Terapia de pareja, una tabla de salvación con demanda creciente

domingo 04 de agosto de 2019 | 4:00hs.
Omar Nicolás Abraham
Omar Nicolás Abraham
Silvia Godoy

Por Silvia Godoysociedad@elterritorio.com.ar

“La casa se llenó de amor. Aureliano lo expresó en versos que no tenían principio ni fin. Los escribía en los ásperos pergaminos que le regalaba Melquíades, en las paredes del baño, en la piel de sus brazos, y en todos aparecía Remedios transfigurada: Remedios en el aire soporífero de las dos de la tarde, Remedios en la callada respiración de las rosas, Remedios en la clepsidra secreta de las polillas, Remedios en el vapor del pan al amanecer, Remedios en todas partes y Remedios para siempre”.

El fragmento es de Cien años de soledad y evidencia un sentimiento de naturaleza sombría: el amor es felicidad fugaz pero es más obsesión, tragedia, insomnio, orfandad.

En la gran obra de García Márquez, la búsqueda humana de trascendencia por el amor es épica y hace vivir a los personajes tortuosas horas de fiebre y guerra.
Sin embargo, al cerrar el libro y salirnos del realismo mágico a la vida cotidiana, el amor no debiera mantenernos en desazón y vigilia constantes, sino aportar armonía, respeto y compañerismo, señaló el psicólogo Omar Nicolás Abraham en entrevista con El Territorio acerca de las relaciones sanas y la herramienta de la terapia de pareja.

“El amor, como casi todos los valores, está en crisis, está desvalorizado, por así decirlo. Veo como positivo que hay una búsqueda de mejorar las relaciones, así hay parejas que recurren a la psicología como una herramienta y, a la vez, observo que los adolescentes están solos en la construcción de su manera de amar”, indicó.
Los mitos en torno de cómo debe ser y sentirse el amor, pueden afectar mucho a las relaciones y generar falsas expectativas; se requiere una reeducación en la manera de vincularnos, entendió el profesional.

“Un mito, por ejemplo, es el de la media naranja, entonces decimos que hay dos mitades que se unen y son perfectas. Y no, no es así, esas dos mitades de la naranja forman una unidad que es una pareja y puede ser algo maravilloso, pero cada una de las partes es única y no puede reducirse a la otra”.

Entonces, “la pareja implica igualdad, no en lo económico o edad o lo que sea, sino en el respeto y la confianza, esa es la base para construir una relación sana”, reseñó.

Pero qué sucede cuando en la pareja hay una interacción disfuncional como celos, control, persecución, interminables peleas.
“Cuando no hay igualdad, aparece el desequilibrio que puede generar conflicto y peleas y desencuentros hasta terminar en una ruptura. Las parejas que quieren mejorar su vínculo, que no la están pasando bien pero que apuestan a estar juntos, suelen llegar al consultorio buscando una manera de continuar y fortalecer la relación”, contó y destacó que, en la actualidad, hay una gran demanda de este tipo de atención en los consultorios.

En este punto -aportó- hay a grandes rasgos dos categorías: las parejas con hijos y años de convivencia y las parejas jóvenes sin hijos.
“Esta división está clara -marcó-, porque las parejas que tienen hijos y años de convivencia consultan por desgaste, por una suma de cosas que vienen con la convivencia y la rutina. En cambio, las parejas sin hijos que quizás no conviven todavía y son más jóvenes llegan por problemas de celos o por diferencias en sus proyectos de vida”.

Consideró que la psicología, a través de terapias breves con ejercicios que requieren que las personas se involucren, puede dar buenos resultados en el reencuentro de la pareja. Refirió que es más común que las mujeres sean las que den el primer paso al buscar la ayuda de un profesional, pero cada vez hay más varones que se animan a tomar esta decisión.

“Lo bueno es que quienes vienen a la consulta es porque tienen el deseo de mejorar, la voluntad de que el proyecto de la pareja y la familia continúe, entonces se trabaja para lograr consensos”, precisó, ya que, en la pareja, cada miembro puede tener una visión distinta de una misma situación: “No se aborda en términos de que alguien está equivocado y el otro no, a veces sucede que están en tiempos diferentes o que quieren cosas diferentes y hay que ver si quieren comprometerse a ser un buen compañero o a seguir su camino”.

Los celos, una sombra

Por su formación y la experiencia de los casos atendidos en este campo, Abraham arribó a una conclusión que le preocupa: “Los adolescentes son los que más adoptan en sus relaciones la expresión de los celos y el control. Son chicos y chicas que recién comienzan sus noviazgos y que construyen los vínculos de la manera en que han vivido en sus casas desde la infancia. Por eso preocupa tanto los celos, el control, eso de pensar que mi pareja me pertenece, que yo decido cómo se viste, con quién sale, quiénes son sus amigos”.

Añadió que hay adolescentes que vienen de hogares con buenos valores trabajados durante el tiempo, entonces van a saber dar y recibir el amor, pero quienes crecieron en un contexto conflictivo quizás no lo sepan y lleven esas carencias a sus relaciones, “hay adolescentes que están solos en la construcción de estos vínculos por la ausencia de adultos, creo que eso es algo a lo que hay que prestar atención”.

En tanto, sobre la dinámica de las terapias, describió que se tiene entrevistas con la pareja y con los integrantes por separado y que, dependiendo del análisis, son las intervenciones que indica el profesional. “Yo estoy convencido de que las terapias deben ser breves, el tiempo depende del caso, pero en general llevan desde dos meses y medio a un poco más”.

En cuanto a la infidelidad, apuntó a que “hoy con la tecnología, la infidelidad sobrevuela todo el tiempo, pero es más una fantasía de la persona que es más insegura, y esta fantasía puede no ser cierta pero se vuelve una bola de nieve y produce sufrimiento tanto del que cela como de la otra parte, esta es una interacción patológica”.

Por último, volvió a la ilustrativa imagen del amor en forma de naranja, “si vamos a buscarnos en forma de medias naranjas, intentemos ser la mejor mitad que podamos ser, esa que viene a complementar con empatía, a acompañar, a apuntalar el desarrollo de la otra persona y el nuestro; no somos dueños de nuestras parejas”.