Una política para tomar conciencia del acoso callejero

domingo 10 de marzo de 2019 | 5:00hs.
Una política para  tomar conciencia  del acoso callejero
Una política para tomar conciencia del acoso callejero
Victoria Bergunker

Por Victoria Bergunker interior@elterritorio.com.ar

La violencia de género -o violencia machista- constituye hoy una problemática social que va en aumento y las mujeres son las principales víctimas. En la casa, en la calle, en el transporte público, en su lugar de trabajo, la mujer se enfrenta diariamente a situaciones de peligro.
Entre los tipos más comunes, se encuentran la violencia psicológica, sexual, física y económica y en el peor de los casos terminan en femicidios, su expresión más extrema. Entre los diferentes tipos de violencia, el acoso callejero es una agresión que se produce por relaciones desiguales de poder.
Por eso, entre las políticas públicas dentro de la ciudad de Posadas y con la intención de erradicar las distintas formas de violencia hacia la mujer, ya son 450 los espacios adheridos al programa Comercio Amigo-Lugar Seguro, impulsado hace un año por la Dirección de Equidad de Género de la Municipalidad. Entre dichos espacios hay organismos del Estado e instituciones educativas.
 Ángela Ferreira, directora de Equidad de Género, explicó en diálogo con El Territorio: “Los negocios asumen el compromiso de resguardo y contención frente a situaciones de violencia que pudieran ocurrir en la vía pública. Cada espacio que se adhiere firma un acta de adhesión específica, le hacemos entrega de un protocolo de actuación y hacemos la identificación del espacio a través de un afiche que se coloca en la vidriera”.
En este sentido, explicó que existen dos vías de acción: en caso de situaciones de emergencia, donde hay hay una persona persiguiendo o intentando atentar contra la integridad física, rápidamente se llama a la Línea 137, quienes concurren al lugar con un patrullero policial.
“Para las situaciones que son más de contención, asesoramiento y acompañamiento, en el caso de que la persona quiera realizar una denuncia, acudimos nosotros desde de Equidad de Género”, aclaró Ferreira.
Según informó, durante el 2018 se realizaron quince activaciones de protocolo, aunque en ninguna se necesitó la presencia policial. En lo que va del 2019, aún no se registró ninguna. 
El acoso callejero puede darse a través de palabras, acciones o gestos, que ocurren en espacios públicos y son impuestos por un extraño, es decir, que no cuenta con el consentimiento de quien lo padece.
“Un ejemplo concreto puede ser la insistencia indebida sobre el destino de una mujer, su nombre, su número de telefono, comentarios sexistas sobre su cuerpo. Algunos de los que vienen ocurriendo lamentablemente con frecuencia en la ciudad de Posadas es la masturbacipion en la via publica”, detalló.

Emplea Mujer
Entre las acciones llevadas a cabo por este área, el día de la mujer se lanzó una nueva plataforma digital denominada Emplea Mujer que busca promocionar, visibilizar y sistematizar diferentes oficios de mujeres posadeñas.
Bajo la campaña con el slogan “Elijamos contratar mujeres”, “el objetivo es que se instale la noción de que podemos contratar a mujeres carpinteras, herreras, electricistas, plomeras, carpinteras y comenzar a abrir camino para las mujeres en estos rubros que históricamente han sido más ocupados por varones”, destacó Ferreira. La plataforma estará disponible en la página web del municipio de Posadas y no hay límite de edad.
Además, el próximo jueves 14 se lanzará “Somos Fuertes”, un programa que estará orientado a la enseñanza de defensa personal  y trabajo de autoestima en la mujer.

