2014-07-14
Gambeta de luz
Sin embargo, a todos ellos y a todos nosotros, algo adentro nos decía que esas variaciones eran impropias, que el blanco no era ni amarillo ni aranjado ni azul, era un blanco boreal y ajeno. La Brazuka, esa prenda celosa que despechó al botín de Messi en la última, a los infalibles guantes de Romero, y a otros mocasines que no fueran los de Low, circuló magnetizada por la izquierda, como en un declive, de pie alemán a pie alemán y sobre el verde de aquel campo que para muchos fue simultáneamente sindrome de daltonismo, contrastaba ese color silencioso y altivo que no le pertenecía a nadie más que a los alemanes. Nuestros comandantes (como en el Granma) recibieron sus medallas, y entonces de a poco la luz organizó su prisma descabalado y despertó a los confusos ojos, y el amarillo brasileño volvió a ser amarillo pesadillesco, el azul argentino volvió a ser digno azul, el anaranjado volvió a ser anaranjado. Sólo el blanco, más rebelde que nunca, fue blanco de punta a punta.
Como se ve, a veces la luz es buena y comparte una alegría entre muchos, como cuando vemos el arco iris detrás de una lágrima.
Aguará-í
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