Misiones y su contagiosa paz

domingo 09 de febrero de 2020 | 10:00hs.
Misiones y su contagiosa paz
Misiones y su contagiosa paz
Este viaje fue una pequeña escapada al interior de la provincia, más precisamente a la localidad de Santa Ana (y sus bellos alrededores coronados de la inconfundible vegetación misionera bañada de varias gamas de verde)  buscando  paz y solaz, diversión y relax con un grupo de queridas amigas. En el camino se disfruta de un manto verde de distintas tonalidades atravesados por momentos de pequeños líneas de agua de algún que otro arroyo, alguna que otra pequeña chacra donde la vacas son las espectadoras de primera fila de la misma ruta y donde se ven pequeñas casas a lo lejos, muchas veces con algún horno de barro humeante preparando quien sabe que comida casera. En esos momentos el alma, la mente y el cuerpo ya comienzan su viaje, se adentra en su trance de respiro y escape de la mundanal y acelerada rutina urbana de la capital misionera.
Nuestro destino fue un complejo de cabañas rústicas, verde mucho verde y mucha paz y privacidad con pileta y un balcón con una vista preferencial única de la selva paranaense de alrededores y de la imponente Cruz de Santa Ana que se puede apreciar a lo lejos. Ese mini paraíso ideal para escapadas de uno, dos o varios días. Siguiendo la misma ruta serpenteante por momentos y asfaltado  que nos llevó hasta de la Cruz y sólo unos dos o cuatro kilómetros de calle de tierra, llegamos  este  complejo en cual las cabañas y habitaciones masters combinan naturaleza y confort a través de habitaciones que realzan lo rústico y autóctono de nuestra tierra, con muebles realizados por artistas de la zona, la perfecta mezcla de un bello estilo híbrido que combina de manera equilibrada la comodidad, la rusticidad y el lujo.  Este oasis verde sería nuestro lugar de recreación, relax y despeje mental y físico por los siguientes dos días.  Durante el día pileta, un poco de sol, mate o tereré que acompañan siempre las largas y divertidas charlas y chapuzones todo luego de un generoso desayuno. Al atardecer quizás una sesión de masage en el spa y apreciar el atardecer en tan privilegiado balcón natural junto a la pileta. Finalmente durante  la  noche luego de la cena, apreciar el firmamento  (ideal cuando hay luna llena) titilante de estrellas. Todas y cada una de esas experiencias constituyen una caricia para el cuerpo, el mente y el espíritu.

Griselda Seewald
profesora y traductora de inglés