El mundo está loco, loco, loco… (XIII)
Por Roberto Carlos Abínzano Profesor Emérito Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales Universidad Nacional de Misiones
Hoy continuaré analizando el proceso histórico chino, que es muy difícil de resumir en las dimensiones de nuestros artículos. Pero, al menos, veremos los hitos principales del largo camino hasta la emergencia sorprendente de esta potencia, protagonista de la geopolítica mundial. China atravesó un enorme lapso de tiempo, unos 10.000 años desde su paso del neolítico a la civilización urbana, los reinos dinásticos y los imperios. La tendencia fue siempre la concentración del poder en núcleos urbanos con un gran desarrollo artesanal y un comercio dinámico, pero la inmensa población campesina era absolutamente predominante.
Existían grandes terratenientes y también comunidades campesinas relativamente autónomas, salvo el pago de impuestos. Eran, inicialmente, unos imperios que no controlaban totalmente el territorio y la población. Los señores feudales eran en su gran mayoría grandes terratenientes. El campesinado vivía en condiciones miserables acorralado siempre por el fantasma del hambre. Muchos de ellos poseían unas minúsculas parcelas que apenas alcanzaban para una supervivencia muy precaria. Durante el último tercio del siglo XIX las potencias occidentales se apoderaron de algunas zonas de China sin establecer colonias de poblamiento. Dominaron algunos puertos y practicaron un saqueo de los recursos y el comercio. Con el siglo XX, todo comenzó a cambiar. La guerra con Japón significó una derrota que le hizo perder Manchuria, sólo recuperada después del triunfo de la revolución y el colapso de Japón en la segunda guerra. En 1911 se produjo un primer cambio fundamental. El último emperador fue depuesto y en su lugar se instaló una república cuya conducción fue muy problemática desde sus orígenes.
Esta fue la primera de tres revoluciones que cambiaron profundamente al país. Algunos autores sólo hablan de dos revoluciones. Desde 1766 a.C. hasta 1911 se sucedieron 14 dinastías con varios emperadores cada una de ellas. Dos de esas dinastías fueron impuestas desde afuera: la mongola y la manchú. El primer presidente, Sun Yat Sen, duró apenas dos años en el poder.
Y, a partir de ese momento, comenzó la guerra civil entre los republicanos nacionalistas que pretendían emular a occidente, reunidos en el nuevo partido del Kuomintang y los comunistas liderados por el partido de vanguardia que arraigó rápidamente en las masas campesinas, cuyas rebeliones habían jalonado buena parte de su historia. Frente a los japoneses los dos bandos se unieron para vencer al enemigo hasta su derrota. Pudieron recuperar Manchuria, donde el último emperador había sido colocado como un títere por los japoneses. Mao había dicho, con su notable capacidad de síntesis: “Golpear juntos, marchar separados”. Una vez logrado el objetivo, la guerra civil regresó hasta la derrota del líder nacionalista Chang Kai Shek.
En ese momento comienza la historia moderna de la China comunista (1949). Los nacionalistas se fueron masivamente a la isla de Taiwán, territorio que China reivindica como propio hasta hoy y que es uno de los conflictos más peligrosos de la actualidad debido al apoyo de EE.UU. a la isla. La creación del partido comunista, en 1921, que se habría realizado en una barca en medio del río, por Mao Zedong, Chou En Lai, Lim Piao y otros pocos, inició un camino que debía adaptar las ideas de Marx, Lenin y Stalin a una realidad que carecía de un proletariado industrial. La posibilidad de una revolución de base fundamentalmente campesina, en un territorio inmenso, con gran densidad de población era absolutamente utópica. Pero, de manera más o menos organizada, mayormente espontánea, el pueblo avanzó en la reforma agraria. Es decir que no fue necesario tomar el poder para iniciar esa transformación que se fue concretando de manera simultánea.
Durante un tiempo China tuvo cierto tutelaje de la URSS y siguió en parte su modelo. Pero, relativamente rápido, hubo un choque de proyectos y China siguió su propio camino. Las estrategias adoptadas tuvieron numerosos éxitos: la reforma agraria; un punto final a las hambrunas; una organización militar emergente de las victorias frente a Japón y al Kuomintang,; un mejoramiento importante de la educación y la salud; etcétera. De todas maneras, el desarrollo industrial llevaba un importante atraso, en comparación con el logrado por Japón, en la segunda mitad del siglo anterior. Este fue un cuello de botella que los chinos tardarían mucho en superar.
Todo el esfuerzo había sido puesto en el desarrollo de la agricultura y la elaboración de importantes insumos mediante una industria casi artesanal, como es caso de la fundición de hierro en pequeños núcleos muy dispersos. Mientras tanto se organizaron cooperativas agrícolas en todo el país para controlar mejor la producción e impulsar el trabajo asociado, fueron unas 40.000. En materia de política exterior, su estrategia fue romper el aislamiento. Fue así como se convirtieron en animadores de las primeras reuniones de los países no alineados o del tercer mundo, con lo cual su influencia en algunas áreas fue y, sigue siendo, muy importante, como en África y Asia.
Por entonces su presencia en América Latina fue sólo ideológica en pequeños fragmentos de los partidos de izquierda no aliados con la URSS. Voy a intentar resumir las dos grandes reformas promovidas por Mao Zedong para controlar la acumulación de ciertos problemas que retrasaban o desviaban el rumbo de la revolución y que alejaban a China de las doctrinas fundantes del nuevo. Recordemos que Mao y su equipo había realizado un esfuerzo enorme para adaptar el marxismo-leninismo a las condiciones concretas de China, que no tenían mucho que ver con la visión revolucionaria de los fundadores del marxismo. Mao escribió: “Si ponemos una gallina sobre un huevo para empollarlo es posible que nazca un pollito, pero si la colocamos sobre sobre un ladrillo nunca tendremos un buen resultado”. El líder chino solía con estas metáforas muy muy sencillas, decir grandes verdades teóricas. La teoría fundamental, que nunca se abandonó, debía ser adaptada. Y estas ideas se propagaron hacia muchos países que iniciaban procesos similares.
Pensemos que casi todas las revoluciones comunistas o socialistas se produjeron en sociedades campesinas atrasadas y arcaicas como Corea, Vietnam, Cuba, etcétera. Esa reinterpretación fue la causa del alejamiento de China y la URSS. Analizaremos este proceso en detalle el próximo artículo, porque así podremos entender el gran surgimiento de la potencia actual. Fijaré mi posición sobre las revoluciones y las reformas. Hasta entonces.