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¿Se puede seguir aprendiendo pese a una edad avanzada?

jueves 07 de diciembre de 2023 | 6:05hs.

Muchos de nosotros pensamos ‒y creemos‒ que además de las cosas que ya sabemos, como andar en bicicleta, manejar auto o moto, cocinar, usar el celular, regar el jardín, escribir textos no muy largos, jugar a otros deportes que ya jugamos, quizás no aprendamos más…

En un interesante libro de un especialista argentino en el funcionamiento de nuestro cerebro, el doctor Mariano Sigman, afirma que nadie tiene limitada su capacidad de seguir aprendiendo a lo largo de la vida, pese a los años, y que todo depende de nuestra actitud ante ese desafío.

Como ejemplo personal, en mi propio estilo de teclear la computadora, yo uso solamente dos dedos: los índices de las dos manos y algún otro, mirando y buscando con la mirada cada letra y su tecla correspondiente, mientras que mis hijos, sin haber hecho cursos de dactilografía, usan todos los dedos y logran dedicarse, mientras van tecleando textos en sus PC ‒por ejemplo en Word o PDF‒ a pensar en el estilo de la redacción, si poner capítulos o no, charlando con otro amigo, etcétera. Yo los veo teclear y pareciera que sus dedos tienen vida propia.

Pues dice Sigman que ya alguien pensó en que el estilo rápido de escribir a máquina o en la PC se puede mejorar, hay quienes han llegado a las 60 o 100 palabras por minuto, y agrega que el récord mundial lo tiene Stella Pajunas, con 216 palabras por minuto, en la época que Sigman escribió su libro.

Es más, psicólogos han determinado que cada uno, en nuestras diferentes actividades, llega a su personal “techo constitutivo”, generalmente alejado de los máximos rendimientos, quedándonos en la llamada “zona de confort” en la que encontramos un equilibrio entre el deseo de escribir más rápido y el esfuerzo que demanda mejorarlo. A este punto se lo ha llamado “umbral OK”.

Y esto también sucede en la manera de manejar, de jugar al fútbol, al paddle, al tenis o ajedrez.

Y como el libro que estoy leyendo considera que los humanos somos seres sociales, afirma que esta trama de aprendizaje en el ciclo de nuestra vida se replica socialmente en la historia de la cultura. Hace cien años, muy pocos deportistas lograban correr la maratón (prueba deportiva de atletismo que consiste en correr a pie un recorrido de unos 42 kilómetros) en menos de dos horas y media. Hoy, con ese tiempo no llegamos a ninguna medalla olímpica.

Y no solamente en el deporte, en Europa, muchos excelentes violinistas no podían ejecutar ciertas melodías de Tchaicovsky “porque era técnicamente imposible”; hoy, esas mismas melodías están al alcance de muchos intérpretes de violín del mundo.

Un tal Francis Galton, polímata (persona que sabe mucho de varias especialidades) británico, afirmaba hace años que el don, techo puesto por el talento, es constitutivo de cada uno de nosotros, y que la “garra”, el camino para progresar a través del aprendizaje, está disponible para todos.

O sea que, si me propongo ‒sin importar el tiempo que tarde‒, lograré escribir en el teclado de la computadora con todos mis dedos.

Y si no lo logro, no será un problema de capacidad, talento o resistencia física, será psicológico…

También he descubierto que a nivel internacional, el fomento de la educación de adultos se promovió tras el fin de Segunda Guerra Mundial con el impulso dado por la Unesco y desde finales de la década de los años 1970 se incorporó a las premisas del Estado de Bienestar. Uno de sus objetivos, en general, era ser un tipo de educación compensatoria, reingresarndoa los adultos al sistema educativo. Para la década de los setenta, dio un giro, sobre todo en América Latina, al considerar la tendencia de la Educación popular, de la cual se esperaba ser un arma de lucha para los más desfavorecidos.

El chat GPT de inteligencia artificial me dice: “Sí, los adultos mayores pueden aprender a lo largo de toda su vida. El aprendizaje no tiene límite de edad, y numerosos estudios sugieren que la participación en actividades educativas puede tener beneficios significativos para la salud cognitiva y emocional de los adultos mayores”.

Y agrega: “Es importante reconocer que cada persona tiene su propio ritmo de aprendizaje. Algunos adultos mayores pueden preferir un enfoque más estructurado, mientras que otros pueden sentirse más cómodos con un aprendizaje más autodirigido”.

Invito a alguno de mis lectores que dentro de seis o más meses me pregunten: “Don Ferrari, ¿cómo le fue en su interés de aprender a teclear en su PC con todos los dedos?”.

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