua Porá, Y Haka Mirí, Y Hovy, Yryapu, Yryapy, Ysyry, Yta Poty, Y Tymi, Yvoty Okara, Yvy Poty, Yvy Pytá, Yvy Ra iTy, Y Vyra Poty
Dos más de “otra cosecha”: Guabiramí e Isla; pero resulta que hace poco más de un mes y medio, un funcionario afirmó que existen en la actualidad ciento treinta y seis comunidades con unos veintiséis mil pobladores, por lo tanto faltarían en el listado cuarenta y dos comunidades.
Un ejemplo de la factibilidad de acceder al tema de los originarios de esta región es el trabajo de la Profesora y Licenciada en Historia Liliana Verónica Frías, titulado “La Historia Regional en la perspectiva de los (mbya) guaraníes contemporáneos en Misiones, a partir de 1920”, presentado en las XIII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca, Catamarca, sobre las comunidades de El Pocito y Takuapí; una cita a pie de página describe con claridad una constante ancestral en la comunicación, a lo mejor si logramos ponernos en el “otro” lugar, podamos reorientar la cabeza y el método.
Escribió Liliana “(…) Los ancianos o abuelos con los que trabajamos, son personas que participaron en el proceso desde su infancia, sus padres y abuelos comenzaron a relacionarse con los primeros colonos que llegan al Alto Paraná. Además de posibilitar el dialogo con personas externas a la aldea, conocen en idioma castellano, y a pesar de que la mayoría de los relatos no tiene traducción al castellano y fueron contados en su idioma, éstos tienen una apertura hacia fuera y desean compartir con “los blancos” sus experiencias. Por lo tanto, debemos aclarar que no se trata de opyguas, chamanes o pajés.
Desde el inicio de la investigación el grupo de estudio colaboró brindando información escrita y oral. Las charlas con los ancianos fueron realizadas con la ayuda de los jóvenes Antonio y Crispín, quienes operaron como traductores puesto que los relatos se expresan en idioma guaraní. Cabe destacar la voluntad de los mismos no solo por transmitir los saberes en guaraní o en castellano, sino que, también se destaca la energía y colaboración para enseñarme el idioma. Además, es preciso mencionar que el idioma guaraní encierra una complejidad que no permite encontrar una traducción al castellano de lo que se quiere transmitir. Esta dificultad no solo se da cuando se busca una traducción a otro idioma, como en este caso el castellano, sino que, se da también al momento en que un anciano intenta describir un hecho a un joven guaraní. Durante las charlas son frecuentes las dificultades de transmisión entre los ancianos y los jóvenes, como así también entre los jóvenes conmigo, y es mucho más difícil el dialogo entre los ancianos y un agente externo, que es mi caso. Más allá de las dificultades, la comunicación se da, gracias al sacrificio sobrehumano de los guaraníes por compartir y transmitirme lo que entendían que yo necesitaba saber. De modo que las conversaciones, atraviesan varios estadios o dimensiones del lenguaje para que podamos al fin comunicarnos. En algunos momentos se torna difícil la decodificación del mensaje y nos sentimos frustrados, pero en otros momentos logramos por lo menos aproximarnos a la idea que intentamos transmitir y renovamos las esperanzas de seguir trabajando (…)”
Gracias Liliana, José, Vero y Abril, ¡hasta la semana próxima!