Solos

domingo 30 de abril de 2023 | 3:42hs.
Solos
Solos

Todo comenzó en una caminata rutinaria. Ese día salieron por la noche. No se oía más ruido que el de sus zancadas y algún que otro grillo entre los yuyales. La luna mostraba su cuarto menguante en un cielo despejado.

Una leve brisa llegaba a ratos desde el arroyo ubicado a escasos metros. Salir a caminar por la noche era la actividad perfecta para descontracturar. De pronto, un silbido se percibió a lo lejos. Parecía una melodía tan arcaica que estremecía. Los grillos comenzaron a responder, y un pájaro sobrevoló en lo alto. Los amigos comenzaron a alertarse, pero ninguno quiso mostrar signos de preocupación. Continuaron caminando, como si nada hubiera pasado; sin embargo, habían aumentado la velocidad en sus pasos. Al rato se oyó nuevamente el silbido ancestral. Esta vez no hubo duda de que ambos lo habían oído. Sus ojos se encontraron automáticamente; el temor se podía vislumbrar en sus ojos, pero no pronunciaron más palabra que “¿escuchaste?”. Ya la caminata se había convertido en un trote. El croar de las ranas los acompañaba desde una pequeña laguna a la vera del camino.

Los postes de iluminación se perdían en una gran curva. Faltaba mucho para llegar al barrio más próximo. Deseaban lo más pronto posible cruzarse con alguien. No obstante, el crudo otoño los encontró a ellos dos solos en su caminata rutinaria. Otro pájaro voló nuevamente sobre sus cabezas, suponiendo la llegada más aterradora: el silbido. Y ahora se oían unos pasos detrás de ellos.

El corazón se les comenzó a acelerar por el miedo, y, recitando unas plegarias, aumentaban cada vez más la velocidad, hasta que, de repente, vieron no una sino varias sombras. Los tumultos se observaban desde la penumbra a lo lejos. A primera vista eran tres, pero a medida que avanzaban pudieron distinguir que eran más de cinco. Estaban ubicados justo por el camino que debían cruzar. Regresar por otro lado suponía hacer varios kilómetros más. Con el temor apoderándose de sus cuerpos, tuvieron que enfrentar aquello. Por sus mentes ni se asomaba la idea de soslayar a esos seres nocturnos. Los silbidos y los pasos seguían oyéndose a sus espaldas, como si alguien los acechara. Con gran temor sumado a un sigiloso trote, cruzaron el lugar. Los pocos segundos que les duró pasar por aquel sitio se quedarían grabados en sus retinas para siempre. Habrían preferido permanecer en el silencio de la noche... A veces, ciertas criaturas necesitan recordarnos que no estamos solos en este mundo.

 

César Batista

El cuento es parte del libro Relatos de medianoche, libro de reciente aparición. Batista es docente. Es miembro de la Comisión Directiva de la Sade filial Misiones.

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