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Un soplo de bonanza ante tanta malaria

miércoles 25 de octubre de 2023 | 6:00hs.

Juan es la expresión de una historia luminosa que debería hacer inflar de orgullo el pecho a los argentinos. Hay que tomarlo como una forma de superar tanta irracionalidad y odio que a veces siembra la realidad cotidiana.

Un orgullo para el país. A todos nos gustaría felicitarlo, aclamarlo como a un campeón.

Es el Messi de la física moderna. Y Messi, el Juan Maldacena del fútbol.

Sin embargo, nadie habló de él ni habla.

Este nuevo Einstein tiene 55 años de edad y nació en el barrio porteño de Caballito. Estuvo en la tapa de varios diarios del mundo porque ganó el Yuri Milner, un premio a las investigaciones sobre física fundamental que otorga tres millones de dólares (El premio Nobel otorga un millón doscientos mil dólares.) A los 30 años recibió en Budapest uno de los mayores reconocimientos que existen en el campo de la ciencia y fue tapa del New York Times.

Trabaja en Harvard, la cumbre de la excelencia educativa, y es el profesor vitalicio más joven de la historia de Universidad. Juan Martín Maldacena, en estos tiempos olímpicos de América, debería subir al podio más alto y recibir una medalla de oro gigante.

¿Por qué? Pues es el creador de una teoría revolucionaria que lo convirtió en el niño mimado de la física moderna y en uno de los científicos más populares del planeta. Muchas publicaciones científicas se preguntan si el mundo no está ante la presencia de un nuevo Albert Einstein. Es que precisamente, su gran descubrimiento tiene que ver con ese emblema universal del conocimiento que fue Einstein. Él formuló una nueva teoría que explica mejor cómo está formado y cómo funciona el universo, bautizada como “La conjetura de Maldacena” ya que logró unificar teorías que parecían irreconciliables: la teoría de la relatividad de Einstein y la de la mecánica cuántica.

Para explicar con palabras sencillas, se podría decir que relacionó y unificó la “Teoría de la Relatividad”, que describe el funcionamiento de objetos tan grandes como estrellas, galaxias o el propio universo, con la “Teoría de la mecánica cuántica” que analiza el comportamiento de los mundos infinitesimales, como los electrones o los quarks.

Los quarks son un tipo de partículas subatómica elemental, que constituyen la materia de los núcleos atómicos. Su nombre proviene de la novela Finnegan’s Wake, del autor irlandés James Joyce.

También es profesor en la Escuela de Ciencias Naturales del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, el mismo en el que trabajó y murió Einstein.

Juan es el típico producto de la movilidad social ascendente de una típica familia de clase media que, hasta no hace mucho, podía enviar a su hijo a la universidad. Sueño hecho realidad con lo que plantea el uruguayo Florencio Sánchez en “Mi hijo el doctor”. Utopía del progreso, cuyo paradigma fue y debería ser siempre el que nuestros hijos sean mejores y más felices que nosotros. Y en nuestra Argentina, es una utopía que los hijos de padres asalariados manden sus hijos, no a la universidad, tan siquiera a la escuela primaria. Es doloroso observar, como chicos del tercer grado no saben discernir lo que leen

Balmacena estudió Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires y después en la meca científica de la física argentina: Instituto Balseiro de Bariloche.

Historias como esta merecen ser contadas porque ayudan a levantar el ánimo de los argentinos ante tanta basura y peleas por el poder como hay. Es una forma de reafirmar que los argentinos aún pueden, como alguna vez pudieron, algo que se ve reflejado en varios premios Nobel científicos y otros obtenidos.

Es una expresión de que en la Argentina no todos son políticos corruptos, o piqueteros o delincuentes.

Los argentinos generalmente se destacan a nivel mundial en forma individual, pero les es muy difícil lograrlo a nivel de grupo o equipo, justamente al revés que otras sociedades.

Juan Maldacena tenía 30 años cuando recibió el premio “Javed Husain”, en Hungría, ante 2.000 científicos, cada uno más famoso que el otro. Los más importantes centros científicos del mundo lo quieren fichar en sus planteles de investigadores. Basta con mencionar su apellido entre los grandes intelectuales, y saben que se está hablando de un argentino, y de otra Argentina muy distinta a la que presentan los medios mundiales cada vez que sus gobernantes se descuelgan con alguno de sus habituales desaguisados, a contramano del resto de del mundo. La CNN y la revista Time apostaron a él como futuro líder. Juan extraña las montañas de Bariloche que solía escalar, y nuestra música folklórica, con guitarra y bombo. Con sus neuronas Juan supo generar cosas insólitas.

En una importante convención de estas mentes superiores, alguien de la Universidad de Chicago, cambió la letra de “Macarena” por “Maldacena”. ¿Se acuerda de “Dale alegría a tu cuerpo Macarena”? Todos se sumaron al coro de esta canción bastante popular de la historia contemporánea en los Estados Unidos y que fuera la base de la campaña electoral de Bill Clinton. “Dale alegría a tu teoría Maldacena”, cantaban en esta oportunidad los muchachos.

Dale alegría a la Argentina, Maldacena, deberíamos cantar los argentinos en estos tiempos de bronca, pobreza y mishiaduras, aunque algún descreído diga: qué va a cantar bien Maldacena si vivía en Caballito, a la vuelta de mi casa. Como dijeron alguna vez por Bernardo Houssay que, mediante su libro de fisiología, los estudiantes de la época pudimos estudiar y aprender la materia en la facultad. 

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