Fue víctima de violencia y hoy ayuda a otras mujeres

Lucía Valenzuela sufrió maltratos durante 7 años.
Lucía Valenzuela es enfermera universitaria y actualmente trabaja en el área de Acción Social del municipio y en el Hospital de Candelaria, brindando contención y ayuda a mujeres y niños que sufren violencia de género, luego de haber sufrido en carne propia los maltratos por parte de su pareja.
“Hoy lo puedo contar por dos motivos, uno porque lo pude superar con terapias y ayuda de mis familiares y amigos y el otro es porque estoy viva”, comenzó el relato en diálogo con El Territorio.
En este sentido, dijo que “gracias a haber accionado rápido estoy viva, pero para eso viví 7 años de violencia”. Al principio eran agresiones verbales e insultos, que con el tiempo se convirtieron en violencia física, hasta llegar a situaciones extremas.
Es que su pareja (hoy ya fallecido) era policía y en una ocasión atinó a utilizar su propia arma de trabajo para intentar asesinarla. Aquel día la suerte estuvo de su lado y la bala dio contra la pared, impacto que aún es visible. “Ese extremo no hubiese llegado nunca si yo me hubiese valorado, si yo no hubiese permitido que me insulte, que me controle, que me tenga como un objeto de su propiedad”, se lamentó.
Apenada por este tipo de agresiones que sufren a diario miles de mujeres en todo el mundo, añadió: “Él, como tantos otros violentos, empiezan por los insultos simples, sólo se sienten merecedores de salidas, diversión, esparcimiento, fiestas, descanso. Para el violento la mujer debe estar en la cocina o bajo su control y viendo la televisión o algo similar, uno no se da cuenta al principio porque son muy hábiles. Si alguien de la familia intenta protegernos ellos tratan de distanciar a ese familiar o se molestan ellos”. Según expresó Lucía, y teniendo en cuenta su experiencia, este tipo de reacciones se deben a que “son cobardes a los que no les conviene que nadie sepa cómo son”.
Al igual que muchas otras mujeres que sufren o sufrieron violencia de género, Lucía sostuvo que es posible cambiar “esta cultura violenta, pero es tras un trabajo arduo y con mucha dedicación”.
Por eso explicó que es esencial que los padres enseñen a sus hijos desde chicos a no ser violentos y   amar al prójimo. “Debemos no permitirnos decirles a los chicos palabras hirientes o que bajen su autoestima, como ‘no servís para nada’ o ‘sos un inútil’ y tantas palabras que van marcando una desvalorización de las personas en crecimiento”, señaló.
Es que las prácticas machistas están instaladas en la sociedad y son impuestas a los niños desde muy temprana edad. “Sufrir violencia marca para toda la vida, yo sólo quiero dar un ejemplo más, la violencia está insertada en cada lugar de la sociedad, en el trabajo cuando quienes son jefes se sienten con derecho a maltratar a un empleado o empleada, eso ya es violencia y debemos entre todos luchar para que se vaya erradicando ese flagelo que día a día se va cobrando más vidas”, concluyó Lucía.

Llegó al país buscando trabajo y encontró el horror

Mauro Parrotta

Por Maricela Rotela interior@elterritorio.com.ar

Alicia es paraguaya, tiene 44 años y hace 30 llegó a la Argentina en busca de un futuro mejor cursando un avanzado embarazo. Fue en este país que conoció a quien iba a ser su pareja y padre de sus 13 hijos, Germán P.
La mujer, que vive en el barrio San Miguel de Posadas, abrió sus puertas a El Territorio y contó cómo es vivir con miedo y angustia después de todo lo vivido. “Pasé cosas que hasta ahora no las puedo poner en palabras”, dijo emocionada.
“Él se hizo cargo de la primera de mis hijas, ella lo conoce como su papá, pero después los años fueron pasando y las cosas cambiaron. Cuando nace mi cuarto hijo él comienza con las agresiones y no nos daba nada de libertad ni a mí ni a mis hijos, sólo podíamos salir al comedor, de donde retirábamos la comida”, comenzó su relato.
Además continuó: “Él era muy autoritario, todo se tenía que hacer a su manera, estábamos bajo su ley. Mis hijos en la escuela comenzaron a andar muy mal pero yo no me daba cuenta de cómo los impactaba su actitud. Abrí los ojos cuando uno de mis hijos me dijo que era él o ellos y fue ahí cuando hice la primera denuncia”.

La lucha en la Justicia
“Yo fui con mi vecina a hacer la denuncia en Defensoría de Familia pero ahí me pedían pruebas de las agresiones que recibía, entonces lo que hicieron fue mandar un asistente social, pero como ellos no pueden proceder dentro de la casa, él solamente se quedaba del lado de adentro y desde ahí hablaba con estas personas”, sostuvo.
Por otra parte, recordó el día que realmente sintió miedo. “La gota que rebalsó el vaso fue cuando me amenazó con un cuchillo y nos sacó de la casa, ese día tuvimos que dormir en una plaza”, expresó.
“Luego de ese día fui a la Policía y les pregunté si estaban esperando a que me mate. Fue desde Defensoría que pude acceder a la denuncia penal y recién ahí lo pude sacar de mi casa, pero ahí comenzó mi verdadera lucha porque me seguía a todos lados, incluso llegó a amenazarme con un arma, él no aceptaba nuestra separación”, remarcó angustiada.
Víctima de la violencia y las agresiones verbales, la mujer que ahora trabaja en casa de familias para llevar el pan a su hogar relató que llegó a pensar en quitarse la vida, pero fue cuando consiguió la restricción de acercamiento. “Logré esa medida cuando tumbó la puerta de mi casa y supuestamente ya no se podía acercar a mí pero igualmente seguía haciéndolo, llegó a ir a escondidas hasta la casa de mi hermana para espiarme, él decía que no podía vivir sin mí”.
“Nunca me sentí acompañada por la Justicia, siempre tuve que buscar por mis medios los recursos para poder seguir y enfrentar la vida, porque todavía tenía cuatro hijos chiquitos. Siento que si las autoridades no ven sangre, no actúan, por más que tengas mil órdenes de acercamiento no hacen nada porque no hacen el seguimiento. La mujer necesita una solución ya cuando pasa por una situación así pero eso no sucede, si no se actúa, el mañana puede ser muy tarde”, aclaró. 

