2021-02-28

Zorzal

La primera vez que percibí su presencia fue, a través de su canto. Un sonido suave llegaba con el viento y no pude detectar a su autor. No tengo un oído prodigioso así que no podía saber de dónde venía la melodía que tanto me gustaba. Su cuerpito se escondía entre las hojas o huía, en vuelo, lejos de mi vista. Dos árboles cubren con su sombra mi patio. Él debería haberse ubicado en las ramas del palo borracho o quizás en el paraíso.

El sábado me senté en el patio a esperar. Me preparé un mate y me puse a leer aunque estaba atenta a los sonidos. No lo escuché. De todos modos, no me iba a rendir. Sabía que a muchas aves les gustan las frutas así que decidí cortar unas naranjas y colocarlas entre las ramas. Tenía que ir a cocinar por lo tanto abrí las ventanas dispuesta a escuchar su canto. Las vacaciones en casa suelen ser aburridas pero para los que vivimos solos, estar unos días en casa no se percibe como un sufrimiento. Mi oído tuvo que agudizarse para poder distinguirlo entre los sonidos del vecindario. Alguien escuchaba cumbia, otro hacía ruidos con una máquina y alguna persona más gritaba un nombre masculino.  Lo esperé y no apareció, entonces me senté a almorzar mirando televisión. No sé si los sonidos tecnológicos taparon su canto, solo sé que me fui a dormir la siesta sin verlo ni sentir su presencia.

Cuando desperté fui al patio a buscar las naranjas. Solo vi las cascaras en el suelo. Alguien había comido la pulpa y dejó caer el resto.  Miré los restos y las marcas que se distinguían parecían pertenecer a unos pequeños picos. Quizás los había comido y por ende, tenía la boca muy ocupada para poder cantar. Hacía calor así que opté por quedarme en la sala con los ventanales abiertos controlando y enviando correos electrónicos. La curiosidad me hizo buscar en internet el canto de algunos pájaros. Empecé a buscar el canto del hornero, después de un naranjero y vi las opciones que youtube me sugería. Finalmente llegué al autor del canto, era un zorzal.

Estaba tan contenta por encontrar el sonido que me gustaba que no noté que un pájaro había ingresado a mi casa. Cuando levanté la vista de la pantalla noté su presencia. Nos miramos y vi que su cabecita giraba al oír el canto. Me observaba como con el rabillo del ojo y comencé a sentir miedo. Cerré la ventana de youtube esperando que se vaya, pero dio unos pasos hacia mí. Me sentí intimidada. No podía dejar de mirar su pico y temí ser atacada. Podría sacarme los ojos perforándolos lentamente como lo hizo con las naranjas. No iba a permitir que me lastimara. Me levanté, intentando no hacer ruido y me escondí en el baño. No sé cuánto tiempo permaneció allí, solo sé que los minutos se hicieron eternos esperando que se vaya.

Arañas

Recuerdo que la primera vez que la vi no pude hacer nada para detener su acercamiento.  Ella ingresó por la ventana con la tranquilidad de quien camina por su propia casa. Luego bajó por la pared y cuando pensé que era mi oportunidad para matarla, noté que estaba descalza. La dejé seguir su camino mientras miraba hipnotizada su recorrido. Se desplazó hasta la puerta y cuando atiné a moverme, se escondió velozmente detrás de un shampoo. El baño es el espacio que compartimos. Supongo que le gusta la humedad y la oscuridad que le brinda. No sé cuánto tiempo de su escasa vida lo vivirá conmigo porque está claro que decidió quedarse y no puedo presentar ninguna objeción. En ese lugar construyó su hogar. Las visitas que van al baño ven sus hilos y me piden que me deshaga de ella.  Sé que podría matarla fácilmente, pero ya somos familia pienso mientras la acaricio con uno de mis cuatro pares de patas. 

Crimen

El primer cajón de la mesa de luz se ubica en el suelo. Todo lo que pudo haberse encontrado dentro, se halla desparramado por la habitación. La computadora, el televisor y el microondas o un horno eléctrico han desaparecido. Quedaron espacios vacíos en los muebles de la cocina y el living. La billetera permanece sobre la cama. No hay dinero ni tarjetas. El único bien personal que se encuentra en la escena del crimen es el teléfono celular del occiso. Se lo llevarán como elemento de investigación. Quizás algunos mensajes resulten comprometedores y otorguen pistas para descubrir el móvil de la muerte.

 La puerta de ingreso a la casa no fue violentada. La luz de la sala y de la habitación permanecen encendidas. Del placard caen algunas prendas. Hay medias, pantalones y remeras repartidos en el piso. El cuerpo se ubica boca abajo, sobre una gran mancha de sangre. Se observa un disparo a la altura de la nuca. Lo han ejecutado por la espalda. Solo falta que me anime a gatillar el arma.

Grisalla

 Dentro de un marco de madera convivíamos vos y yo. La pintura intentaba reproducir un cuarto.  Se veía una mesa, tres sillas y una cama de metal. Nosotros tomábamos té mientras mirábamos la ventana. Nadie hablaba, ni siquiera se escuchaban sonidos. Solo percibía el olor a humedad que emanaba de las paredes. Entonces, nos miramos. Comenzamos a caminar por un lago con agua sucia. Tenía miedo, me rozaban las hojas y los peces. Veía tu espalda y te seguía. Confío en tu intuición, íbamos a llegar al sitio a dónde íbamos, aunque desconocía el destino. Caminaba sostenida de tu mano y la oscuridad era el motor para apurar el paso. Quise hablar pero no me oíste, intenté tocar tu hombro derecho y no me sentiste. Desperté con una sensación de ausencia, sabiéndome incorpórea y lejana. En aquel momento, escuché tu respiración entrecortada. Estaba allí, a tu lado aunque aún no sabías de mí.

Del libro “Sueño de perro” que sale en marzo.  Noelia Albrecht es Profesora de lengua y literatura de nivel secundario y terciario. Su primer obra se titula “Lo que escribí mientras no me mirabas”.

Noelia Albrecht

Te puede interesar