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Relatos de Misiones la hermosa

miércoles 06 de septiembre de 2023 | 6:00hs.

En septiembre, mes de la primavera que incita al amor y a la convivencia de la buena vecindad, en la antigua República Misionera Jesuita y Guaraní, ocurrieron sucesos que después se convirtieron en leyenda.

La Leyenda del Tucán: Contaba el Chamán en sus rondas nocturnas que Tucán era un mitaí mal acostumbrado que se filtraba en las fiestas sin ser invitado. Cierta vez Arasy, la diosa de la luna, organizó una fiesta de disfraces y Tucán sin ser invitado se filtró como de costumbre. Bien disfrazado y con la cara tapada nadie lo reconoció, motivo que lo incitó a bailar y a beber como el que más. Arasy, sin embargo, se dio cuenta de quién era y mandó a una de las doncellas a que lo invitara a beber de una enorme calabaza. Obediente, la muchacha cumplió el mandado y en el instante que Tucán comenzó a beber, Arasy, de un gesto, hizo que el recipiente quedara fuertemente pegado a la boca de Tucán, de tal manera que aun haciendo mucho esfuerzo no se lo pudo quitar. Despavorido se sacó el disfraz y huyó de la fiesta a tanta velocidad que empezó a volar convertido en pájaro.

Con esto –concluía el Chamán−, Arasy nos está diciendo que todos los entrometidos reciben su castigo

Hábitat del Chamán: La choza alejada del caserío principal constituía el mundo íntimo del Chamán, hermosamente rodeada de árboles frondosos, altas palmeras, colgantes ysipó y tupidas enredaderas floridas, seducían con sus aromas, frutos y polen a bandadas de pájaros inquietos, avispas, avispones y a las cien clases de abejorros zumbadores. Impactaba el griterío de los monos saltando de rama en rama y las decenas de colibríes de todos los colores revoloteando frente a calabazas cortadas por la mitad y colgadas a distintas alturas. Todas cargadas con jarabe hecho con ka’a he’ë, el inigualable edulcorante vegetal tan saludable para los seres humanos, que las avecillas absorbían con deleite ante la mirada desconfiada de los tucanes, que en lo alto de las copas no paraban de castañear como matracas sus llamativos picos.

Nuestra bella Misiones: El Chamán, de cabellos blancos e indescifrable edad, se refirió a la beldad de la fronda en una de sus alocuciones, mientras la tribu escuchaba en silencio:

−¿Cuántos entornos de belleza presenta la selva? Inimaginables, ya que cada rincón selvático de por sí es un presente que regala la naturaleza a los sentidos. Los ojos no solo perciben el estallido de los colores vegetales, aprecian los variados plumajes de las aves, el pelaje de los animales y de los variopintos insectos que bien representados están en las miles de mariposas revoloteando por doquier. Cerrándolos, escucharán diferentes sonidos de seres grandes y pequeños haciéndose oír en distintos decibeles. Olerán aromas, ¡los aromas de la selva! No hay chamán o brujo que pueda crear los perfumes de las flores en exposición de fragancias, ni del simple jazmín ni del exótico mburucuyá. La selva es la obra maestra de Tupá en la tierra y nos eligió para que la habitemos con gozo. Al tener hijos y multiplicarnos somos parte de ella, por eso todo invasor que la destruya, nos destruye a nosotros.