El peor final
Fue en medio del llanto que Alicia expresó su dolor por la terrible decisión que tomó su ex pareja, ya que tras las denuncias recibidas optó por ahorcarse frente a su casa.
“Mi hija mayor fue la primera que se enteró, yo estaba trabajando cuando me llamó y me lo contó. “Después me llamaron del Juzgado y me dijeron que había dejado una carta donde decía que él me quería pero que mis hijos nunca iban a ser míos en el sentido que nunca iban a poder salir adelante, que él hizo eso para dejarme libre porque si seguía vivo iba a seguir haciendo lo mismo siempre. Siento mucho por lo que hizo porque pienso que no tendría que haber llegado a ese punto”, finalizó.

“Un papel no garantizó nunca mi seguridad”

“Cuando formamos una familia pensé que sería para siempre”, añoró Melina Vásquez, quien soportó durante mucho tiempo maltratos verbales y físicos de parte de su ex pareja.
Melina vive junto a sus hijos en la ciudad de Eldorado.
En diálogo con El Territorio comentó lo difícil que es hacer cumplir una orden de restricción por violencia de género, y lo más complicado aún, animarse a contar todo y llevar adelante el escueto proceso judicial que implica cada caso.
“Es una de las decisiones más difíciles que afronta una mujer víctima de violencia y abusos”, mencionó Melina. “Fue muy difícil afrontar la circunstancia y hacer la denuncia. Me llevó mucho tiempo hacerlo, pero ahora él tiene la perimetral y no debería acercarse a mí por ningún motivo”.
Sin embargo, destacó, desalentada, que “este tipo de medidas realmente no son efectivas. Hace ya mucho tiempo vengo luchando para no tener contacto con mi ex, pero de todas maneras lo hace. “Muchas pensamos que una vez que nos separamos y hacemos todo lo necesario incluso mediante la justicia, el problema se termina. Pero en realidad no es así. Yo hace dos años me separé y aún tengo problemas con mi ex pareja. No me deja en paz, me acecha, me persigue”.
A pesar de hacer la denuncia correspondiente y tomar todas las medidas judiciales necesarias, Melina asegura que su ex pareja sigue teniendo contacto con ella. Además, las veces que la ve, la maltrata.
“El me sigue. Luego de denunciarlo, seguí recibiendo insultos, empujones y golpes de parte suya. La última vez que me vio, me rompió el auto”. Cabe destacar que los actos de violencia son cometidos en presencia de sus hijos. 

Revictimización
En reiteradas oportunidades, Melina mencionó lo incómodo que le resulta exponer su vida privada a los demás. pero asimismo, destacó que eso la hace sentir un poco más segura, ya que más personas conocen su caso y están pendientes también de su situación.
Además, mencionó apenada que muchas veces se sintió culpable de lo que ocurría “porque él me hacía creer que todo era mi responsabilidad. Me hacía pensar que su violencia era culpa mía”.
Incluso, “la policía una vez me preguntó por qué mi marido actuaba así, como si fuese yo la responsable de su accionar. Pero absolutamente nada justifica la violencia”, dijo indignada.
“Hoy  no me da vergüenza contar mi testimonio, al contrario, creo que es una manera de sentirme resguardada, y alentar a otras mujeres a actuar”, declaró.

Medidas
“Hice dos denuncias pero no las elevé al juzgado de Familia, justamente porque mi ex es docente y no quería que tuviera problemas en su trabajo -con todo lo que ello implica en cuanto a economía y mantención de sus hijos-”, explicó Melina. 
Pero finalmente, considerando que la situación no cambiaba, “hice otra denuncia. Priorizando la salud emocional y psicológica de mis hijos, así como mi integridad. Con sentimientos confusos, culpa y angustia, me animé y di ese importante paso”, comentó orgullosa.
Después de someterse a un tratamiento, Melina entendió que nada era culpa suya y que las agresiones y maltratos que padecía no eran su responsabilidad. El problema no era ella. “Después de hacer un tratamiento psicológico para equilibrarme emocionalmente, pude entenderlo todo. Siempre una tiene la esperanza de que esa persona cambie su accionar, pero el violento se justifica, no se reconoce. Te hace sentir culpable”.

