El último robo en Santa Ana

Joya bizantina, el ícono de una desidia que nos sigue hasta hoy

Un cuadro bizantino con la imagen de la Virgen y El Niño, joya mundial donada por El Vaticano, se exhibía en la capilla La exaltación de la Cruz de Santa Ana y fue robada en octubre pasado
domingo 21 de abril de 2024 | 6:05hs.
En plena pandemia, El Territorio retrató la exhibición de la pieza en Santa Ana.  Foto: Marcelo Rodríguez/Archivo
En plena pandemia, El Territorio retrató la exhibición de la pieza en Santa Ana. Foto: Marcelo Rodríguez/Archivo

Los objetos de arte robados en Misiones comparten un destino: desconocido.

Aunque ni bien anunciada la noticia generan un breve revuelo en la sociedad y las esferas dedicadas al cuidado patrimonial, poco se sabe luego de los posteriores procedimientos de búsqueda o de los esfuerzos implicados en conseguir su recuperación.

Por un lado, en el Museo Municipal Lucas Braulio Areco se despliega una increíble colección de tallas de Juan de Dios Mena. Son parte de su muestra permanente y cada una de ellas tiene una particularidad tan ingeniosa como valiosa. Sin embargo, desde hace años falta una pieza clave, denominada Chamamé. Fue realizada por el artista chaqueño hacia la década del 50 y sustraída de una exposición del museo en 1998.

Años y años recordando esa figura y continúa sin saberse nada de ella.

Conscientes de que hacer conocido el patrimonio, mostrar la imagen perdida puede arrojar algún dato, en 2012 se desarrolló una campaña para recuperar la talla y al mismo tiempo poner en valor el acervo del Museo Areco.

En ese momento, la directora general de Cultura de Posadas era Mariana Zeniquel. “Nos pareció una buena idea en esa época reflotar el tema, para que la sociedad no se olvide. Hicimos remeras con las distintas tallas de Mena, con esténciles, y se hizo una movida grande con muchos artistas y la comunidad”, rememoró Zeniquel consultada por una colega de este medio.

Obras de Mena en el Areco.
Obras de Mena en el Areco. Foto: Marcelo Rodríguez/Archivo

Si bien la iniciativa de recuperar la figura fue infructuosa, sí resultó muy enriquecedora para convocar a nuevos públicos al museo y para que la gente se acercara más al valor del arte que se resguarda en la ciudad.

“El patrimonio cultural nos pertenece a todos y todos tenemos que poder disfrutar de observar y aprender, saber sobre su historia y sobre todo lo que una obra de arte o una pieza histórica nos puede contar sobre nosotros mismos”, indicó Zeniquel.

Del Vaticano al cerro misionero
“El ícono bizantino de la Virgen y el Niño o theotokos ‘la que dio a luz a Dios’, está detrás de un cristal, como para comunicar que alguna grandeza guarda. La reliquia data del siglo XV, es de origen libanés y fue donada por el Vaticano a la provincia de Misiones en gesto de avenencia por la construcción del Parque Temático La Cruz de Santa Ana. Llegó en 2009, como parte de la gestión del Cardenal Leonardo Sandri que conectó al entonces Papa Benedicto XVI con autoridades misioneras”, reflejamos en estas mismas páginas en 2021.

Hace unos meses, en octubre, debimos recordar las palabras, mordernos la lengua y lamentar que el cuadro bizantino ya no cuelga en la capilla de La Exaltación de la Cruz de Santa Ana.

Obras de Mena en el Areco.
Foto: Marcelo Rodríguez/Archivo

La antiquísima obra La madre y el niño fue robada y a pesar de que hubo arrestos -sin mucho sustento en su momento- lo real es que su reciente desaparición se suma a la lista de misterios sin resolver de la provincia.

Horas después de haberse conocido el robo de la reliquia, hubo dos allanamientos en Santa Ana y se detuvo a una persona a pesar de que el cuadro no fue hallado. Poco después, el detenido, un empleado del Parque, fue liberado porque no tenía relación aparente con el robo, sino que parecía simplemente haber sido una especie de ‘chivo expiatorio’ momentáneo.

Esa misma semana en tanto, se comunicó que a partir de una denuncia efectuada por el ministerio de Cultura de la Provincia, la Dirección Cibercrimen de la Policía de Misiones había logrado recuperar una pieza arqueológica perteneciente al periodo jesuítico, que estaba siendo ofrecida a la venta en Facebook, en clara violación a la ley nacional 25.743, de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico. Una buena nueva en medio del caos.

Se trataba de un busto de arenisca que representa la cabeza de un jesuita, cuya antigüedad mínima sería de unos 400 años, estimaban. Unos meses antes, el foco en el resguardo del arte estaba puesto en la celebrada recuperación de la placa de piedra Frontis II, que formaba parte de la fachada de la Iglesia de la reducción jesuítica de San Ignacio Miní, pero que figuraba expuesta en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires desde 1901. Otra arista de este debate que no nos convoca plenamente hoy, la de la restitución de obras a su lugar de origen.

En definitiva, más allá de estas buenas nuevas en otras áreas, lo cierto es que del cuadro bizantino nada más se supo y hasta hoy figura como una de las joyas perdidas por la Provincia.

Hacía poco tiempo relativamente que la obra era finalmente exhibida al público tras su donación en 2009. Ya en la entrevista de 2021 con Graciela Gayetzky de Kuna, arquitecta y doctora en Artes visuales, se había detallado que tras el anuncio de la donación se le había perdido el rastro.

Además, aunque un vidrio recubría la obra, en ese momento también se advertía que no gozaba de las mejores condiciones de seguridad. Según De Kuna el lugar adecuado para la obra, era expuesta el público sí, pero en un lugar que le diera “seguridad, cuidado y permanencia”.

‘‘Me encanta que podamos poner luz sobre esto porque es muy importante para la comunidad, no solo religiosa’’, había graficado la profesora universitaria al remarcar que la comunidad debe mantener la conciencia sobre la importancia de la pieza.

Y es que en cuanto iglesias o espacios religiosos se refiere, el vandalismo y los robos pueden ser habituales, con más facilidad debido a que muchas veces, las piezas históricas están libres, al alcance, tienen un uso cotidiano, son guardadas simplemente en las sacristías o incluso se utilizan en momentos clave de procesiones y otras celebraciones. Es allí donde el debate sobre cómo cuidar el patrimonio suma otros condicionantes.

La pieza perdida de Santa Ana, así como el reloj de Belgrano, salvando las diferencias, revestía de un simbolismo y un valor que iba mucho más de lo monetario o histórico. Los íconos como este, del siglo XV, conllevaban una mística quizás hoy incomprensible y creados por monjes especialistas que ponían ojo al detalle. La elección de colores no era al azar, ni tampoco la posición de los cuerpos pintados. Además, el marco metálico, solía ser de oro o plata e incrustaciones de piedras preciosas.

Con esa información, celebrábamos que esta joya era parte de nuestro patrimonio misionero. Hoy, simplemente no la tenemos y, al menos los ciudadanos de a pie, no sabemos donde está. Ojalá el Estado pueda resarcirse.

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