La llamada del vacío

domingo 21 de junio de 2020 | 7:30hs.
La llamada del vacío
La llamada del vacío

Por Santiago Morales Escritor

¿Saben qué se me ocurrió el sábado? Subir a la terraza del edificio donde vivo. Eran las tres de la tarde y no había nubes por ahí. ¿Pueden creer que no sé cuántos pisos tiene el edificio? Pero puedo asegurar que es alto porque alcancé a ver el río, y no se ven cosas así desde cualquier parte.
Apenas quince minutos después de haber subido apareció una vecina bastante vieja a quien saludé con un leve movimiento de cabeza. No conozco nada a mis vecinos porque trabajo todo el día y los fines de semana generalmente salgo, voy a ver el río desde otros lugares menos vertiginosos, generalmente voy directo a la costanera. ¿Saben lo que hizo la vieja? Juntó su ropa de la soga sin sacar la mirada de mí e incluso la mantuvo después un rato más.
Digo, ya no tenía más ropa que juntar, parecía que sacaba las medias y las volvía a colgar solo para perder tiempo y quedarse observándome. Me pareció extraño. Yo había seducido a una señora grande una vez en un supermercado, la ayudaba a elegir las cebollas, ella juntaba una y la volvía a dejar eternizando la compra. Pero esto era más raro. Terraza, yo contemplando, cuelga y descuelga, realmente raro.
¿Saben qué pasó enseguida? Entró un hombre que saludó amistosamente a la vieja y también me quedó mirando y cuchicheaban entre ellos, me reí en silencio y despreocupado seguí en mis cavilaciones.
¿Pueden creer que después subió una chica e hizo lo mismo? Eran unas chusmas ojeando al extraterrestre deliberando si acercársele o no. Yo era E.T. ensimismado en la cornisa, como tanteando la orilla del río que en realidad estaba lejos. Y al poco rato subieron un par de personas más, todas a cuchichear, colgar y descolgar ridículamente la misma ropa. Mi actitud no cambiaba por ellos, lo juro. Si hubiese estado toda la tarde en soledad también hubiera seguido necio al mundo exterior, paralizado en mi borde.
Lo que sucedió el sábado es inédito. Subí lo más pancha a descolgar la ropa limpia y me encuentro a un extraño, después resultó que era un vecino del segundo do al que nunca se lo ve, la cosa es que el tipo estaba raro, como si se estuviera por tirar, imaginate. Yo me di cuenta inmediatamente y me pregunté ¿qué hace acá sino tiene ropa colgada? Ni siquiera parece tener más ropa que la que lleva puesta. Yo una vez vi un programa en la tele sobre una mujer que estaba tranquila en su casa regando las plantas del balcón, sin problemas de salud ni de trabajo ni depresión y así nomás, de la nada, se tiró por los siete pisos. Lo más extraño es que ella misma es quien contaba esto en el programa ¡sobrevivió! Dijo que había escuchado la llamada del vacío, y que no pudo contenerse. Este hombre puede haber sentido la misma voz. Cuando la doctora le dijo “ese instante no existe” se me puso la piel de gallina. A la noche me quedé pensando en la frase y en cómo terminó todo.
Subí a mover la antena, porque el fulbo alemán no se veía bien, como estamos colgados hay que sacudirla un poco de vez en cuando, sobre todo por la tormenta del viernes, y me encuentro con la escena. La Chola me cuenta que el tipo estaba ahí hacía veinte minutos y en la misma posición, entonces me di cuenta de todo: trajo una minita; qué picarón, pensé y quise verla, miré para todos lados y nada. Entonces le hice señas con el pulgar hacia arriba y seguí en lo mío. Era la única explicación, el tipo la habría llevado arriba a mostrarle los edificios, el paisaje o capaz se habían quedado desde la noche anterior ¿quién sabe? Y después ella se habría escondido al percatarse de que la Chola subió. No es nada del otro mundo, después de todo yo mismo lo había hecho alguna vez, hace mucho tiempo, yo le regalaba estrellas y ella un Dios me creía, me acuerdo.
Vivo subiendo y nunca lo había visto. En la azotea estoy cerca de mi Dios por eso subo, a palpar el cielo, a rezar sin interrupciones ni márgenes. ¿Sabía que los Caldeos construyeron la Torre de Babel, un monumento altísimo, para desafiar el poder de Dios? Bueno, yo quiero estar cerca de las nubes por lo contrario, para confirmar el poder divino que nos protege, todos deberíamos subir para enmendar esa insolencia. Este hombre no sé, la doctora le hablaba con palabras fuertes y muy técnicas, creo que en un momento al tipo parecía hacerle peor todo lo que escuchaba. ¿Sabía usted que Adiós empezó siendo una pagana despedida a los muertos? Vete a Dios, andá ahí donde nadie está y de donde nadie sabe nada. Bueno, el tema es que nadie sabe nada de este hombre. Apareció un día en nuestro techo misteriosamente. Estoy segura de que trae un mensaje, los mensajeros pasan siempre desapercibidos. Yo hubiera charlado con él si me animaba. Casi me animo. Cuando vi lo que hizo recé para que todo terminara bien.
