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Generación de universitarios de los 60

miércoles 20 de diciembre de 2023 | 6:00hs.

Pertenezco a la generación de universitarios de los años sesenta. Época en la cual comenzaba a murmurarse la consigna del “luche y vuelve”. Tiempo de la Declaración de La Habana y los comunistas troskos por un lado y los bolches por otro, se declaraban enemigos irreconciliables. Momento en que el país soportó los golpes militares del 62 y del 66, y el partido militar ejercía el control de la política argentina. Por el contrario, la FUA (Federación Universitaria Argentina) se erigía en baluarte de la defensa de la democracia con el recordado eslogan de la Reforma Universitaria “Haremos astillas de nuestras cátedras en defensa de la dignidad Argentina”. 

En ese universo estudiantil la movida no sólo residía en estudiar, pasaba también por defender la democracia y bregar por las reivindicaciones de las mayorías populares postergadas en sus aspiraciones. Luchar contra la omnipresente amenaza de los golpes de Estado y del séquito de civiles que instaban a los militares a tomar el poder. Consistía en tratar de entender la creciente desigualdad social y si esta tenía su origen en la lucha de clases, en tal caso, qué doctrinas, métodos o formas de gobierno debían aplicarse en la búsqueda de un rumbo. Así se fueron creando grupos con ideas afines unos, de ideas contrarias otros, para después, con el correr de los años y ya profesionales, seguir militando en diversos partidos políticos considerándose, entre ellos, adversarios en las ideas, no enemigos como en la actualidad, consecuencia de la tremenda grieta que padece el país por culpa de políticos odiadores.

Las consecuencias de la falta de ética de esos odiadores mesiánicos fue nefasta cuando tuvieron poder en la función pública.  Está a la vista: la tremenda inflación que no tiene techo, el tendal de pobres que suman más del 50% de argentinos y la manifiesta corrupción que hicieron millonarios a conspicuos funcionarios y sus cómplices amigos.

Sócrates fue el fundador de la filosofía moral. Posteriormente, Aristóteles denominaría con el nombre de ética: tratado del carácter y de la virtud como hábito de hacer el bien. Acusado de ateísmo y relajar a la juventud, Sócrates fue condenado a morir bebiendo cicuta. Pudo salvar su vida eligiendo el destierro o huyendo de Atenas. Pero eso significaba abjurar de sus ideas, de sus enseñanzas éticas y desobedecer a la justicia que tanto defendía y lo había condenado. Por eso prefirió beberla. Esa moral tácita de Sócrates se considera el genoma primario de la ética greco-latina que luego se extendería por el mundo occidental y cristiano. Constituye, por cierto, hasta hoy día, el sostenimiento primordial de la sociedad y del grupo familiar de donde saldrán los hombres y mujeres de bien, que tendrán por destino desarrollar las diversas actividades humanas y, entre ellos, quienes se dedicarán a la política. La política, se sabe, es el arte de lo posible. Pero de lo posible en concretar el bien común del gobernante hacia los gobernados, cimentado en los valores inestimables de la honradez, la justicia ecuánime y la libertad en democracia.

En tal sentido nuestra generación tuvo maestros que en Misiones nos enseñaron cómo actuar con ética en la función pública. Mis antiguos ministros de Asuntos Agrarios Ramón Rosauro Arrechea y Martín de la Mata. Del Gobernador Miguel Ángel Alterach, antes don Aparicio Almeida. En tanto los radicales gozaban del espejo donde mirarse en don Mario Losada, el Dr. Atilio César Errecaborde y un presidente en Arturo Illia. Los socialistas por su parte tenían de ejemplo a los hermanos Vicente Mariano y Mariano Vicente Díaz, sin olvidarnos del austero García Rincón, quien supo mantener la sede del PS en la calle Santa Fe, local que en el año 60 la madre del Che Guevara fue invitada para dar una conferencia.

Recuerdo cuando Juan Manuel Irrazábal y el Chango Ayrault, los mandatarios provinciales, salían de la casa de gobierno, sentarse en un banco de la Plaza 9 de julio, conversar con la gente mientras se hacían lustrar los zapatos, o correrse al bar y café Tokio, el mítico figón de los hermanos Yamaguchi, como simples parroquianos. 

Para terminar un ejemplo de valor cívico que ya conté una vez. “El profesor de historia y ex rector del colegio nacional Martín de Moussy, Juan Olmo, fue un intelectual distinguido. Con otros pares, León Naboulet, Blas Franco, Soriano Romero, Mariano Díaz, José Márquez, José M. López y Ezequiel Leiva, fundaron la Biblioteca Popular de Posadas el 1 de diciembre de 1913 bajo la presidencia del profesor Soriano Romero. Presidencia que él ocupara después, por varios años.  Juan Olmo, a quien tuve el gusto de conocer, fue nombrado ministro en época del gobierno de don Gregorio Pomar. Éste, sin decirle nada a don Juan, nombra a su hija María Elisa vocal en el Consejo de Educación. Contenta, la hija va y le comenta a su padre la buena nueva. Juan Olmo le contesta: ‘Te felicito hija, pero cuando tú entres por una puerta, yo me iré por otra’. El funcionario ético comprendió que sería nepotismo.

El nepotismo es la preferencia que tienen algunos funcionarios públicos para dar empleos a algunos familiares o amigos, sin importar el mérito para ocupar el cargo.

Los nombrados ya no están en este mundo. En vida fueron ejemplos de ética política.

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