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Una familia de la etnia custodia sus restos

La fascinante historia del santo ruso de los indios maká del Chaco paraguayo

Juan Belaieff, oficial del ejército del Zar, se exilió en Paraguay tras la revolución bolchevique de 1917. Fue héroe de la guerra del Chaco y se transformó en protector de la comunidad
domingo 10 de marzo de 2024 | 6:02hs.
La fascinante historia del santo ruso de los indios maká del Chaco paraguayo
La fascinante historia del santo ruso de los indios maká del Chaco paraguayo

El cortejo fúnebre con honra y honores militares marchaba lentamente bajo el tórrido calor del verano asunceño. Una guardia de honor custodiaba el coche fúnebre donde descansaban los restos del general Juan Belaieff, héroe de la guerra del Chaco. Sentado al lado del conductor se destacaba la presencia estoica del cacique Chemei. Su misión era asegurarse que el cuerpo del general ruso fuera sepultado en tierra maká y no en el cementerio ruso como estaba previsto en el protocolo oficial. Así ocurrió. Testigo de aquello es el monumento que se erige en homenaje a Belaieff en una isla cerca de Asunción.

“Nuestros antepasados nos dijeron que Belaieff era el mediador de Dios. Por eso, después de que murió, le orábamos para que le hiciera llegar a Dios nuestras peticiones”, recuerda el cacique Andrés Chemei, hijo de aquel recordado cacique, en un reportaje con BBC Mundo.

Pero todo esto comenzó mucho tiempo antes.

El monumento al militar ruso, hoy foco de conflicto por un puente.

Iván Timoféievich Beliáiev, su nombre original, nació en 19 de abril de 1875. Integrante de una acaudalada y noble familia rusa, desde muy pequeño fue formado en la carrera militar. Combatió en la Primera Guerra Mundial y fue condecorado por su arrojo en combate. Esa misma guerra fue la que facilitó la revolución bolchevique en 1917, liderada por Lenin, y que dividió a Rusia en un gran campo de batalla. Los Rojos, las fuerzas populares, contra los Blancos, el gobierno del Zar.

Derrotados los blancos, con el asesinato del zar Nicolás II, Belaief tuvo que escapar de Rusia.  Partió primero hacia Turquía, de allí pasó a Egipto, donde se reencontró con su esposa. En el puerto de Alejandría el matrimonio abordó un barco que los trajo a Argentina. Después de algunos intentos por afincarse en el país (pretendía fundar una colonia rusa) viajó a Paraguay. Llegó en 1924 con la misma idea de una colonia refugio para sus compatriotas, pero el destino le tenía marcado otro camino.

Paraguay no hacía mucho había salido de la Guerra de la Triple Alianza y ya avizoraba un nuevo conflicto con Bolivia en puerta por el Gran Chaco. Conociendo la formación y capacidad del oficial ruso, el gobierno de Asunción le encomendó una misión: relevar y mapear el Gran Chaco con el objetivo de instalar fortines dado el creciente interés de Bolivia por la zona.

Para entonces, salvo los habitantes naturales, pocos se atrevían a explorar ese gran territorio desértico y caluroso con grandes inundaciones en verano.

Belaieff concretó con éxito trece expediciones al ahora conocido como Chaco paraguayo entre 1924 y 1931. Prueba de ello son sus detallados informes, clave para el conflicto que se avecinaba, y que todavía se conservan en los archivos del vecino país. Para esto fue fundamental el apoyo de los maká y de los chamacoco que hicieron de guía y con quienes estableció una relación particular.

La guerra por ese territorio finalmente ocurrió entre 1932 y 1935. Los historiadores coinciden en afirmar que un descubrimiento de Belaieff detonó el conflicto. En una de sus expediciones descubrió un gran reservorio de agua, clave para la sobrevivencia en ese gran páramo, que llevó al gobierno paraguayo a instalar un fortín. Ese lugar fue atacado por los soldados bolivianos en junio 1932 y de nuevo la guerra.  Pero el general ruso no sólo aportó su relevamiento detallado sobre la zona de conflicto, se integró al Estado Mayor, asesoró al presidente de entonces y acercó militares rusos con experiencia que se sumaron al ejército paraguayo.

Terminada la guerra con el triunfo de Paraguay, Belaieff siguió frecuentando a sus amigos indígenas. Documentó en un estudio pormenorizado vida, costumbres y cultura de las tribus y asentamientos del Chaco paraguayo.

Su labor como etnógrafo es uno de los más completos, fue publicado por el prestigioso Instituto Smithsonian, en Estados Unidos. También confeccionó diccionarios maká-español y chamacoco-español, fundamental para la comprensión de la cultura de estas etnias. Para ello relevó y comparó los 14 idiomas y dialectos de los aborígenes del gran Chaco. Y ensayó una conclusión sorprendente, que décadas después algunos lingüistas mencionarían tibiamente: las raíces de estos idiomas derivaban del sánscrito, la base de las lenguas indoeuropeas.

Impulsó una obra de teatro, titulada Fantasía india, donde los propios maká representaban su vida y su cultura. La obra estuvo varios meses en cartel en Buenos Aires. Con la plata recaudada con la obra, Belaieff gestionó el título de propiedad de la tierra que habitaban sus amigos, los maká.

“Dedica a Paraguay toda su energía. Como profesor en la escuela militar (1924), como explorador del Chaco Boreal (1925-1932) y después como protector de los oprimidos. Siempre me pregunto por qué ese noble general decidió exponerse a los extremos riesgos e insoportables dificultades que existían en aquella época. ¿Vocación escolar? ¿Interés de investigador? Fueran cuales fuesen las razones, asumió el compromiso ante las autoridades paraguayas y lo cumplió a cabalidad”, escribió Grigory Mashkov, embajador ruso en Paraguay sobre su compatriota.

“Los estudios de Belaieff ayudaron mucho a comprender la estructura tribal y étnico-lingüística de la población indígena de esta vasta región. Gracias a sus esfuerzos, los maká recibieron sus tierras cerca de Mariano Roque Alonso y no se extinguieron en la selva del Chaco Boreal. Por primera vez, un hombre blanco los trataba sin discriminación, sin humillación y con respeto”, agrega Masckov.

Belaieff pasaba días enteros en las aldeas. Enseñaba a leer, a escribir y ayudaba a los líderes de las aldeas a resolver sus conflictos. “Fue el protector de los pueblos indígenas. Cuando había problemas, él los solucionaba. Después de su muerte fue que supe lo importante que había sido”, dijo el cacique Andrés Chemei a la BBC.

Cuando falleció Belaieff el 19 de enero de 1957 los maká reclamaron sus restos y lo sepultaron en su tierra, la que el general ruso los había ayudado a conseguir. Allí es donde se encuentra el monumento. La historia cuenta que poco tiempo después del sepelio, como consecuencia de las inundaciones anuales, los huesos del santo de los maká empezaron a quedar expuestos. Entonces los líderes encomendaron a una familia el cuidado y resguardo de los restos. Tarea que pasaron a los descendientes y se mantiene en la actualidad. Así cuando el agua subía se llevaban los huesos a lugar seguro para regresarlos cuando el agua descendía.

Hoy ese lugar está en conflicto. Un puente de la ruta que comunica la capital paraguaya con el Chaco pasaría por el lugar donde fue sepultado el general ruso, tierra sagrada de los maká.

Fuentes: BBC Mundo. Diario ABC

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