Al Doha Al Jadeeba

lunes 09 de enero de 2023 | 6:00hs.

Por Ramón Claudio Chávez Ex juez federal

Brian Uranga y Lucas Romero se conocieron en la cancha de Colón, cuando Patronato jugaba aún en el Nacional B. Brian es entrerriano de Cerrito, emparentado con la tradicional familia de Paraná, y Lucas de Santa Fe, del barrio Candiotti. Ambos vivían en Santa Fe porque estudiaban carreras en la Universidad Nacional del Litoral.

La pasión por el fútbol los hizo muy amigos y en ese tiempo compartido decidieron organizar un viaje para ver el Mundial de Qatar. Empezaron por las entradas, el entrerriano quería ir a lo seguro, la fase de grupos, Lucas le propuso arriesgar:

–¡Vamos a ver semifinales y la final!

En la relación de amigos, Brian era el más equilibrado, mientras que el otro, más atropellador sin ser insolente.

Al tramitar la compra de las entradas y el burocrático trámite digital, les solicitaron correos y claves de ingreso. Romero de una puso: “Latercera#3”.

-¿Mira si Argentina no llega? -le acotó su amigo.

–Acordate lo que te digo, este es el Mundial de Messi, no podemos fallar.

-¿Qué hacés si juegan la final Inglaterra con Brasil?

–Vendo la entrada, ni empedo miro Brasil contra los piratas -contestó Lucas.

Al llegar al país anfitrión, se registraron en el hotel y luego de los tramites de rigor, el conserje en inglés les dice:

–Qatar es un país muy seguro, puede andar por cualquier lugar sin ningún problema.

Comenzaron a encontrarse con la hinchada argentina que copó Doha y se hacía escuchar por las calles y en el metro cantando y agitando banderas: “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar/quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial”.

Como los medios transporte eran gratuitos durante el Mundial, recorrieron la ciudad en el metro que la cubre de punta a punta, anduvieron por las noches muy tranquilos, sin policía en las calles, pero con 300.000 cámaras de seguridad para monitorear todo.

Fueron a ver el partido de semifinal Argentina contra Croacia, ese de los goles espectaculares de Julián Álvarez, el segundo luego de una genialidad de Messi. El estadio estaba colmado 88.966 personas, la Albiceleste era local, convocaba. Luego del triunfo regresaron en el metro rojo colmado, pero plenos de alegría.

Lucas aprovechó la oportunidad para recordarle a su amigo que el pálpito no era errado, pero aún faltaba la final.

Al día siguiente iba la otra semifinal, un sorprendente Marruecos contra el último campeón Francia. Para llegar al estadio había que recorrer 50 kilómetros desde la última estación del metro -Lusail- en ómnibus a cero costo. Les llamó la atención la cantidad de personas del país africano que llegaron ante una campaña impensada.

–¡Morocco, Morocco! -gritaban.

Hacia el estadio Al Bayt se dirigieron mezclados con las dos hinchadas, ansiosos por saber quién sería el rival de la final del domingo 18. En la cancha había un dispositivo de seguridad policial antes de ingresar al estadio que generó disturbios con los marroquíes que no tenían ticket y querían adquirirlo en la misma ventanilla, situación que no prosperaba. En medio de ese tumulto, los amigos optaron por buscar otro acceso, al igual que muchos de los marroquíes que estaban en el lugar.

Exhiben sus tickets para trasponer el control policial y en ese instante Lucas advierte que su billetera le había sido birlada. Intenta regresar, pero Brian le dice:

–Hay tanta gente que no vas a encontrar nada.

Lucas hace memoria de las cosas que tenía en la billetera y recuerda, 300 dólares, 175 riales qataríes, el DNI, la licencia de conducir y cree que una tarjeta de crédito. Ingresan al estadio de forma rectangular y presencian el partido, marchándose cuando faltaban cinco minutos del horario reglamentario para evitar las aglomeraciones en los buses y en el metro.

De regreso bloquea la tarjeta de crédito, eran las 2 de la mañana en Doha, se trasladan a la conserjería y les recomiendan realizar la denuncia policial en la Estación de Policía ‘Al Doha Al Jadeeba’, para ello debían recorrer los 300 metros que los separaban desde la estación del metro y por el subsuelo cruzar por una avenida como la 9 de Julio.

Brian sostiene:

–Es alpedo que vayamos, la billetera viajó sin el dinero.

-No me interesa el dinero, sí los documentos -con optimismo le contesta su amigo.

Había como ocho policías en la guardia y tratan de comunicarse por medio del traductor del Google, entre todos hablaban y no había una respuesta favorable para recibir la denuncia. Regresan al hotel y al día siguiente, el perjudicado decide ir solo a realizar la gestión. Se encuentra con el mismo inconveniente de la noche anterior.

Una persona que estaba en lugar hablaba en español y le pregunta: “¿Qué problema tienes?”, se exalta y lo atienden.

Ante ellos Romero adopta la misma actitud y escribe en el traductor:

-¿Cómo puede ser que Qatar haya gastado millones de dólares para organizar el Mundial y la Policía no tenga a una persona que hable en español?

Al minuto Lucas estaba hablando por teléfono con un policía en su mismo idioma, quién le informa que la denuncia debía radicarla en la Estación Al Kohr, cercana al estadio Al Bayt, donde ocurrió el hecho. Ante la insistencia, el Policía le dice espere que hable con mi jefe. Finalmente le recibieron la denuncia allí. Regreso al hotel y a la salida de la estación del metro encuentra un mensaje de texto que decía: “Lucas, ¿puedo llamarlo?”. Era el cónsul argentino en Doha.

Se interesó por su situación y le trasmitió que cualquier noticia que tuviera la Policía, le iba anoticiar.

Llegó el partido del domingo, la final soñada, los puños apretados, el desahogo intenso de toda la hinchada argentina que estaba en el Mundial, como de los millones que salieron espontáneamente a la calle para manifestar toda su felicidad.

A punto de regresar, en el Aeropuerto Internacional Hamad, los amigos, contentos con el logro deportivo, celebran el acierto de haber venido y Lucas expresa:

-Mi identidad quedó en un tacho de basura, pero nos llevamos la Copa en el Mundial de Messi.

Muchachos, la ilusión se hizo realidad, queríamos ganar y somos los campeones del mundo.

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