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El afecto entre varones en la lupa

Psicólogo y escritor rosarino. Autor del libro Los príncipes azules destiñen - Supervivencia masculina en tiempos de deconstrucción (Galáctica Ediciones, 2023)
miércoles 22 de mayo de 2024 | 14:00hs.

Close, una película que estará en Netflix el próximo finde, reactiva un tema que siempre genera tensiones y miradas prejuiciosas: las manifestaciones de afecto en el marco de la amistad masculina. La historia describe las características de una relación entre dos varones preadolescentes. ¿Cuál es el límite “permitido” de esas expresiones afectivas?

El prejuicio sobre estos vínculos tiene connotaciones sexistas, porque existe una suerte de tipificación que nos indica si una manifestación afectiva de un varón hacia otro está dentro de las significaciones de una amistad o de otra cosa. Y esa “otra cosa” está claramente relacionada con su orientación sexual, aunque ya no pesen las sanciones moralistas de treinta años atrás.

Nuevamente, ¿cuál es ese límite? ¿Qué nos pasa socialmente frente al varón que expresa sus emociones? Todavía encuentro personas que se conmocionan cuando un varón llora, como si el llanto masculino tuviera un plus de sensibilidad... La idea tan instalada de que si un varón se quiebra hasta las lágrimas es porque “es demasiada su angustia”, como si un dique se desbordara por acumulación de agua. Y eso que muchas veces esos llantos vienen a reafirmar interminables ciclos de violencia “porque me lo pidió llorando.” 

Tampoco estoy diciendo que los varones tengamos lágrimas de cocodrilo, sino que hay algo que se pone en tensión en ese llanto del varón. Se juega algo de la masculinidad, como cuando se le dice a un niño “que no mariconee” cuando lloriquea porque le duele algo, o bien, como en este caso del filme Close, de dos varones que se manifiestan su cariño. Tal vez esta conducta es tolerada durante la infancia, pero en la pubertad y la adolescencia se activarán los mandatos sexistas que se mantenían en estado latente, para que ambos muchachos tomen distancia, tanto de manera física como afectiva.

El prejuicio de género, denominado sexismo, encasilla constriñendo casi en modo silogístico las formas de relacionarnos. Por ejemplo, entre dos personas que se demuestran cariño, ¿se espera de ellas o de ellos ese tipo de manifestaciones de afecto? Y afinando el foco en la cuestión, ¿cuáles serían los pares donde estas manifestaciones son más aceptadas? ¿Varón - mujer? ¿Mujer - mujer? ¿Varón - varón?

¿Qué implica una amistad demasiado expresiva entre dos varones, que hace que operen mecanismos sociales de disciplinamiento? Y ese disciplinamiento, que siempre es un ordenamiento social, sabemos que opera bajo la teoría de un estereotipo heteronormativo… Entonces ¿cuáles son las conductas aceptables por esta norma cultural? ¿La evidencia de una posible homosexualidad es lo que activa las alarmas sexistas?

Estas expectativas de comportamiento pensadas desde el orden binario, generan visualizaciones y zonas de oscuridad donde ciertas gestualidades amorosas pasan inadvertidas mientras que otras no. Y en el caso del par varón-varón, podemos reconocer que la amorosidad se mira con una desconfianza signada por la heteronormatividad, reconociendo como rareza a cualquier demostración de afecto entre varones a partir de cierta edad, señalando con el dedo, pero también introyectando estos mandatos de manera autodisciplinante, como en el caso de uno de los protagonistas y tomar distancia tanto física como sentimental, mutilando su capacidad de expresar su afecto.

Por Eduardo Marostica

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