2015-11-28
Rencillas domésticas
Dice aplomadamente: “Cuando una pareja con hijos se separa comienza una lenta transición hasta el divorcio. Es un período traumático harto estudiado por psicólogos y abogados mediadores. El marido mudado pero aún aferrado a los bienes gananciales decide regular la pensión y opta por no entregar dinero a su ex mujer sino que le lleva alimentos y se ocupa de pagar él mismo los gastos de la casa. Su mujer no toca un peso. Hasta que se agota solita la contienda ridícula porque es una farsa guiñolesca que el tiempo diluye. No abundan entonces los gestos de confianza que antaño los vinculaba, lo que termina desmereciendo los felices años de las apariencias. El mismo síndrome pareciera tener su correlato en el interregno de la transición del mando presidencial. Una artillería de actitudes antojadizas e infantiles se ventila a los ojos de los ciudadanos, que vendríamos a ser los hijos, y asistimos como en un conventillo a reuniones tajantes, descortesías y rencores sedimentados que ya no pueden disimularse, quizá genuinos, quizá de miedos, pero inadecuados en esas esferas. Como si aún la realidad de un año agobiante de artificios democráticos y el fin del largo proceso resultaran duelo por luto para la servidora pública que cederá el sillón de Rivadavia el 10. Al fin y al cabo, el juramento, la bendita banda presidencial y el bastón de Pollarols serán el 11 un formalismo banal”.
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