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Bandas criminales: balas que pican cerca

El cimbronazo que generó el Negro Rojas el año pasado también permitió develar sus nexos y dimensionar el peligro que rodea a Misiones. PCC, CV o Bala Na Cara, quiénes y de dónde son, qué hacen y dónde operan

domingo 10 de enero de 2021 | 6:05hs.
Bandas criminales: balas que pican cerca

El cimbronazo generado por el sindicado narcocriminal Néstor Fabián “el Negro” Rojas durante casi todo el 2020 en Misiones no sólo acrecentó su figura como uno de los delincuentes más temidos de la región, sino que los vínculos que le atribuyen permitieron dimensionar lo cerca que operan las organizaciones criminales de carácter transnacional.

Primer Comando Capital (PCC), Comando Vermelho (CV) o Bala Na Cara, entre otros, son palabras o siglas mencionadas cada vez con más habitualidad en nuestra provincia y, en este nuevo informe de domingo, El Territorio recaba información sobre todas ellas: quiénes, cuántos y de dónde son, cómo surgieron, a qué se dedican y, principalmente, hasta dónde llegan.

En resumen, todas ellas son organizaciones narcocriminales de origen brasileño nacidas en su mayoría dentro de las prisiones, pero que con el tiempo se fueron expandiendo hasta superar fronteras.

Dedicados al narcotráfico, a los secuestros, a los megaasaltos y a todo tipo de delitos que le signifiquen grandes ganancias de dinero para mantener sus estructuras, estos grupos fueron avanzando y reclutando miembros por todo Brasil y también Paraguay, donde pisaron fuerte hace no mucho tiempo.

Empezaron por Pedro Juan Caballero, donde se encargaron de eliminar a tiros de ametralladora a la competencia. Luego dejaron su marca en Ciudad del Este con el megaasalto a la sede de Prosegur, mientras que el año pasado el fantasma del PCC también estuvo en Encarnación con la fuga de tres de sus presuntos miembros que estaban presos en la cárcel local.

A pesar de que esos fugitivos se entregaron a las pocas horas, la alerta quedó activada y más aún en los presidios paraguayos, que para muchos son una literal “bomba de tiempo” porque se llenaron de delincuentes brasileños que allí tejen alianzas, hacen conexiones y reclutan nuevos miembros.

En Misiones aún no se detectaron células activas de este tipo de grupos criminales, pero sí han quedado en evidencia algunas conexiones directas que obligan a poner el foco de atención sobre ellas para evitar que las peores caras del crimen organizado en el Cono Sur de Latinoamérica aterricen sobre la tierra colorada.

“Hay trabajo confidencial, que no se puede dar a conocer públicamente, pero esta zona -por Misiones- es una de las zonas donde el Ministerio de Seguridad de la Nación, con la colaboración de la Justicia y de las fuerzas federales tiene puesto especialmente el ojo”, había manifestado ante una consulta de este diario la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, durante una visita a Posadas a mediados del año pasado.

Y en un enunciado posterior intentó traer calma: “No tenemos de momento ninguna información que nos permita entrar en una situación de terror, miedo o pánico”.

Por aquel entonces -fines de mayor y comienzos de junio-, Misiones había sido noticia nacional a raíz del descubrimiento del plan que presuntamente orquestaba el Negro Rojas para matar a un juez posadeño que lo estaba investigando por un doble crimen.

Pero lo cierto es que por más increíble que parezca, el descubrimiento de ese intento de magnicidio resultó ser tan sólo la punta del ovillo de una investigación que continuó avanzando y lo que hasta ese momento pudo haber sido el “trabajo confidencial” que se venía llevando adelante también terminó saliendo a luz, develando así las conexiones del sindicado narcotraficante y múltiple homicida nacido en Puerto Iguazú, pero con doble nacionalidad argentino-paraguaya.

Es que tras frustrarse ese primer plan, Rojas otra vez pecó de su afición por los teléfonos dentro de las cárceles y de las nuevas escuchas surgieron, a su vez, los nuevos blancos que tenía en la mira:  otro magistrado, uniformados federales y hasta a algunos de sus propios socios, como ya había hecho en 2018 con el mecánico Aldo Canteros en Gobernador Roca. 

Pero de allí también surgió otro dato en forma de sigla: PCF. “Ustedes saben de lo que les estoy diciendo la sigla PCF, graben bien, porque lo van marcar para toda la vida el resto de su corta vida”, se oye decir a Rojas en la intervención telefónica. Las iniciales se corresponden a Primer Comando de Frontera, una especie de imitación del PCC que había armado para manejar el tráfico de marihuana y de cocaína en la región.

Allí, la Gendarmería nuevamente dio el golpe. Desde incautaciones de cargamentos marcados con estampitas del PCF hasta el desbaratamiento de la banda con la detención de gran parte de los miembros que habían logrado ser identificados.

Con todo esto, se expuso aún más el nivel de conexión existente entre Rojas y la organización Bala Na Cara: por un lado él se abastecía de armas y de sicarios con ellos, mientras que los brasileños compraban sus cargamentos de droga premium. Un vínculo que pudo haber costado muy caro.

Por eso, el cimbronazo generado por Rojas no sólo sirvió para entender su nivel de peligrosidad individual, sino también para prestar máxima atención al flagelo del crimen organizado que rodea nuestras fronteras. 

 

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