Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Prieto Zarabia y la Policía de Misiones

viernes 14 de mayo de 2021 | 6:00hs.

U
na de las instituciones que da cuenta de nuestro pasado correntino es la actual Policía de la Provincia de Misiones, que hace unos días celebró el 165° aniversario de su creación, en una ciudad de Posadas que cumplió 150 y en una provincia que festejará su 68° aniversario -de esta “era moderna”- en el mes de diciembre.

A mitad del siglo XIX, Misiones era casi, casi “tierra de nadie”, la explotación de yerba mate y madera de ley estaba en manos de voraces particulares que prácticamente esclavizaban a los trabajadores, los saqueadores asolaban las picadas, los robos seguidos de muerte eran regulares… un caos institucional.

En Misiones, siendo parte de la provincia correntina, dentro del inmenso departamento de Santo Tomé, las autoridades y “el orden” quedaban demasiado lejos; el tema llegó a la ciudad capital cuando los delincuentes “tomaron de punto” a las partidas de yerba y se vio seriamente afectado el erario provincial. Por entonces, transcurría el segundo período de gobierno del doctor Juan Gregorio Pujol; el 8 de mayo de 1856 firmó un Decreto, mediante el cual creó la “Jefatura Militar de Misiones, para la Policía y protección de yerbales”

Para cumplimentar lo decretado, el Sargento Mayor Lino Martínez, del Regimiento 3 de Línea, recibió la orden escrita y firmada por el propio gobernador, le comunicó que había sido designado para cumplir con el Decreto antes mencionado, en sus propias palabras: “(…) establecer en los yerbales de Misiones una Policía que vigile los intereses públicos, al paso que sirva de protección a los trabajadores, (…) evitar los fraudes que diariamente se hacen al erario público (…)”. Se notificó al Juez de Paz Waldo Zárate e inmediatamente el uniformado formó una comitiva de –inicialmente- siete subordinados y sus familias –esposa o compañera e hijos-, varios caballos de “repuesto” y emprendieron viaje hacia San Javier donde debían establecerse.

Varios días más tarde el séquito llegó a su destino, costó un poco encontrar una vivienda para establecer la Comisaría, un vecino apellidado Aquino les vendió o alquiló -según versiones– una pequeña edificación de madera y adobe, con techo de paja; como pudieron, doce efectivos y la “parentela” se acomodaron en las habitaciones, y al otro día varios marcharon a crear los Destacamentos necesarios, en las inmediaciones, para optimizar el trabajo encomendado.

Desde entonces las chaquetillas color azul marino, de paño, de los oficiales se volvieron el símbolo de “la ley y el orden” por estos pagos, la doble hilera de botones dorados que tenían en la pechera delataba la presencia policial tanto de día como de noche, en general se los llamaba indistintamente “comisario”; el uniforme se completaba con botas de caña alta y cinturón de cuero negro con porta pistola y porta sable; los agentes usaban una chaquetilla gris clara, bombacha y polainas sobre las alpargatas, cinturón ancho y ocasionalmente iban armados; cuando las temperaturas lo ameritaban se calzaban un poncho largo, color verde petróleo y siempre formaban una yunta inseparable con un ejemplar de caballo criollo.

En aquellos días la tarea policial era “multifacética”, abarcaba desde medidas sanitarias hasta obras públicas, pasando por atención forestal, fluvial, suplantaban a los “Registros Civiles” inexistentes en algunos parajes y también se desempeñaban como “ente recaudador” de tasas y tributos concernientes a la yerba mate, ya que solían cubrir el cargo de “Jefe de Policía” -en Misiones- los Jueces Pedáneos en funciones.

Al cumplirse el primer año de trabajo, se reemplazó a Lino Martínez por Manuel Toledo, quien creó las “Partidas de Campaña”, grupos pequeños de efectivos que recorrieron las picadas misioneras, controlando el cumplimiento de la vasta lista de responsabilidades a su cargo; tanto fue el desempeño positivo que el gobierno correntino reforzó la presencia con treinta efectivos de la, entonces, Guardia Nacional.

Mensualmente se remitían las novedades a la ciudad de Corrientes, una carreta iba y venía con los informes, la recaudación, las “partidas presupuestarias” y el traslado de los detenidos, más de una vez fueron blanco fácil para saqueadores y ladrones en un trayecto interminable superior a los cuatrocientos kilómetros.

Allá, en aquel principio, en el mes de marzo de 1858 un hecho puso los puso a prueba; el suboficial Prieto Zarabia regresó de “una Comisión” desde el pueblo de San Javier al Destacamento “Los Galpones”, a unos treinta kilómetros de distancia, al desmontar fue informaron que un grupo de delincuentes brasileños habían asaltado un ingenio de yerba mate, asesinando al propietario, luego violentaron el Destacamento y secuestraron a su esposa.

Zarabia era la autoridad en la zona…la única autoridad, sin demora salió en persecución de los malhechores, al atardecer llegó a orillas del río Uruguay, la visibilidad era escasa y fue atacado por unos “bayanos” –como se denominaba a los esclavos fugitivos– que armados, lo emboscaron y le dieron muerte. Al conocerse la noticia fueron enviados casi la totalidad de efectivos disponibles, no pudieron dar con los asesinos, pero durante quince días “peinaron” la zona y apresaron a cuanto malviviente encontraron.

Las crónicas de época no informan sobre la mujer secuestrada, si se logró rescatarla, cuál fue su destino, tampoco si el agente fue sepultado en Misiones o trasladado a la provincia de Corrientes; hasta donde se puede averiguar actualmente, nunca se le hicieron los honores del caso a este primer efectivo caído en cumplimiento del deber, la fuerza policial lo olvidó según parece… a lo mejor, un día cualquiera un destacamento, un área de monte, un algo, se bautice con el nombre de Prieto Zarabia y otro día –o el mismo– sepamos el nombre y el desenlace de esa anónima mujer.

¡Hasta el próximo viernes!

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