La Barrera de Wanda

domingo 15 de septiembre de 2019 | 8:18hs.
La barrera de Wanda
La barrera de Wanda
Por Gonzalo Peltzer
gpeltzer@elterritorio.com.ar



No sé usted, pero yo veo anaranjados los conos que han invadido nuestras calles y nuestras rutas. Se compran en cualquier ferretería industrial y sirven para ser el Rey del Mundo, porque si usted tiene un cono anaranjado puede hacer lo que quiera con sus semejantes. Y no le digo nada si tiene dos o más, entonces no es el Rey del Mundo sino el Emperador de la Galaxia. Pero no solo hay conos, también unas barreras del mismo material que se ensamblan unos con otros como un juguete; si tiene de esos, entonces es el Amo del Universo.
Los usa la Policía de la Provincia, la Gendarmería, la Policía Federal, la Prefectura, la Policía Aeronáutica, el Servicio Penitenciario Federal y el Provincial, los Bomberos, Vialidad Nacional y Provincial, la Agencia Nacional de Seguridad Vial, la Dirección de Tránsito, Parques Nacionales, el Automóvil Club y los auxilios de las compañías de seguro, las obras en construcción, los camiones hormigoneros, los corsos de carnaval, la estudiantina, los supermercados, los promeseros que andan peregrinando… y quien quiera que decida hacerse propietario de toda o de una parte de la vía pública.
El jueves viajé de Posadas a Iguazú. Perdí la cuenta de los conos anaranjados que jalonan la ruta en cada pueblo, en cada retén de una fuerza de seguridad distraída, en cada radar alcahuete y paternalista que nos fiscaliza una velocidad imposible… Comprobé que todos bajamos drásticamente la velocidad en cuanto vemos a lo lejos un furgoncito parado en la banquina, aunque sea porque su conductor no aguantó más sus ganas de hacer pis.
Pero hay un obstáculo que se lleva toda la gloria. Es la barrera de bloques y conos anaranjados instalada en Wanda, a la altura del Club Alto Paraná. Corta abruptamente la vía rápida, la que sirve para pasar a los vehículos más lentos en la arribada. Ahí está hace meses, en la trocha del medio hacia Puerto Iguazú. Uno viene tratando de pasar un trencito de camiones y de repente se encuentra con el obstáculo en el medio de su carril… Una trampa mortal que se llevará de viaje sin retorno a alguien en el momento menos pensado.
Esta historia puede terminar como la mona, pero es lo que hay. Y lo que hay es mucha autoridad de balde y poca inteligencia para prevenir accidentes de verdad. Porque lo paradójico de esta situación (y no solo de la Barrera de Wanda) es que causen accidentes los dispositivos previstos para prevenirlos.
Ya no se puede manejar a la velocidad normal de un buen auto (la necesaria para no llegar dos horas más tarde a cualquier lugar de la provincia) porque el único modo de no ser multados es pudrirse en las rutas pésimamente señalizadas por algún cerebro mal organizado y paternalista que decide arbitrariamente dónde y cuándo poner trampas a los conductores. Hay que aguantar ese paternalismo autoritario que resuelve cómo tenemos que manejar en lugar de confiar en que la inmensísima mayoría de los ciudadanos lo hace responsablemente. Los organizadores de nuestras vidas deberían saber que esos que buscan con tanto ahínco con embudos en las carreteras no caen en trampas cazabobos.
Parece que sobrara el dinero para construir buenas rutas que permitan llegar antes a destino y después volverlas inútiles con restricciones ridículas. O que sobran agentes y no saben qué hacer con ellos, así que no se les ocurre mejor idea que instalar retenes con onda SS, como si la provincia estuviera en estado de guerra. Quizá el Hermano Mayor no sepa que cuando no se confía en la prudencia y en la inocencia de los ciudadanos, los ciudadanos dejan  de confiar en la prudencia y en la inocencia de la autoridad.
Den las explicaciones que quieran sobre los conitos anaranjados y la seguridad, pero por favor, levanten la Barrera de Wanda antes de que cause un accidente mortal.