¿QUERES RECIBIR NOTIFICACIONES DE LAS NOTICIAS MAS IMPORTANTES? HACE CLICK ACÁ

Trabaja desde 2007 en la reconocida firma General Electric

Raúl Rebak, de ir a la escuela descalzo a manejar por Manhattan

Con 67 años Raúl Rebak vive de las oportunidades. Las enseñanzas de la chacra y escuela primaria, el salto a la facultad y el camino al conocimiento: “Siempre me jugué y arriesgué”
miércoles 03 de enero de 2024 | 6:05hs.
Raúl Rebak, de ir a la escuela descalzo a manejar por Manhattan
Raúl Rebak, de ir a la escuela descalzo a manejar por Manhattan

La alegría del niño por haberse ganado la pelota en el negocio de Doña Teresa no tenía límites. Volvió a la chacra, la infló y en el primer remate de su hermano el balón pasó el cerco. Con la oscuridad de la noche presente, de inmediato escucharon una explosión. “Tuvimos tanta mala suerte que la pelota entró al horno en el que mamá estaba por hacer pan y explotó”. De esas hay innumerables historias en la memoria de Raúl Rebak, el ingeniero químico y doctor en Ciencias de los Materiales que no presume del lugar que ocupa, pero sí levanta la bandera de creer en las oportunidades. El que recuerda las ocasiones en que iba descalzo a la escuela en la Sierra San Juan, “porque teníamos una sola alpargata”, y que hoy puede recorrer Manhattan como si fuera algún trillo de la tierra colorada. Pero hay algo que lo describe a Rebak, la esencia de su tierra. Comparte su conocimiento, lleva adelante acciones solidarias y proyecta su futuro a corto plazo que, según expresó, estará en la tierra colorada.

Portó la bandera nacional en la escuela secundaria, la Normal 7.

Hoy es una de las caras visibles de General Electric, la reconocida firma de Estados Unidos, país al que arribó a fines de los 80 a través de una beca del Conicet. Pero antes hubo un recorrido que le abrió puertas producto de la casualidad y la causalidad y que comenzó a gestarse cuando de la sierra se mudó –cuando era apenas un niño- a Concepción de la Sierra para terminar la primaria y luego la secundaria. Ya adolescente fue la profesora Beba Danekilde quien le sugirió de forma seria: “Tenés que estudiar ingeniería química”. “Yo no tenía idea de lo que era la universidad”, se sinceró Raúl, en diálogo con El Territorio hace un puñado de semanas, antes de emprender regreso a Estados Unidos, previo paso por Buenos Aires.

“Crecí en la chacra, en San Juan de la Sierra. Hice la primaria hasta 5º grado en la sierra y el 11 de agosto del 66 empecé en Concepción de la Sierra en la Escuela 27”, recordó. “La señora de Encina fue mi maestra, ella fue la que me salvó y en el 69 empecé con 12 años la secundaria. Mi papá falleció en el 88, yo vivía solo en Concepción en una casita chiquita frente a la escuela, la casita no tenía agua corriente ni luz. No sé cómo sobrevivía, me rebuscaba de alguna manera. A veces me traían cosas de la chacra o algunos me invitaban… Mi comida favorita en ese tiempo era un cubito de caldo que derretía en una cacerola con un poquito de aceite y le ponía el arroz. Freía y comía eso… Cuando teníamos hambre teníamos una libreta y comprábamos en lo de Sivir (comercio de ramos generales en Concepción) y mi papá vendía yerba y pagaba. A veces íbamos y no nos quería vender porque papá demoraba en pagar. A veces íbamos con mi hermana más chica caminando a la chacra, eran tres horas, 16 kilómetros. A la vuelta traíamos un pedazo de chancho, cosas así y vivíamos así, nos arreglábamos”, precisó.

“Yo nunca tenía mucha ropa, si ves las fotos era muy miserable. No tenía ni para los libros pero tenía constancia, para mí era una obligación. No podía ir no preparado (a la escuela). Mi lema es sin quejas ni excusas, hacés o no hacés, es lo único que vale”, reflexionó Rebak, quien compartió: “No me doy cuenta de lo que viví en esa época, por eso nada me molesta. Valoro mucho eso, constantemente pienso en eso, mi espectro es fabuloso, de ir descalzo a la escuela a manejar por Manhattan un auto lujoso”. Ante la consulta de El Territorio acerca de si transmite su experiencia, con un gesto de emoción subrayó que “nadie quiere escuchar” porque los chicos jóvenes “no entienden eso, no quieren escuchar, cuento si salen las cosas. Si no, no lo hago. Yo era el único pobre, todos mis compañeros de escuela estaban bien”.

A pesar de que eran otros tiempos, se animó a instalarse en Posadas, se graduó en la Unam y logró la beca para irse a Buenos Aires. Mientras duró su estadía en la capital provincial, primero vivió en casa de familiares. Luego se mudó a un conventillo por la avenida López Torres, hasta que consiguió trabajo en la universidad como ascensorista. Con su evolución en la carrera, más adelante llegó el cargo de ayudante. Después llegó el Conicet, una nueva beca y la posibilidad de arribar al país del Norte sin escalas. “Mi profesor en la facultad me quería mucho y me hizo aplicar para la beca en el Conicet, en la Comisión de Energía Atómica. Hice carrera y me fui a Estados Unidos”, repasó el ingeniero, que le sacó el jugo a su estadía en Buenos Aires antes de emigrar: logró un puesto en la Facultad de Exactas, fue jefe de trabajos prácticos y “vivía bien, iba al cine, leía mucho, estudiaba ruso, francés…”. Hizo una pausa y aclaró: “Nunca dije que no a las oportunidades, siempre me jugué, arriesgué. Mucha gente no lo hace, dice no voy a dejar esto para agarrar eso y hay que despegarse”.