El amor: La caída del agua se transformaba en tranquilo remanso debido a la profundidad de la garganta que amortiguaba el potente chorro dando forma a una pileta natural en cuyo derredor sobresalían majestuosos sauces y fornidos curupay. De sus ramas pendían firmes lianas utilizadas por los jóvenes cual columpios para arrojarse al agua en los veranos calientes. A uno de ellos se aferró el muchacho y a punto de tirarse estaba cuando de golpe lo sorprendió la figura de una mujer brotando súbitamente como un pez saltarín de la cascada, para después zambullirse en el remanso. Pasmado por la inesperada aparición, pese a la reeducación monoteísta recibida, su ancestral subconsciente lo traicionó y lo llevó a imaginar que podía ser una de las hijas de Curú Pira, el Genio de las aguas y las tormentas que, de tanto en tanto, atrapaba a algún desprevenido nadador arrastrándolo hasta el fondo de su morada sin que jamás volviera a verse el cuerpo del raptado. La visión fue fugaz, pero suficientemente intensa para que la finita impresión quedara idealizada en su mente y lo obnubilara de tal manera, que ni siquiera reparó en las otras doncellas que salieron de igual modo de la gruta formada naturalmente en la roca detrás del salto. La ninfa, para su asombro, permaneció un breve tiempo bajo el agua para emerger como un resorte mostrando su cuerpo hasta la cintura. Los renegridos y largos cabellos salpicaban gotas de agua y daban marco a un rostro juvenil de ojos rasgados y boca de labios carmesí que modelaban una traviesa sonrisa. El torso desnudo mostraba los senos de una mujer en su esplendor. −Yvoty −pronunció sorprendido el nombre de la joven india a quien reconoció de inmediato. Yvoty, ah, Yvoty, la indiecita más admirada entre los muchachos de la tribu y de las otras vecinas por ser la más linda entre las lindas. Sin alterar la sonrisa, la muchacha lo invitó con tono seductor: −eyu koápe! Yporá itereí! (Ven, el agua esta hermosa)

El muchacho no dudó un instante y aceptando el convite se arrojó a la fuente agradablemente fresca para nadar hasta ella en medio de las bromas y algarabía de las otras chicas. Tanto escándalo no podía pasar desapercibido para los compañeros que rondaban en las inmediaciones, y sigilosos se acercaron para desentrañar el motivo de tanto bullicio. El alegre espectáculo que observaron los contagió de tal manera que dejaron a un lado la caza y terminaron todos ellos por arrojarse al arroyo. Uno frente al otro la pareja fue rodeada por los amigos que nadando y haciendo piruetas batían las palmas y gritaban entre risas y cuchicheos: −¡Yurupite - Yurupite! −gritaban, sabedores del amor que en secreto profesaba la bella Yvoty por el apuesto muchacho. Un tanto inseguros frente al insistente pedido de sus amigos de que se besasen, la pareja rompió la timidez de todos los principiantes en lides amorosas formalizando la alianza con un apresurado beso que hizo aumentar la algarabía de los testigos. Tan contagiosa alegría habrá regocijado a Curú Pira, ya que mágicamente irrumpieron multicolores mariposas y se intensificaron los trinos y gorjeos de las aves, también el de un ñakurutú trasnochado quien emitió chistidos de buen augurio.

Los consejos del Chamán: Dos hermanos fueron atacados a traición con lanza y machete por un ser rencoroso de la misma tribu. Luego, uno de ellos contraatacó y lo dejó manco. Toda la Nación Guaraní se enteró; entonces el Chamán le hablo al gran Mburuvichá, padre de los agredidos.

Escucha –le dijo- la fruta madura no cae lejos del árbol. Así también son los hijos de buenos padres. Lo demostró uno de tus hijos no matando al agresor pudiendo hacerlo. Solamente lo dejó sin un brazo. De haberlo hecho quedaría la sospecha de que dos hermanos lo mataron por la razón que fuere. Sus amigos y parientes tendrían motivos de sentir rencores e iniciar habladurías y crear intrigas. El sólo hecho de haberlo dejado con vida evitó todo lo que te he dicho, disipó cualquier duda y dejó en evidencia que el espíritu del agresor escondía a un joven miserable, indigno de vivir en comunidad. Como ves, ninguna muerte cometida por el hombre lleva consigo a la paz y a la armonía; metas innegociables de todo buen gobernante como eres tú.

Ahora, amigo, vamos a mi cabaña, te invito a comer chipá zoó (torta con carne) y a tomar kaguy. (chicha)

Fragmentos de mi libro ‘Misiones la República utópica de los Jesuitas’

 

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