Con sólo una carta como pista, viajó a dedo y se reencontró con su familia

sábado 26 de enero de 2019 | 6:30hs.
Agustina, Ivone y Rúben, emocionados por el encuentro por el que esperaron cuatro décadas.
Agustina, Ivone y Rúben, emocionados por el encuentro por el que esperaron cuatro décadas.
Esteban Bueseck

Por Esteban Bueseck interior@elterritorio.com.ar

En una de sus páginas del pasado miércoles 23, El Territorio publicó bajo el título ‘Viajó a dedo desde Brasil para hallar a la familia paterna de sus hijos’, la historia de Ivone Iolanda De Jong, una brasileña que a sus 69 años emprendió una travesía desde el vecino país para encontrar a parte de sus parientes, a quienes no veía hace 45 años y conocer a quienes todavía nunca había visto.

El mismo día que la crónica salió escrita, los teléfonos de la familia Alencastro no paraban de sonar. “Salió en el diario una señora que busca a unos Alencastro que viven cerca de la rotonda. ¿No la conocen? ¿No son ustedes?”, decían los mensajes que comenzaron a invadirlos. Y sí, eran ellos e Ivone, su tía, los estaba esperando para volver a abrazarlos, para volver a llorar y reír junto a ellos.
Pero el periplo de esta artista circense había comenzado el 14 de enero, cuando partió desde Caraguatatuba, estado de San Pablo. Desde allí, a dedo, sorteó más de 1.500 kilómetros hasta llegar a Posadas, ciudad en la que estuvo por última vez en 1973.

Esa fue la vida que decidió llevar Ivone, la de una trotamundos, desde los 18 años cuando conoció al acróbata misionero Juan Antonio Alencastro. Hace más de 45 años, en una de las giras que hizo en la capital provincial el brasileño Circo Tihany, compañía reconocida y de amplia trayectoria, Ivone y Juan coincidieron, se conocieron y enamoraron. Fruto de su amor tuvieron dos hijos, Jaqueliny Corina y Anthony.

Ivone relató que vivió con su pareja unos años en Brasil y luego por cuestiones laborales el acróbata emigró a Grecia. En ese país, mientras viajaba en su casa rodante protagonizó un accidente de tránsito que puso fin a su vida, hace cuatro décadas.
En Posadas, Ivone sólo coincidió un par de días con la familia de su esposo, que residía en inmediaciones a la rotonda de la avenida Uruguay. Y así volvió a Misiones, con una carta y la esperanza puesta en encontrarlos y el anhelado deseo se concretó.

“Cuando empezó el año nuevo dije: ‘Este año quiero hacer esto’. No quiero sólo pensar o soñar, voy a hacerlo. Y salí el 14 de enero. Fui a Paraná, de ahí seguí en bus a otra ciudad y así seguí a dedo rumbo a Foz hasta cruzar a Puerto Iguazú”, relata la mujer ya feliz y rodeada de cuñados y sobrinos. “En San Pablo conservaba una carta de ellos que decía: ‘La rotonda. Posadas, Misiones’, eso era lo único que me quedaba. Y digo: ‘Bueno, voy a esa zona y los busco y en una hora los encuentro’. Pero cambió todo, era todo de tierra antes. Hasta la casa cambió”, señala.

Con fuertes convicciones y apegada a la religión, dice que Dios abrió los caminos para que este reencuentro se pueda dar. Así fue cómo la familia ya unida recibió a este medio para contar cómo se dio ese esperado abrazo.

Y conmovida hasta las lágrimas, reflexiona: “¡Qué cosas, qué propósito tiene todo esto, me pregunto. Creo que allá arriba los ángeles se movieron para que nosotros nos podamos encontrar! Con la fe yo llegué y los encontré, porque a mitad de camino mi hija me preguntó: ‘¿Quieres desistir mamá?’... porque un poco hice a dedo, otro poco en colectivo. Y yo le decía: ‘No, voy adelante. Voy a encontrarlos. El tiempo no puede pasar más’. Yo creo que el tiempo es ahora. Y mis hijos ya están festejando, nos escribimos todo el tiempo y estamos armando nuestro árbol genealógico y ellos también los quieren conocer”.

A uno de sus cuñados, Rúben Enrique Alencastro (70), también le brotan lágrimas cuando detalla: “La emoción que sentí fue demasiado grande. No me lo esperaba. ¡Ay, qué alegría! Ya fuimos a Apóstoles a ver a otra cuñada que está allá y otros que están en Buenos Aires están viniendo para acá, para verla. Acá todo el vecindario se enteró, fue una revolución. Toda la gente venía a casa”.

“Siempre los buscábamos por Facebook o Instagram por el apellido Alencastro pero había sido que ellos habían cambiado de apellido al llegar a Brasil. Porque mi tío, al irse, fue adoptado por una familia de allá y entonces él tomo el apellido de ellos”, dicen Rúben y Héctor, dos de sus sobrinos. Así transcurren los días de Ivone, una mujer sin reloj. Es la vida que eligió y sigue esos designios. Todavía no sabe hasta cuándo se quedará, de lo que sí está segura es que el tiempo que esté en Misiones lo aprovechará para recuperar el tiempo que no pudo estar con los suyos.