Informe de Domingo

El arte como mercancía

El conocimiento y compromiso de la sociedad con la preservación del patrimonio colectivo, un minucioso inventario, políticas y políticos que se interesen por proteger los bienes culturales podrían ser buenas herramientas contra los expoliadores de lo público y lo identitario. El flagelo mundial del robo de arte en un podcast, los casos emblemáticos en Misiones y los desafíos para la salvaguarda.
domingo 21 de abril de 2024 | 1:30hs.
En el Museo Lucas Braulio Areco falta la talla ‘Chamamé’, de Juan de Dios Mena, desde 1998.  Su desaparición marcó un antes y un después en el cuidado del patrimonio.
En el Museo Lucas Braulio Areco falta la talla ‘Chamamé’, de Juan de Dios Mena, desde 1998. Su desaparición marcó un antes y un después en el cuidado del patrimonio.

30 de junio de 2007, apenas después del mediodía, el staff del Museo Histórico Nacional, situado en el barrio porteño de San Telmo, advierte que un elemento clave de la historia argentina había desaparecido: el reloj de Manuel Belgrano.

Más allá del valor monetario que podía alcanzar la pieza -que se estimaba entonces en unos 400 mil euros- lo brutalmente simbólico en este caso, le daba un estatus invaluable. Había sido una de las últimas pertenencias del prócer más ilustre de la Argentina y el único objeto con el que había podido pagar al médico en sus últimas horas.

La historia es conocida: una familia con experiencia en el área delictiva había sido la responsable del robo, junto a otros seis atracos millonarios en un corto periodo de tiempo. Fueron arrestados, cumplieron una breve condena, pero la mayoría de los objetos nunca se recuperaron. Y ese, por ahora, sigue siendo el destino del icónico reloj, un paradero totalmente ignoto.

Otro de los golpes más importantes en el país, en tanto, fue el gran robo -en plena Nochebuena de 1980- al Museo Nacional de Bellas Artes. Con una investigación en curso hasta hoy por parte de Interpol, se sabe que algunas obras fueron ofertadas en París por una familia de Taiwán e incluso hay libros que analizan estas gestas delictivas en medio del caos cívico que generó la última dictadura militar.

Pero no sólo los museos resguardan objetos valiosos para el patrimonio cultural, y la tarea de asegurar su cuidado se complejiza al hablar de instituciones religiosas, casas de cultura locales o sin ir más lejos, reducciones jesuíticas.

El desafío en Misiones es alto, con el bagaje histórico que cosecha y la incipiente organización enfocada en rescatar el patrimonio.

Provincia joven, con cientos de prioridades que vienen antes que la cultura, hace pocos años se comenzó una tarea de registro para poder identificar lo valioso, en principio, por ejemplo en el Museo Provincial de Bellas Artes Juan Yaparí.

Es que el mismo año que los Baldo sustrajeron el reloj de Belgrano y otras reliquias, en Posadas desaparecieron tres cuadros insignia de ese museo.

Su ubicación actual continúa siendo desconocida y poco más se sabe del caso. Previamente, en los 90, una figura de Juan de Dios Mena, había sido robada del Museo Areco de Posadas.

Y hace apenas unos meses, desapareció la reliquia bizantina donada por el Vaticano que se exhibía en la capilla del Parque La Cruz de Santa Ana.

Aunque las hipótesis personales puedan apuntar socarronamente a los profundos e impunes esquemas de poder instalados en la región, y suponer que cuelgan elegantemente en una casa de alto poder adquisitivo, cerca o muy lejos de estas costas, desde este espacio buscamos recordar el valor social del arte por sobre lo monetario y reflexionar sobre herramientas que traigan mayor seguridad frente a hurtos, profanaciones y vandalismo.

En esa misma línea, uno de los podcast del momento: Traidores del arte de la gestora cultural Claribel Terré Morell, entrevista a especialistas que investigan y cuentan hechos delictivos del mundo del arte. Allí, por ejemplo, Marcelo El Haibe, comisario general, abogado, profesor y jefe de la división de protección del patrimonio cultural, detalla una serie de premisas para evitar estas pérdidas.

En primer lugar, entiende que la concientización en la sociedad es prioridad, porque eso impulsa el cuidado desde las bases y exige políticas culturales al respecto.

Su libro El tráfico ilícito del patrimonio cultural colonial en la Argentina, es un ejemplo de la fragilidad legal y el poco marco regulatorio que prima en este área. Según explicó en la presentación del libro, en 1998 Interpol lo invitó a dar una charla sobre robo de patrimonio y allí se dio cuenta de que en el país casi no había registros oficiales, sistemas de investigación ni políticas de prevención del tráfico ilícito de bienes culturales. Tras formarse específicamente en la materia, en 2002 lanzó una base de datos pública nacional sobre objetos robados en la Argentina que ya permitió recuperar más 10.600 objetos.

Partiendo de su experiencia, El Haibe relata -en el podcast que está disponible en Spotify- que en estos robos "siempre hay ayuda o participación de adentro". Incluso es muy común el pretexto de que la obra está mejor cuidada en el ámbito privado que el público.

En tanto, al hablar de la recuperación y la ruta de la denuncia, marca que es esencial realizar la denuncia dentro de las 72 horas del hecho y no tocar la escena del crimen. Para rellenar por ejemplo el formulario de Interpol o dar a conocer la pieza robada, es fundamental una buena foto de la obra y la data del inventario del museo. "El 95% de la recuperación está en el inventario. Esa foto con buen color, con las medidas precisas es la que va a la base de datos mundiales", alega.

En coincidencia, la doctora en Historia del Arte Laura Malosetti Costa refleja que “el mejor antídoto contra todos esos males es una sociedad que conozca su patrimonio artístico” y también puntualiza en el esencial registro.

El flagelo del robo de arte es mundial. No diferencia museos europeos de latinos ni iglesias de clubes sociales y las leyes no son mucho más duras en uno y otro lugar. Sin embargo, las causas que lo motivan siempre serán particulares y aunque en la actualidad las redes mundiales complican la reventa, los ladrones muchas veces sólo usan el robo como método extorsivo. También se relaciona de cerca con otros tráficos: narcos lo usan para lavar dinero, terroristas islámicos para financiar compra de armas.

Misiones parece estar alejado de esos escenarios, con su siempre apacible andar. Sin embargo, un halo de hondo misterio rodea la pérdida de valiosas obras mientras un fuerte ánimo de sostener prácticas más ordenadas busca resguardar las que perduran.

Aquí abrimos debate...

 

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