Se interrumpió el deseo de que los hijos de Claudia Dino crezcan juntos

domingo 05 de mayo de 2019 | 7:00hs.
Se interrumpió el deseo de que los hijos de Claudia Dino crezcan juntos
Se interrumpió el deseo de que los hijos de Claudia Dino crezcan juntos
Cristian Valdez

Por Cristian Valdez fojacero@elterritorio.com.ar

“Lo que tuvieron que atravesar estos chicos es terrible. Sabiendo que en muchos casos como este van a parar en algún hogar de tránsito hasta tanto alguien los adopte, deseamos con todo el corazón hacernos cargo y tenerlos juntos, para que crezcan unidos como hermanos. Tenemos dos hijas chicas, nuestra casa no es grande pero amor sobra. No podemos permitir que los separen. No se merecen crecer lejos unos de otros”.
Ese fue el anhelo -plasmado en palabras- de Miriam Fernández, cuñada de Claudia Dino (27), la joven asesinada a puñaladas a mediados de septiembre del año pasado por quien en ese momento era su pareja, Daniel Omar Salvayot (18).
El femicidio, cometido en la localidad de San Martín de Tours (cerca de Oberá), sacudió a los pobladores no solamente por la forma en que el asesino esperó a la mujer, agazapado en una letrina, sino también porque las víctimas colaterales fueron cuatro niños de 12, 10, 7 y 3 años que no superan la traumática experiencia de tener que ver morir a la mamá.
De ellos habló Miriam al principio. Es la concubina de Carlos Dino y como tía propuso hacerse cargo de todos con la esperanza de que no los separen.
Fue consecuente con la idea desde los minutos posteriores al crimen, ese fatídico 15 de septiembre. Los protegió en su casa y ponderó el bienestar de ellos por sobre el propio. Sintió que su deber era apoyar cada paso de los niños durante el tiempo que se lo permitieran.
Los cuidó como únicos durante pocos meses porque su deseo no prosperó. Judicialmente se dispuso que los hermanos no crezcan juntos, por lo que, en función de eso, los tres más grandes están ahora con el papá biológico que vive en Oberá junto a otra familia y únicamente Ariana -de 3 años- permanece a su cuidado, por ahora, porque el progenitor también demostró interés en llevarla.
Esa decisión los entristeció. “Duele, no era lo que deseábamos. Pero cuando el hombre apareció un día supuestamente interesado en sus hijos, le dije a mi señora que teníamos que estar preparados. Un día llevó a uno, otro día los sacó a pasear a los otros y así los fue alejando, sacándolos del entorno donde estábamos viviendo y cuando nos dimos cuenta, los llevó definitivamente”, refirió Carlos en una breve charla mantenida con El Territorio en el patio del Hospital de Pediatría de Posadas.
Su malestar tiene que ver con que el padre “ahora se presenta como padre y aunque de hecho lo es, vaya a saber por qué está interesado, ya que nunca prestó atención. Mi hermana los crió sola, siendo tarefera y trabajando de sol a sol, porque él jamás pasó un peso para alimentación o la escuela. Los chicos no lo conocían porque nunca estuvo interesado en ellos”.
“Por ahora la tenemos a Ariana, la más chiquita, que extraña a sus hermanos y pregunta por ellos, pero no podemos hacer nada. Igualmente estamos decididos a acudir a la Justicia para que entienda que ellos no deben estar lejos. Perdieron a su mamá de una forma cruel como para tener que aguantar esta situación tan triste. Nuestro deseo siempre fue criarlos con amor, no puedo entender cómo le ceden la tenencia a un hombre que nunca les dio atención, que los maltrataba”, cuestionó.

Círculo de violencia
Pocos días después del femicidio, el entorno cercano de Claudia reveló datos sobre su pasado hasta ese momento desconocidos. La calificaron de buena madre, tarefera incansable y muchas veces changarín, siempre con sus hijos como norte.
En paralelo a eso dieron cuenta de una personalidad hostil, interpretada como una especie de coraza como consecuencia de muchos años de maltrato físico y psicológico. Es que -dijeron- si bien su relación con Salvayot era complicada, la anterior lo habría sido aún más, por eso había decidido separarse.
Cuentan sus familiares que la relación anterior no habría sido nada fácil, que sufrió junto al hombre con quien tuvo a los tres hijos y quien, a pesar de todo, se quedó a cargo de ellos.
“La judeaba mucho. Le cortaba el cuerpo con cuchillo, la tenía bajo amenaza constante y sufrió siempre. En medio estaban sus chicos, padeciendo igual que ella un riesgo permanente”, coincidieron.
En ese entonces, Claudia vivía en una chacra de Colonia Alberdi y en un breve paso por el hospital de Oberá pidió ayuda a una conocida que le dio asilo en su casa. “Me contó que no aguantaba a quien era su pareja. Dijo que tenía miedo de que le pase algo a ella o a sus nenes porque la maltrataba tanto que a veces no la dejaba dormir y tampoco salir de la casa. Le hacía cortes en las piernas, en los brazos y sentía que no iba a poder resistir, por eso le dije que venga a casa con los chicos”, recordó Delia Duarte.
Siete meses estuvo en la vivienda prestada. En ese ámbito se sintió segura y contenida porque estaba rodeada de mujeres que se vigilan unas a otras y hasta encontró las amistades que nunca tuvo. El fútbol la integró a un grupo casi inseparable.
En base al propio esfuerzo pudo acomodarse en otro sector del mismo barrio. Decidió no salir de ese círculo casi familiar que se fortalecía cada sábado en la cancha del complejo municipal. Y ahí conoció a Salvayot, el hombre que finalmente la mató.