Génesis de la inequidad

jueves 28 de julio de 2022 | 6:00hs.

H
ace unos diez años, el empresario, político y dirigente deportivo Carlos Heller comentaba que “vivimos en un mundo inmensamente rico que es una gran fábrica de pobres”, por el gigantesco aumento de la productividad de la empresa General Motors, que con 52 mil trabajadores estadounidenses produce dos veces y media más que con los 468 mil que empleaba en 1970. Y agregaba Heller que hoy, el desarrollo científico y técnico ha generado la posibilidad de generar bienes y servicios por muchísimo más volumen que lo que necesita la humanidad para poder vivir en un mundo sin pobres, un mundo sin desigualdades intolerables. La FAO dice –por ejemplo– que el mundo de hoy está en condiciones de generar la producción de alimentos para 18 mil millones de personas, casi tres veces la población mundial, sin embargo, la misma FAO afirma que hay más de mil millones de personas que pasan hambre.

Sabiamente, Heller afirma que el gran desafío de este siglo sigue vinculado a la puja distributiva: cómo en esta humanidad se acumula la riqueza y cómo en esta humanidad se distribuye dicha riqueza. Para los historiadores profesionales, inequidad hubo siempre, sería casi un rasgo de la humanidad que haya pocos ricos y muchos pobres. Sin embargo, una es la inequidad de la época de la esclavitud, otra es la de la Edad Media y otra es la actual, generada en la época del capitalismo, la revolución tecnológica y la democracia moderna.

Esto también es un reflejo de lo que está sucediendo en Argentina: el debate entre libertad individual contra justicia social, porque la ambición de empresarios que no vacilan en remarcar precios y trabajadores o integrantes de sectores indigentes que no llegan a poder comprar comida o medicamentos.

Primero, en lo económico, la especulación ha subordinado las estrategias productivas al crecimiento de la renta financiera y tecnológica; por lo tanto, la viabilidad del desarrollo industrial depende del cofinanciamiento público a través de regímenes laborales precarios y exenciones fiscales e impositivas.

Segundo: el Estado, a su vez, se convertiría en agente compensador de la deserción empresarial de sus obligaciones fiscales, y al mismo tiempo facilita el proceso de valorización del capital vía flexibilización laboral y reducción de ingresos de los sectores medios y bajos para mantener los niveles mínimos de acceso a bienes y servicios esenciales, sostiene el analista argentino Juan Carlos Herrera.

Tercero: la sociedad percibe la impotencia del Estado para garantizar el acceso y la calidad de los servicios públicos esenciales y el desconocimiento de sus derechos por instituciones públicas colonizadas por intereses particulares y corporativos. Es el caso de los “poderes judiciales”, los servicios de fiscalización y de seguridad, con gestiones ineficientes, clientelares y no pocas veces captadas por la economía criminal, como buen ejemplo: las acciones judiciales propias del “law fare”.

Los poderes fácticos maximizan sus apuestas, mientras el resto de la población debe adaptarse a estas condiciones disponibles para sobrevivir. Privilegio y necesidad: esa es la cuestión, esa es la “grieta” que muestra la imposibilidad del diálogo y de los consensos, mientras no sea efectiva la vigencia de la “verdadera libertad” individual y los derechos colectivos y sociales para establecer un “orden de derechos democráticos”.

No hay respuestas únicas y acertadas para el corto y mediano plazo, sino la invitación a explorar y sumar, así como convocar a voluntades e inteligencias de cambio. En principio hay que renovar el concepto y práctica de la política hacia una suerte de implementar una “renovación ética de lo público”, conciencia de lo “común” y compromiso con políticas públicas orientadas a la obtención global de los bienes comunes y universales: ingreso, salud, vivienda, consumo, educación y conocimiento.

Creo que éste es uno de los complejos y contradictorios escenarios actuales de nuestro gobierno, de la comunidad nacional y del país, otro de los cuales condicionantes es parte de una población civil que no sabe –por falta de conocimiento– no entiende –por falta de capacidad de comprensión– o no le interesa –por falta de espíritu solidario– esta cuestión de la inequidad social que también es planteada por el sabio norteamericano Noam Chomsky, por el Papa  Francisco y por otros notables pensadores nacionales.

Otra reflexión que me viene a la mente es si seremos capaces de analizar en cuál de estos tres sectores –o de algunos más– estaremos cada uno de nosotros…

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