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Quién fue Antonio Gramsci

jueves 09 de noviembre de 2023 | 6:00hs.

Antonio Gramsci fue un pensador italiano de izquierda –de la época de Mussolini– cuya principal actividad política fue, durante su detención de varios años, escribir numerosas reflexiones ideológicas que han quedado en el olvido durante muchas décadas, hasta que el peligro de la reaparición del fascismo, en Europa y Latinoamérica, han recobrado actualidad.

Gramsci señalaba que la acción política es expresión de la praxis que históricamente se manifiesta como economía y filosofía en su proyección presente y futura. La política refleja las tendencias del desarrollo del bloque histórico, en el cual el grupo dominante, estimulado por su prestigio económico, impone su cultura, ideología y organiza la sociedad. Los sectores dominantes                     –minoritarios– buscan los mecanismos para mermar la resistencia y contar con el consenso de las mayorías dominadas, enfoque totalmente de izquierda, diríamos hoy.

Para muchos analistas de diversas orientaciones de Occidente, Gramsci fue uno de los más importantes intelectuales orgánicos del Siglo XX.

Como otro gran ejemplo, la expresión sociopolítica de Gramsci: “Cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, hay un claroscuro, y de ese claroscuro surgen los monstruos”.

Y el analista argentino Hugo Presman -en su reciente nota sobre las próximas elecciones nacionales “Hay que evitar el suicidio”- señala específicamente: “Sí, los mismos monstruos que se encuentran en el futuro nacional abriendo una puerta que nos conduce a un doloroso suicidio”.

Precisamente deseo reflexionar sobre estos dos pensadores ante la perspectiva anunciada por Cristina de que en estas elecciones no enfrentamos una dupla sino un trío; obviamente el trío estaba integrado por el Frente de Todos, Juntos por el Cambio y los libertarios.

En las plataformas electorales definidas, se supone que el frente Unidos por la Patria pondrá el acento en el rol del Estado en las cuestiones sociales de empleo, industrialización, salud pública, educación gratuita, jubilaciones dignas, planes sociales para desocupados e indigentes, viviendas, turismo nacional, severo control del mercado exterior, etcétera.

El sector Juntos por el Cambio ponía el acento en reducir fuertemente el rol del Estado, controlar las frecuentes movilizaciones sociales, privatizar la salud, la educación, Aerolíneas Argentinas, numerosas empresas estatales, reducir drásticamente los planes sociales, renovar los acuerdos con el FMI en los términos que los EE.UU. impongan, congelar –también hasta donde se pueda– las jubilaciones y las remuneraciones laborales, reducir las prestaciones de Pami, suspender las paritarias, derogar indemnizaciones laborales y otras medidas afines.

Los libertarios, además de estas medidas, avanzarían drásticamente en lo económico y financiero: cerrar el Banco Central, eliminar los ministerios de Trabajo, de Salud, Desarrollo Social, reducir drásticamente el apoyo estatal a pymes y emprendimientos productivos menores, eliminar la indemnización por despido, liberalizar totalmente el mercado de cambios, evaluar y estimar la dolarización de Argentina, en todo aquello que las personas puedan resolver por sí mismas, no intervendrá nunca el municipio, las provincias o la Nación, y en lo que los municipios puedan resolver, no intervendrá nunca el gobierno provincial o el nacional.     

Se reorganizarían los roles de las FF.AA., Gendarmería y policías ante las movilizaciones públicas y el crecimiento del delito callejero. Evidentemente son los monstruos que preanunciaba Gramsci hace medio siglo.

Los pueblos no se suicidan, dicen los optimistas; pero hay sobrados ejemplos de que lo intentan, responden los pesimistas. Escribió el cantautor Joaquín Sabina que “No hay peor nostalgia que añorar lo que nunca, jamás sucedió”, cita Presman.

Además, siempre el poder judicial ‒hoy la última trinchera del poder económico‒ fue parcial, los empresarios evaden y fugan capitales; las policías encuentran sus mayores ingresos entrando al delito que deben evitar; ha habido políticos que usaron los votos que los eligieron traicionando a sus representados, transformando las promesas en papel picado. Tal vez la diferencia estriba en que hoy no tienen pudor de que todo esto se exhiba impúdicamente.  

Hoy convivimos con antivacunas, con creacionistas, con apologistas del terraplanismo (que la Tierra es plana, no esférica), pero al mismo tiempo irrumpe la inteligencia artificial abriendo un escenario incierto, ya que, pese a que esta inteligencia consulta decenas de miles de links en pocos segundos, tiene la orden de, por ejemplo, no consultar las páginas de Telesur o Clacso, entidades ideológicamente opuestas al neoliberalismo.

La presencia y crecimiento de los llamados “libertarios” produjo un desplazamiento de la sociedad hacia un conservadorismo feroz, presentado y recibido en franjas                         –fundamentalmente de varones jóvenes– como nuevo y esperanzador. Si Milei aboga por la libre portación de armas, y Bullrich sostiene que Argentina es un país libre, por lo que el que quiera andar armado, puede ir armado.

Lamentablemente, la argamasa que unifica a estas orientaciones en diferentes organizaciones políticas es el odio. Un odio difamatorio y denigrante que desprecia al semejante, se satisface con la venganza, la calumnia y la discriminación. Un odio que demoniza a la política, a los inmigrantes, a los gays, a los jubilados, sindicalistas y dirigentes populares…

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