El muro que nos rodea

domingo 30 de enero de 2022 | 6:00hs.
El muro que nos rodea
El muro que nos rodea

Sin saber porque los dos pensaron al mismo tiempo que no iba a poder ser. Los temores cotidianos se agigantaron hasta hacerse inmensas murallas que los asfixiaban. Dudas de puertas adentro, vestidas de entrecasa que se paseaban alrededor de las sillas y se sentaban a descansar en los marcos de las ventanas: Las diferencias parecen ser insalvables cuando el amor propio ha sido herido tantas veces. Cuantos soles se habían extinguido y al verlos de cerca tomaban la forma de velas derretidas, simulacros de amores disfrazados.

Él recordaba el holocausto de soles verdes en los ojos de ella, incendiándolos y se preguntó si eran verdaderos o bastaba un soplido para apagarlos. Sabía muy bien que los huracanes que atravesaban su vida y su alma iban y venían, pero siempre estaban... agitándolas.

Leyó en un viejo libro que le había dado su abuelo “Un hombre debe hacer lo que un hombre debe hacer” manuscrito en la primera página y se imaginó a Humphry Bogart despidiéndose de ella en Casablanca, sabiendo que ese dolor de la despedida bien podría cubrir su temor a una vida compartida. Salió a la calle justo en el momento que una ráfaga de viento norte hizo flamear sus tristezas como flecos en los bordes de su alma. Cuando llegó al otro lado de la calle bajó la mirada para subir al cordón de la vereda, entonces vio el sobre cerrado que aterrizó justo debajo de la suela de su zapato derecho.

“Estar aquí en este momento es una gentileza del destino”, leyó al levantarlo, miró para todos lados pero la siesta estaba desierta. Lo abrió lentamente, como en presencia de un peligro inminente.


“La ilusión es un espejismo del intelecto

Cuando la verdad se manifiesta ante tus ojos

Normalmente insistes en negarla

Pero lo que es cumple su ciclo

Hasta volverse parte de ti mismo

Te estoy esperando”


Sintió un ruido extraño dentro de sí, como una rama quebrándose y sintió caer el muro que lo rodeaba haciéndolo temblar de tanta desnudez.

Ella miraba todavía su desconcierto, leía en las líneas de sus manos un pasado que sabía de memoria, pero su futuro le parecía demasiado incierto como para dejar una marca comprobable. Él se acercó caminado bajo la sombra de los chivatos que empezaban a florecer presagiando la primavera, el banco de la plazoleta se convirtió en un lugar donde el tiempo se detuvo en una mirada que dentro de su silencio gritaba.

Caminaron el sol tibio de la siesta rumbo a alguna guarida que los refugiara de ese viento norte que los llevaba por delante en cada bocacalle. Se metieron en la cama y las dudas crujieron al quebrarse, haciendo huir a sus soledades que se refugiaron detrás del arrepentimiento, que estaba esperando escondido al otro lado del espejo.

Al abrir la puerta para salir de nuevo a las calles sintieron que sus muros se volvían a levantar, pero esta vez algo había cambiado, habían quedado los dos del mismo lado y se quedaron detenidos allí, desnudos de tristezas viéndose sonreír.

Jorge Lavalle

Lavalle tiene publicado los libros Releyendo mitos (cuentos), Sarita (novela), Andrés y la Melchora (novela), Argentina 78, el otro mundial (cuentos) entre otros

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