De sequía, incendios, emergencias hídricas, pérdidas productivas y cómo atenuarlos

sábado 12 de diciembre de 2020 | 6:04hs.

Hace muchos años escuchaba de boca de mi querido amigo Mariano Balanda un relato de su padre: “Cuando yo era chico, llovía y los arroyos crecían despacio y bajaban despacio; ahora viene la enchorrada y se va arrastrando todo”… Colono de San José, lo decía 70 años atrás.

“Reforestar las cuencas”. Hoy pasaron casi cien años de cuando el papá de Mariano era chico, cien años de nuevas colonias, desmontes, erosión, pérdida de suelo que como esponja retenía el agua y la soltaba despacio manteniendo la humedad y el agua en los arroyos.

El árbol no tiene sustituto en la protección de la cuenca de cada curso de agua. Lo feliz de esta historia infeliz es que el daño se puede reparar ayudando a la naturaleza que haga su trabajo. Hace falta un programa oficial de reforestación de cuencas de modo permanente; pinos de crecimiento rápido entremezclados con nativas en cada chacra siguiendo el curso de los arroyos y en la campiña de la cuenca de cada curso de agua. En pocos años, la sombra y el sotobosque reconstruirán la esponja. En las chacras que desmontaron en lugares con fuerte caída, construir “terrazas” cortando la pendiente. Y muchos árboles, lo más que se pueda, y mucha educación en el tema ambiental. El suelo, el agua, la flora y la fauna se reconstruyen con árboles. Ya lo decía el Plan Urbis del gobernador Ayrault y el gran Alberto Roth: “No desmontar las costillas de la columna central”, donde nacen los arroyos hacia el Paraná y el Uruguay.

“Sembrar agua”. En la angustia de esta gran sequía recordé un seminario en Brasil, ‘Sembrando y cosechando agua’. Parecía una fantasía agrícola, pero no era. ¿Cómo se siembra agua? Abriendo heridas en la tierra para que el agua de lluvia no se escurra y penetre en sus entrañas. En cada calle del yerbal en curva de nivel, pasar un arado de reja volteando del lado de la caída formando taipas. Muy sencillo y al alcance de todos. Lo mismo en los potreros: cortar la caída y hacerle una trampa al agua para que penetre el suelo. Formará napas y hará florecer vertientes, humedales y arroyuelos. Algunos bañados se pueden convertir en lagos con topadora sin ir profundo o laguitos con retro. En los yerbales, plantar árboles que fijen nitrógeno, como la cañafístula, el timbó, la acacia, que además de abonar dan sombra y pulverizan las lluvias torrenciales. Conviene plantarlos a 20 metros de distancia y en el líneo.

“Cosechar agua”. El agua busca la pendiente y hace su propio camino vistiendo de rojo arroyos y ríos, desnudado el suelo. No es complicado en lugares estratégicos cortar la corriente y formar tajamares o pequeñas lagunas que servirán para el riego, o bebederos sin privar de agua los cursos inferiores; sólo se trata de una retención, el exceso sigue su curso. Hemos visto en el sur desde el aire lagunas como terrazas escalonadas, que finalmente derraman el agua en el Chimiray y del Chimiray al Uruguay. En la proyección del cambio climático, Misiones irá virando de clima subtropical lluvioso a tropical seco… Paradójicamente, hay que abrir el paraguas. El Inta tiene un programa de recuperación y preservación de vertientes. Hay que seguir ampliando, se debiera conformar un programa de recuperación arbórea de cuencas. Volver a enseñar de los beneficios de la curva nivel, de terrazas para los cultivos anuales y árboles en los yerbales. Controlar los desmontes en suelos de mucha pendiente…

Esta sequía, como pocas anteriores, encendió alarmas (incendio de monte nativo, otrora barrera de fuego). Cuando vuelvan las lluvias, es posible que hagan olvidar los recaudos y acciones que debemos tomar… ahorrando, sembrando, cosechando agua y evitando quemas con educación y el garrote de la Justicia. Todos somos responsables.

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