El árbol de la vida

martes 09 de marzo de 2021 | 6:04hs.
El árbol de la vida
El árbol de la vida

Desde hace algún tiempo cambié de domicilio, ahora estoy muy cerca de la costanera y todas las tardes que puedo, salgo a caminar como un ejercicio diario, llevando a pasear a mi perra Ginga.

Me estoy cruzando con muchísima gente, de todo tipo, chicos, adolescentes en joven patota, adultos jóvenes, parejas muchas que se toman de las manos y caminan juntos (y me hacen acordar a mi muy lejana adolescencia) y muchos, gracias a Dios, viejos o adultos mayores como nos dicen ahora, en fin, una variedad de gente que todos los días caminan la costanera.

Tanta gente veo o, mejor dicho, tanta gente cruzo por la calle que me gustaría conocer, muchos de ellos me saludan, a la mayoría con el barbijo y a paso rápido no los reconozco, lo que sí sé es que me gustaría muchas veces saber quiénes son.

Y muchas veces me pasó que no sé quiénes son, pero siento que me gustaría hablarles de algo, de lo que me pasó y me pasa todos los días cuando camino por esa misma zona y mostrarles al que yo llamo el árbol de la vida.

Y que es “El Árbol de la Vida”, bueno esto sí que no sé si es cierto, lo que sí sé es que cada vez que paso por el mismo lugar pienso que así es la vida. Pienso así me imagino el derrotero de la vida, cómo nos hemos formados, cómo vivimos nuestros días, cómo fue nuestro pasado y hacia dónde vamos todos, o lo intentamos, fijate, es muy simple.

Se trata de un árbol joven de tronco que no tiene más de metro o metro y medio, que de pronto se divide en dos ramas, no iguales, una más ancha, la otra más oscura y más fina. Las dos se separan, crecen distanciadas y de pronto ambas se doblan, vuelven hacia el centro y allí se juntan, casi se pegan, pero sin tocarse. Y desde allí se separan nuevamente dando ramas múltiples.

Como en la vida real, venimos del mismo árbol, pero somos diferentes, unos ramas más anchas, otras más oscuras, diferentes o a veces no tanto. Como nosotros con nuestros hermanos, algunos más gordos, otros más flacos, unos más oscuros, otros con pelo más claro, pero sí parecidos. Como lo certifica el dicho popular, ningún fruto cae muy lejos del árbol que los originó.

Después la vida, las circunstancias, los caprichos de la sociedad de alguna manera nos separan. Seguimos siendo las mismas ramas, seguimos viniendo del mismo tronco, pero como las verdaderas ramas de los árboles, nos separamos. A veces por pequeñas cosas, a veces por cosas más importantes, pero el crecimiento nos separa, nos transforma en seres distintos.

Pero, como en la vida, llega un momento en que las ramas vuelven a crecer hacia el medio del tronco, a veces las hacen muy cercanas, otras veces no, pero en algún momento buscan la línea media que les marca el tronco que conforman nuestros padres, nuestros ancestros, nuestros amigos de la infancia. A veces también nuestro trabajo, nuestros hobbies, o algo que nos une para que en algún momento pensemos y nos juntemos entrañablemente.

Pasan algunos años y las ramas del árbol que siguen creciendo nuevamente se separan, dan ramas más pequeñas que rápidamente se dividen en múltiples ramas, a veces dan frutos abundantes, otras veces flores y otras veces sólo ramas que continúan creciendo hacia el cielo, buscando vaya uno a saber qué cosas. Como la vida.

En este momento me siento un rato, lo vuelvo a mirar al querido árbol que casi me sonríe y me dice, o pienso que me dice con una mueca de compasión, así es la vida, así son las familias, así son las sociedades, así son nuestros lugares de trabajo, así son nuestras amistades. Todos nacemos del mismo tronco que crece, a veces muy rápido, otras veces más lentamente. De pronto, sin que nadie sepa cómo ni en qué momento, aparecerán ramas, a veces distintas, a veces no tanto y comienzan a separarse a distinguirse unas de otras. Unas dan frutos útiles, otras flores que alegrarán nuestras vidas, otras sólo ramas que crecerán solas, felices o no de vivir solos.

Pero no se preocupen, en un momento todas intentarán volver al camino que el árbol padre tenía y hasta quizás marcó con su ejemplo, en ese momento se juntarán, se reconocerán, se amigaran, tomaran un camino juntas o al menos lo desearán. Pero saben que en algún momento aparecerán nuevos objetivos, unos personales y otros grupales, que los harán seguir caminos diferentes y no está mal, sólo debemos saber que así es la vida.

Lo importante es que así es la vida, que debemos aceptarla, que cuando la vida nos dé el papel de tronco, sepamos marcar camino fértil, honesto, de trabajo. Que cuando seamos de las primeras ramas sepamos que debemos respetar al tronco que nos engendró, pero que tenemos la necesidad de distinguirnos, de volver a ser tronco madre.

Y cuando seamos ramas, tenemos que acordarnos de dar frutos o flores, porque la naturaleza y la vida viven de eso. Y cuando nos toque ser sólo ramas, debemos ser útiles a todo el árbol, pero debemos vivir la vida que nos toca, desde la honestidad, el trabajo y sobre todo desde el amor.

Por Eduardo Carrozzo. Médico

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