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¿Qué pasa en el peronismo hoy?

miércoles 10 de enero de 2024 | 6:00hs.

En los últimos 50 años, quizás el peronismo sea el fenómeno que más ha generado escritos, libros, tesis, análisis, críticas, elogios, reflexiones. Muchísimos escritores de prestigio lo han analizado: John William Cooke, Arturo Jauretche, Atilio Borón, Mempo Giardinelli, Marta Seoane, Guillermo Moreno, Hugo Presman, Jorge Rachid, Alfredo Zaiat y otros.  Sin embargo, aunque soy escritor desde hace varios años, nunca se me había ocurrido escribir sobre el peronismo, doctrina que abrazo desde hace más de 70 años, probablemente desde que, a los 14 años, escapé ileso de la Plaza de Mayo a las 12.35 del 16 de junio de 1955, en el inicio del cruel bombardeo de militares antiperonistas. Esta fantástica doctrina político social surgida en la década del 40 en Argentina, apenas finalizada la Segunda Guerra Mundial e iniciada la Guerra Fría, y sin rasgos izquierdistas ni comunistas; de base cristiana, humanista y popular, ha resistido durante 75 años los esfuerzos del sector antiperonista nacional, hasta ser vencida electoralmente ‒en forma bastante categórica‒ en noviembre de 2023. El peronismo es una doctrina asentada desde su origen en el talento ideológico del gran estratega, Juan Perón, y la sensibilidad y coraje de su esposa Eva Duarte. Las bases son la lucha del gran sector medio de la población (profesionales, académicos, comerciantes, productores medianos y pequeños, empleados) y pobres (docentes, trabajadores industriales, estudiantes, campesinos, amas de casa) contra el pequeño sector de empresarios y otros intelectuales antiperonistas (periodistas, abogados, banqueros, representantes de intereses extranacionales).

Filosóficamente, el peronismo se basa en el rol social del Estado: debe ser el organizador, componedor y conductor de una política global nacional, por la consolidación de la independencia económica, la justicia social y la soberanía política argentina. Y el recurso fundamental debería ser un conjunto de funcionarios, legisladores y gobernantes lúcidos, honestos, austeros y eficaces. Una gran parte de la ausencia de estas virtudes en la sociedad nacional ha sido ‒muestra de la creciente debilidad doctrinaria y cívica‒ la desaparición de los programas educativos de Instrucción Cívica, del servicio militar  ‒también muestra de la creciente debilidad castrense de valores, probidad y efectividad de las tres fuerzas ‒ que generaron las sucesivas alianzas cívico-militares de los frecuentes golpes militares del siglo XX y las también sucesivas aprobaciones de las supremas cortes de justicia.

Lo más peligroso del peronismo que perdimos en estos años fue nuestra arma principal: la movilización. Se podría afirmar que nos durmieron y anestesiaron. Ante nuestro último gobierno, el pueblo, que a veces no sabe lo que quiere, pero sí sabe qué es lo que no quiere, parecía un régimen social demócrata más que un gobierno peronista, sobre todo después de la firma del acuerdo con el FMI. En este sentido, el actual silencio de nuestra dirigencia duele, asusta y avergüenza. Yo estoy perplejo y asombrado. Los únicos que están saliendo a denunciar son Grabois, Julio De Vido, Guillermo Moreno y el escritor Mempo Giardinelli en su nota ‘Últimas imágenes del naufragio en el País de Nomeacuerdo’ de diciembre pasado. El inminente proceso de reorganización del Movimiento Peronista deberá comenzar en los próximos meses y todo el nivel dirigencial, sus autoridades nacionales y provinciales y sus nuevos líderes, deberán surgir en el marco de una difusión e incorporación de la neta doctrina peronista. Porque numerosos dirigentes presuntamente peronistas, ya desde el gobierno de Menem ‒salvo los de los Kirchner‒ han recorrido trayectorias políticas tortuosas y mediocres, como López Rega e Isabelita, Menem, Duhalde, Alberto Fernández, fallando en diversas estrategias de la Doctrina Peronista, una de las cuales es la convergencia de intereses del empresariado nacional y la clase trabajadora. Por lo tanto, han concurrido a la presente situación institucional y política, tanto debilidades y fallas del sector peronista ‒o popular‒ de la población como la ambición y avaricia desmedida de grandes sectores económicos nacionales.

