2015-07-28
Mate chileno
Entonces, la yerba del Paraguay (o yerba de los jesuitas) se tomaba varias veces al día y era el primer agasajo que se ofrecía a un extranjero, ya fuera en torno al fogón en medio del campo; en una ruca indígena; o en una tertulia en un aristocrático salón santiaguino.
Las señoras acostumbraban a cebarse su mate dos veces al día, sirviéndolo en posa-mates de plata y en adornados recipientes de calabaza y en las citadas reuniones, la preparación (algo curiosa) solía incluir un terrón de azúcar en el fondo de la calabaza, antes de echar la yerba y el posterior agregado de zumo de naranjas. La señora de la casa era la primera en degustarlo.
La viajera británica Mary Graham (escritora e ilustradora, 1786-1842) relata en su diario escrito cuando recorrió Chile, que muchas veces fue invitada a conversar acompañada por un buen mate, y comenta que para los chilenos “lo primero, en la mañana, es un mate; y lo primero también, después de la siesta de la tarde. Para una familia chilena no hay placer mayor que un paseo a pie o a caballo por el campo, un mate tomado en un jardín o en las faldas de un cerro, bajo un frondoso árbol, y todas las clases sociales parecen ser igualmente aficionadas a estos rústicos goces”. Un monumento simbólico y alusivo (una pulida mano generosa ofrece un mate, emergiendo de la tosca roca) se erige en Coyhaique.
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