Primero me inhibí, con tanta gente en la azotea cómo iba a poder tomar sol tranquila. Además siempre traigo la malla nueva y esta vez justo estaba sucia entonces traje la otra, una malla vieja desteñida, qué desgracia. Es la ley de Murphy vio. Después me di cuenta de que no estaban arriba así porque sí, algo había pasado porque nunca hay nadie. Yo ya adopté el lugar como mi solárium privado, y bueno, para Navidad hay que estar bronceada, elegante. Fue un día desperdiciado, ni una nube había, todo completamente despejado como me gusta a mí así el sol quema más. Y yo pensaba que la azotea era el lugar más seguro del barrio para disfrutar el aire puro ¡qué ingenua! Hoy en día hay locos por todas partes parece.
Pasa que mi nieto quería conocer a Papá Noel para pedirle el regalo directamente a él porque no confiaba en eso de las cartas, y como yo solo puedo los sábados los padres le dijeron que le consiguieron una entrevista acá arriba, imagínense la cara del chico ¡una entrevista con Papá Noel!. A mí me importó un joraca el suicida y todo ese circo. Mi nieto subió, vio la multitud, yo en un costado, no entendió nada. Le dije que mis ciervos me vendrían a buscar enseguida, que esos señores, los vecinos que él conocía, pasa que esperaban su turno para pedirme el regalo de sus hijos. Ocultando la silla de ruedas con una manta parecía un rey en su trono, y le dije que se apurara, que pidiera algo accesible solo por este año y que se fuera a su casa como buen niño a jugar.
Mi papá ya me deja subir solo así que vengo seguido a remontar mi barrilete o jugar a la bolita, porque salir no me dejan, yo qué sé qué pasó acá, aparte de los locos también estaba mi abuelo disfrazado de Papá Noel muy gracioso, y el tipo del 2º“a” estaba en el borde muy atento mirando mi barrilete que yo manejaba re bien. Eso fue todo.
Yo estaba muy tranquilo, todavía con el tinto en la mano, y en eso siento que llaman a la puerta. Es sabido que al encargado no se le puede molestar un sábado a la siesta a menos que sea algo de extrema urgencia. Atiendo y me entero que hay un sospechoso en la azotea.
-Este hombre vino acá y no se sabe porqué- me decían.
-Ah no, sin razón no se puede- les contesté y tuve que dejar la sobremesa con mi familia para subir y atender el asunto. -Algo tiene que haber- ¿Saben qué dijo el tipo? Que subió a pensar. A estudiar no había subido porque no llevaba cuadernos. A mí nada me sorprendía porque el tipo había sido siempre callado, no se quejaba, no participaba en las reuniones de consorcio, nada.
-¿Y si quiere suicidarse? Preguntó la señora del 4º, y yo le informé que en el 8º vive una mujer que creo que es psicóloga o algo de eso y que en todo caso habría que llamarla.
¿Por qué no va a pensar a un parque? –le dije- y enseguida me di cuenta de que el hombre padecía una neurosis obsesiva y estaba hundido en una profunda crisis depresiva, la postura de su cuerpo lo decía todo. Estoy segura de que era la primera vez que subía y padecía vértigo, es un peligro porque los que tienen vértigo son los más instintivos, no suben mucho porque no podrían reprimir la tentación natural del hombre de arrojarse al vacío. –No caiga en la tentación del despegue – le dije- y le hablé del momento de soltar los pies del piso: –Entiendo que le seduce conocer ese instante pero escuche una cosa, ese instante no existe-.
Les recomendé a todos que me dejaran sola con él un rato pero fue ahí que escuchamos la sirena de los bomberos que llegaban y el hombre dio un paso más asomándose y todos se alborotaron gritando y no me dejaron trabajar.
La llamada fue justo a tiempo porque apenas llegamos al lugar del hecho y sacamos la pileta de goma para emergencias el hombre saltó al vacío, dio unas vueltas en el aire como si disfrutara, eso fue lo más raro, y gracias a Dios mis compañeros y yo lo recogimos sano y salvo y el operativo fue un éxito.

*Relato que forma parte del libro La devedeteca de Babel. (Editorial Universitaria de Misiones. 2006)