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Pasará, pasará pero el último quedará

El juego supone un reto y una satisfacción, y es un derecho exclusivo de la infancia. La importancia de jugar, ya sea como instancia de socialización, o bien como estrategia pedagógica.
domingo 09 de agosto de 2015 | 21:00hs.
Consejos para jugar A continuación se mencionan sólo algunos de los juegos tradicionales populares que gustaban practicar las generaciones pasadas de niños y niñas y que ahora se pueden seguir realizando, en familia o bien en canchas, parques, jardines o plazas.

Martín Pescador. Este juego forma parte del folclore argentino, influido en gran parte por las tradiciones españolas. Un pasatiempo que ha ido quedando en desuso, pero que todavía hay niños que juegan, sobre todo, en el recreo escolar.

La gallinita ciega. Raro es el sitio en el que no se juega a la gallinita ciega, y es que este tipo de pasatiempo tiene una gran popularidad en diferentes partes del mundo, aunque en algunas cambie de nombre.

Las escondidas. Las escondidas es un juego casi universal con el que han pasado ratos emocionantes niños y niñas de todas las generaciones y en casi todo el mundo. Hay que recordar aquí que un menor no disfrutará jugando al escondite si no tiene la certeza de que encontrará a la persona que busca. Esto ocurre hasta los 3 o 4 años, por lo que jugarlo antes de esta edad al infante le puede causar angustia y ansiedad. El escondite es un juego que se puede realizar en familia o con amigos.

El embolsado. La carrera de sacos se trata de un juego muy sencillo en el que sólo se requiere una bolsa y bastante habilidad y equilibrio de quienes los juegan. Es ideal en fiestas de cumpleaños, reuniones familiares, días de campo o simplemente para pasar un día divertido al aire libre.

Saltar la cuerda. Saltar la cuerda es uno de los juegos más populares y divertidos y un estupendo ejercicio físico, ideal para la salud y los momentos de diversión en familia. Sin saberlo, este juego que se realizaba comúnmente décadas atrás afuera de casa o en los patios de las escuelas, con una sencilla cuerda, es uno de los ejercicios físicos más completos.
Opinión
Por Alexis Rasftopolo
Licenciado en Comunicación Social


A propósito del juego El juego es una manifestación que trasciende las edades, más allá de que se lo suele vincular directamente al período de la infancia. Incluso es un fenómeno que no solamente se manifiesta en la especie humana. En su memorable “Homo ludens” (1938), el historiador y filósofo holandés Johan Huizinga sostuvo que el juego precede a la cultura –dimensión intrínseca del mundo social y humano-, ya que los otros parientes nuestros del reino animal no aguardaron a nuestra llegada de manera que les impartiéramos enseñanzas sobre como jugar.
A través de su obra Huizinga puso de manifiesto el carácter lúdico del desarrollo de la cultura.
Tiempo después, la investigadora argentina Graciela Scheines abordó el tema en un ensayo premiado por el Fondo Nacional de las Artes “Juegos inocentes juegos terribles” (1998). Dice la autora:
“El juego no es una actividad como cualquier otra. Es tan mágica como un ritual, ata y desata energías, oculta y revela identidades, teje una trama misteriosa donde entes y fragmentos de entes, hilachas de universos contiguos y distantes, el pasado y el futuro, cosas muertas y otras aún no nacidas se entrelazan armónicamente en un bello y terrible dibujo. Jugar es abrir la puerta prohibida, pasar al otro lado del espejo. Adentro, el sentido común, el buen sentido, la vida ‘real’, no funcionan. La identidad se quiebra, aparece en fragmentos reiterados de uno mismo”. En efecto, Scheines nos enseñó que en el tiempo del juego –diferente de la temporalidad que rige en la vida corriente-, podemos descubrir los diversos mundos del mundo, donde las cosas, los objetos, aparecen en todas sus posibilidades, no reducidos solamente a los usos y significaciones que les solemos dar en la cotidianeidad (pensemos en un escurridor o en un plato que dejan de ser “eso” para poder ser una espada, o un disco, o lo que la imaginación nos dicte); y también los jugadores experimentan, en ese orden distinto, una mutación de sus identidades. El teatro sería un buen ejemplo de esto último.
Siendo el juego una actividad tan potente vendría bien preguntarnos ¿por qué se concibe al juego solamente como una cosa de niños? ¿A qué edad dejamos de jugar y por qué?
Probablemente, al llevar dinámicas de vida tan estructuradas, con parámetros fuertemente establecidos en torno a los comportamientos, lo socialmente correcto e incorrecto, tanto a jóvenes y a adultos les cueste salirse del orden habitual de las cosas para “fundar el orden lúdico” y entregarse a él.
Por otro lado, Scheines también denunció los abusos que se hacen de esta actividad al proponerla como condición indispensable en talleres educativos y en distintas instancias de socialización, lo que en algunos casos lleva a tergiversar su verdadero sentido:
“…Cada vez que jugamos estamos repitiendo la gesta fundacional del Dios mítico, somos otra vez Dios, el Dios de la Biblia…o la divinidad pagana cuya acción creadora despejó las tinieblas, ordenó el caos y dio un sentido a las vidas futuras. Yo creo que por eso el juego es tan importante…Más que para la educación o para curar enfermos mentales, para mí el juego nos permite, fundamentalmente, repetir la gesta fundacional”