La vigilia

“Quién serás esta noche en el oscuro sueño, del otro lado del mundo”
Jorge Luis Borges
Tengo sueños recurrentes y muy vívidos con ella. En mi vida diaria, es una persona que no he conocido mucho ni tampoco prestado interés. Luego de un año, más o menos, de no tener contacto más allá de encontrarla casualmente en lugares aleatorios, la comencé a soñar.
El primer sueño fue sorpresivo, pero no importante, a lo que les siguieron otros sin sentido ni lógica como la mayoría que experimentamos. El punto de inflexión fue una madrugada, en la que luego de alguna situación hermosa que no recuerdo, mantuvimos fija la mirada mientras estábamos desnudos cara a cara. Creo que ahí comenzamos a enamorarnos.
Luego vino la incertidumbre de pensar que cada vez que me disponía a dormir el sentimiento crecía mutuamente, pero una vez despierto todo lo mutuo resultaba solo mío. Me preguntaba si a ella le sucedía lo mismo, aunque mi incredulidad no me permitía convencerme de esas teorías que les dan un significado metafísico a los sueños y podrían otorgar un valor real a lo que me sucedía cada vez que me disponía a cerrar los ojos por algunas horas.
Luego de varias noches blancas, casualmente nos cruzamos. Lógicamente, no pude hacer nada más que dar un saludo cordial y tibio de dos personas que se saludan por el compromiso de haberse cruzado. La casualidad que aparece como señal de algo es injusta, nadie sabe cómo reaccionar a ella y deja pasar la oportunidad para luego lamentarse. Tal vez este fue mi caso.
En ese cruce la tensión mutua tal vez pasó desapercibida, pero así lo sentí. Observé cosas que antes no había notado, como lo sublime de una mirada triste que combinada con una leve sonrisa generaba un aire de redentora complacencia. A pesar de su baja estatura, esas gestualidades hacían a un gesto de grandeza, aunque sea de timidez. Su caminar lento y finamente deformado complementaban esos rasgos.
La encontré en una red social, esta vez no podía haber ninguna interpretación, el algoritmo del celular había hecho el trabajo. Decidí enviarle una solicitud.
Una vez que aceptado no hice más nada, solo indagaba en sus publicaciones diarias. Eso no hizo más que reforzar la realidad de mis sueños. No soy una persona inhibida, pero con ella no sabía ni que hacer, ni que decir para romper el hielo. Opté por el camino de la resignación, a convivir con mis sueños. Ese amor, como todos, algún día tendrá que aburrir.
Cuando comencé a sentir que podría convivir con estos sueños recurrentes ella no tuvo mejor idea que escribirme un mensaje para saludarme y comentarme risueñamente que había soñado conmigo. Lo único que se me ocurrió fue fingir una inocente sorpresa y usarla como excusa para iniciar una charla. Necesitaba saber más sobre su sueño, pero no tenía la impronta ni la valentía como para indagar el asunto, simplemente dejé que la charla fluya hacia otros temas comunes.
Pasaron varias noches de largas conversaciones. Todo indicaba que se podía darse la oportunidad de vernos personalmente y ver qué sucedía, pero yo no me atrevía a desafiar a la realidad de mis noches y ella solo esperaba con guardia baja (eso creo) a que yo dé el paso siguiente. Esa situación histérica donde hay algo que no comienza a nacer ni terminar de morir culminan en la nada, en saber qué hubiera sido si se actuarán o dijeran cosas diferentes.
La lenta pero incesante pérdida de interés por parte de ella y mi falta de convencimiento derivaron en lo lógico, las charlas pasaron de todas las noches a ser intermitentes para luego ser nulas.
Mucho tiempo después, en una reunión escuché una conversación donde hablaban de ella. Se había casado y tenía tres hijos. Esa noche no la soñé.
Gervasio Adrián Palacios
Inédito. Palacios es contador público, reside en Posadas.