Sobre su tarea hoy, contó que “mi empresa me apoya totalmente, voy por las universidades y veo los talentos y tratamos de contratar, siempre se necesita talento nuevo. Para trabajar en mi compañía no sólo se necesita ser creativo, sino personalidad”.

Apenas arribado a Estados Unidos, estuvo en la universidad entre el 89 y el 95, ahí hizo el doctorado en Ciencias de los Materiales, “me moví un poco de química en metalúrgica”, aclara. Dentro de metalúrgica, su especialidad es corrosión… cómo los materiales se degradan por interactuar con el medioambiente. “No hay nada para siempre”, cuenta, “es lo mismo que un material: una heladera se pone vieja, se rompe y no funciona, lo mismo que el cuerpo humano. Y eso viene en la parte de la termodinámica, porque todos los metales, el acero, todo, viene de minerales… siempre digo vuelven a ser minerales y nosotros tratamos de evitar, pero es inevitable. Hay una energía positiva para volver a ser mineral, nosotros aplicamos mucha energía para sacar el metal del mineral y el proceso es volver al estado natural”, describió.

En el 96 le contrató una empresa que fabricaba aleaciones de varias especialidades en el estado de Indiana (se fue de Ohio), allí trabajó cinco años más, hasta el 2000, “ahí me fui a una compañía que hace equipos de transmisión de fluidos, en Cleveland. Y duré un año porque los dueños eran muy de derecha. Después fui a la universidad de California, estuve seis años, es un centro muy importante y trabajé en qué hacer con los residuos nucleares, al final del ciclo. Y en 2007 me fui a Nueva York a trabajar para la General Electric”.

¿Qué función cumple en la empresa?

Soy jefe de proyectos. Escribo propuestas al gobierno de Estados Unidos. Por ejemplo, ellos tienen una política que dicen ‘vamos a invertir’ en este tipo de cosas relacionado a energía y ahora más con (el presidente Joe) Biden; y hay un llamado a propuestas para desarrollar un nuevo material resistente a accidentes en centrales nucleares. Y entonces yo escribo, digo ‘propongo este material, va a costar tanto, va a llevar tantos años’ y ellos dicen si vale la pena. Siempre me dieron plata, saben que soy capaz de entregar lo que prometo, por eso dan la plata. La primera vez me dieron en 2012 y desde ese momento siempre me renovaron, y son millones y millones. Tengo mi equipo de científicos, pero no nos alcanza todo. Entonces contrato universidades, laboratorios nacionales e integro todo y doy los informes.

“Es exclusivo energía, mi idea es muy precisa. Un área dentro de la energía nuclear, los combustibles y dentro de ésta el revestimiento de las vainas de combustible. Pero también soy ingeniero en corrosión y ayudo en otras áreas, pero la filosofía de la compañía es ‘vamos a contratar un especialista en cada área’. Y si yo necesito, por ejemplo resolver un problema en una turbina de un avión, hacen un equipo y resuelven el problema”, reseñó.

Agregó que General Electric “es muy grande”, son 300 mil empleados en 120 países, “tenemos maquinarias para exploración para petróleo y gas, incluso estudios de televisión, hacían de todo. Y ahora, como la bolsa no le da mucho crédito, decidieron dividir en tres subcompañías. Yo estoy en la parte power, que sería energía eléctrica y en esa parte pertenezco al grupo de investigación en la parte nuclear”, reflejó.

Se lo nota compenetrado con lo que hace. A pesar que entre los planes de este año están soltar un poco tanta responsabilidad, ocupar el tiempo libre y radicarse en Posadas. En menos de un año planea jubilarse y proyecta: “Siempre quise leer más y tener más tranquilidad, convencer a mi marido que venga a vivir acá. Vamos a ver… otra cosa que quise hacer fue ayudar a la Universidad (de Misiones). Me contactaron mucho, trabajo con las chicas de investigación, la compañía donó equipos y les traigo siempre lo que necesitan. Nunca perdí el vínculo con la facultad, igual que con la Comisión de Energía Atómica”.

Contó que cuando se jubile, la compañía lo contratará por un año como asesor. En el medio continuará como editor de la revista alemana especializada en corrosión, seguirá trabajando con la editorial holandesa con la que publicó su libro pero también habrá pausas. “Quiero usar bien mis días, me gusta la idea de la siesta misionera, me reenergiza; y pienso ir seguido a Buenos Aires a ver teatro, ópera…”, detalló, auténtico, este científico que conquistó las grandes ligas, pero no pierde su esencia: la que abrazó en la sierra misionera.


Perfil

Raúl Rebak
Científico/67 años
*Estudios primarios en escuelas 670 (Sierra San Juan) y 27 (Concepción de la Sierra)/ Ingeniero químico (Unam), becado en la Comisión Nacional de Energía Atómica. En 1988 el Conicet lo becó para la universidad de Ohio (Estados Unidos). Doctor en Ciencias de los Materiales, desde 2007 trabaja en General Electric. Editó el libro ‘Materiales resistentes a accidentes para combustibles en reactores de agua liviana’.

Una mirada sobre la energía atómica y su aceptación

¿Que opinión tenés sobre esta nota?