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Lo que pudo ser y no fue

miércoles 15 de noviembre de 2023 | 6:00hs.

Cuando los sucesos de la historia son reconstruidos por hechos históricos modificados, se transita por caminos distintos al que conocemos. A este rumbo distinto de la historia real -del que pudo ser y no fue- se denomina ucronía, la utopía de la historia.

 El término fue acuñado por el filósofo Charles Renouvier (1815-1903) quien inauguró el género de ciencia ficción con su novela titulada, precisamente, Ucronía. En ella narra la escisión entre la zona oriental del Imperio Romano donde predomina la religión cristiana, y la zona occidental regida por un espíritu republicano. De modo que toda la historia de Occidente se desarrolla por cauces diferentes al de los hechos reales. 

Otro autor de ciencia ficción, Philip Dick, en su novela *El hombre en el castillo alto*, narra un mundo diferente  en que las Potencias del Eje ganan la Segunda Guerra Mundial y los Estados Unidos ha sido dividido en tres partes: los del Pacífico en la costa oeste, el Gran Reich en la costa este, y la zona neutral en las Montañas Rocosas. 

Para los eruditos, Ucronía es una palabra que funde otras dos: utopía y cronos (tiempo) y según la Real Academia Española es la historia reconstruida lógicamente de tal modo que habría podido ser y no ha sido.

En términos práctico supone que, en un momento clave determinado, la historia sufre una modificación que la hará discurrir por un camino distinto al que conocemos. Es por lo tanto un mundo imaginario de ciencia ficción y fantasía. En síntesis, es la búsqueda de mundos posibles.

A partir de ese momento de ciencia-ficción, los autores se lanzaron a imaginar mundos en los que Colón nunca emprendió su viaje a las Indias, donde la Segunda Guerra Mundial vio el triunfo del eje compuesto por el Tercer Reich de la Alemania Nazi, del Imperio de Japón y la Italia fascista de Mussolini. Los Estados Unidos divididos en regiones, el Japón se apodera de Asia incluida China y la Italia domina todo el sur de Europa.

En este rumbo aconteció que, en esta parte de América el 11 de marzo de 1641, se libró la batalla de Mbororé sobre el río Uruguay. Fue una lucha brutal donde la poderosa fuerza luso-bandeirante que doblaba en número a las huestes defensivas misionera y guaraní, fue derrotada completamente liberando de esa forma y para siempre del asedio del imperio lusitano. Si al contario, los vencedores hubieran sido los atacantes, la Mesopotamia, el Paraguay y la Banda Oriental hasta el Potosí serían hoy territorio brasileño. Pues, en esta ucronía aquí expuesta, en la no ocurrencia de la parte real de la historia que especula sobre realidades alternativas, el imperio lusitano se hubiera apoderado de los ríos Paraná y Uruguay hasta la desembocadura del Río de la Plata, construyendo su gran puerto en el actual Montevideo.  Por estos lares, no hubiesen nacidos San Martín, Juan Bautista Cabral, Genero Berón de Astrada y el General Madariaga. Tampoco Gervasio Artigas y nuestro Andrés Guacurarí. No se habrían librado las batallas de Vences Rincón, Pago Largo, Caa Caty donde triunfó Andrés Guacurarí en su avance hacia Corrientes, ni la batalla de Asunción del Cambay, el lugar que Sití venció a Artigas y lo obligó a su ostracismo definitivo. Tampoco hubiesen aparecido las figuras de Justo José de Urquiza y del Mariscal Solano López, por ende, no habría ocurrido la sangrienta guerra de la Triple Alianza y las consecuencias nefastas de Paraguay. Tampoco el Combate de la Vuelta de Obligado el 20 de noviembre de 1845 ni se recordaría esa fecha como el día de Soberanía Nacional. Fecha que en la realidad impusieron los historiadores porteños en 1974, ignorando por completo que la verdadera emancipación se produjo el 11 de marzo de 1641 en Mbororé.  El día de la verdadera soberanía nacional.

Toda esta narrativa aquí expuesta es la historia de nuestra patria chica. Y la historia versa, no sobre las cosas o personas en sí mismas, sino sobre sus acciones y los resultados de éstas. Describe los hechos, los sucesos, y los acontecimientos en un contexto y época determinada. Y si estamos involucrados, como decía Ortega y Gasset, somos nosotros y nuestras circunstancias.

Si la historia es el resultado de las acciones de los hombres y estos desaparecen, entonces, a partir de sus ausencias es otra la historia. Siguiendo este razonamiento ucrónico, los Misioneros deberíamos hacer un acto de contrición y preguntarnos ¿Qué opinión tendrían nuestros mártires de ayer con la presente situación de nuestro país en lo concerniente a su realidad política, económica y principalmente en la falta de aplicación de la Justicia Social dirigida a contener y proteger a los más humildes, a los parias y carenciados? ¿Estarían de acuerdo con la falta total de identidad e ideologías que exponen sin ningún tipo de escrúpulos políticos del momento que se muestran hoy en un partido, mañana allá y pasado acullá?

Son hombres sin principios, oportunistas de la política. Y bien se sabe que los oportunistas, igual que los fenicios, no tienen principios solo intereses. Es como socarronamente Groucho Marx se auto-definiera mimetizándose con ellos: “estos son mis principios, si no le gusta tengo otros”. Conceptos que le cae como sayo a conspicuos diputados, concejales y variopintos personajes de la fauna política nacional, y que algunos descaradamente hasta se animan a consideran como una nueva forma de hacer política

Para cerrar el capítulo, una disquisición. Si la ucronía es la imaginación contraria a la realidad de los hechos concretos, es decir, si en un punto de partida la historia hubiera tomado otro sendero ¿En qué condiciones estaría nuestro país de tener actualmente en la actividad cotidiana a tanta gente pensante que fueron aniquiladas, precisamente, por ser pensantes?

 

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