El coordinador nacional de la Tupac Amaru, Alejandro “Coco” Garfagnini, acaba de expresar que “la Argentina sí necesita un reseteo, pero no para el lado de los grupos monopólicos, sino para el lado de nuestro Pueblo”, y advirtió sobre la línea que deberá construirse: “No tenemos que repetir cosas que nos lleven a frustraciones. No podemos poner toda la energía militante, toda la energía de la calle y ese capital político en personas que tienen otra lógica y están buscando otro objetivo que es negociar con los grupos económicos”.

Como marco global, debemos incorporar a este análisis la transformación de la actividad “comunicacional” mundial: se ha expandido en forma fantástica la comunicación virtual que, a través de las redes sociales y una serie de dispositivos (Internet y celulares) han pasado a constituirse en medios de formación social y educativa, desplazando ‒lenta pero eficazmente‒ a la escuela, a la familia y a muchas actividades vecinales, sindicales, religiosas, deportivas e institucionales.

En la base del actual antagonismo entre “individualismo” y “lo social”, subyace la idea de que la sociedad es la suma del esfuerzo de los individuos o ‒alternativamente‒ de la acción colectiva de ciertos grupos sociales que se han percatado que el individualismo conduce inevitablemente a que ciertos sectores humanos queden relegados y otros minoritarios se encumbren con poder y riqueza, como ha sucedido con los numerosos imperios asiáticos o con el feudalismo europeo.

Hoy, en Argentina, según palabras del prestigioso catedrático jurídico Mario Ackerman, se está imponiendo que “la palabra libertad ha sido usurpada, malversada, este régimen de Milei es liberal de la propiedad, no de las libertades; un verdadero liberal debe estar dispuesto a poner las propiedades económicas al servicio de la libertad y no las libertades al servicio de la propiedad; Pinochet, un dictador, disolvió en Chile los tribunales del trabajo por considerar al contrato de trabajo como cualquier otro contrato y que debe ser tratado por tribunales civiles; la legislación laboral argentina es de 1934 y en ella el empleador es quien contrata al trabajador”. 

Hoy, según el doctor Ackerman, se debe modificar esta legislación para brindar más bienestar a quien trabaja, proteger a quien no consigue trabajo y regular las condiciones de trabajo.  Hoy, desde hace años ‒y también en el nivel dirigencial nacional‒ no se debaten estas cuestiones, sino cuestiones secundarias o “modernas”. El Indec ha informado hace pocos días que en los últimos meses la tasa de desempleo es la más baja de los últimos diez años; 5,7%. En los últimos tres meses se habían creado 200 mil puestos de trabajo… entonces, ¿qué reforma laboral se propone encarar Milei? Según el doctor Jorge Cholvis, se trata de un DNU tipo “llave en mano” (sin los trámites administrativos previos de la Presidencia) a favor de los grupos de poder económico financieros y comunicacionales, que son sus beneficiarios y en perjuicio del País y el Pueblo intentando obviar las discusiones parlamentarias y una reforma laboral para poner de rodillas a los trabajadores y a sus organizaciones sindicales.

Pienso a veces que parecería que la sociedad humana fuera como el movimiento del mar y la playa: cada ola avanza y despeja la tierra, pero al rato se repliega volviendo al pasado, esperando la próxima ola y así, acompasadamente, lo que está ocurriendo en los últimos años en numerosos países latinoamericanos y europeos y que muy probablemente suceda en Argentina.

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