Nada asegura tu vida
La denuncia, la orden de alejamiento y restricción, el botón antipánico y otras tantas medidas llevadas adelante por la justicia para alertar y disminuir los casos de abusos, violencia de género y femicidios en el país no parecen ser suficientes. “Hacer cumplir una orden de restricción, en la mayoría de las veces, no es un proceso sencillo”, manifestó Melina.
En el caso de que “la persona violenta incumpla con la orden, es necesario comprobar esa falta a través de pruebas concretas y contundentes como testigos, filmaciones o demostraciones de la agresión”, destacó Melina. Asimismo, “si doy aviso a la policía de que mi ex está cerca mío y faltó a la medida de alejamiento, cuando la policía llegue al lugar del hecho, él debe seguir cerca. Caso contrario, no quedará ni detenido ni demorado. Sólo se agregaría a la causa judicial que incumplió a la normativa”, explicó.    
Por eso, “la orden de prohibición de acercamiento no es una garantía para mi seguridad. Mi integridad física sigue corriendo peligro”. A lo mencionado, añadió que “me sigo sintiendo sola, sin resguardo”.

“La violencia se empieza a manifestar de a poco”

Daniela Cortés

Por Daniela Cortés Corresponsalía Buenos Aires

La sociedad misionera está conmocionada por el femicidio de Fiorella Aghem en San Vicente, ocurrido en la misma semana donde el mundo recordó el Día Internacional de la Mujer con su larga lista de pendientes para lograr una sociedad más justa y equitativa. 
El femicidio de la joven misionera volvió a encender las luces de alarma sobre el funcionamiento de las instituciones que deben proteger a los ciudadanos, sobre las relaciones violentas y sobre los impulsos que llevan a una persona a cometer un crimen.
El Territorio entrevistó a la médica psiquiatra Verónica Dubuc, con más de 40 años de experiencia en el estudio y tratamiento de patologías mentales,  que actualmente integra la Dirección General de Salud Mental del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
“Cuando ocurre un femicidio se debe analizar el caso no sólo desde el psicodiagnóstico del presunto  autor sino también desde la comunidad donde ocurrió y que es fundamental entender que la violencia no se neutraliza con más violencia” destacó la doctora. 

¿Cuáles son los rasgos patológicos de un femicida?
-Son situaciones que no tienen una única causa. La respuesta de por qué una persona comete este tipo de crimen no puede encontrarse solamente en un diagnóstico psicopatológico. No hay una única patología para definir a un femicida.

¿Cuáles son las enfermedades que hacen que una persona pierda el control de sus emociones y de su racionalidad?
-Hay muchos cuadros psicopatológicos que podrían caracterizar a un individuo que comete un femicidio.
Son conductas no racionales. Es fundamental estudiar al individuo. Conocer su historia personal y social.
Puede ser un esquizofrénico que tuvo un brote psicótico, o un psicópata que no experimenta culpa o alguien que bajo el efecto de algunas sustancias como drogas o alcohol pierde los filtros inhibitorios y comente un acto de violencia.

¿Las personas nacen con estas patologías mentales o son contraídas después?
-Hay mucho investigado al respecto y son variadas las conclusiones. Pero en general entendemos que hay algún componente genético o biológico que opera como un determinante. La manifestación generalmente se da en el trayecto de la vida de esa persona cuando los factores ambientales y sociales operan como disparadores.
En este punto, es fundamental explicar que el contexto social también puede actuar como un neutralizador de estas patologías. Una persona que nace con algún rasgo patológico pero criada en un hogar con afecto, contención y límites claros y recibe educación, es altamente probable que logre una sociabilización positiva. En cambio, si esa misma persona nace en el seno de un hogar con violencia o es víctima de situaciones hostiles, estamos frente a un caso con alta probabilidad de manifestación plena de la enfermedad de base.     

¿Hay una edad específica en la que estas patologías salen a la luz?
En general las manifestaciones suelen suceder en la adolescencia o en la etapa posterior a ella. Es raro que los trastornos de personalidad severos se manifiesten a una edad adulta.

Para entender este tipo de violencia, ¿no alcanza con un diagnóstico psicológico del individuo?
El diagnóstico psicopatológico es una herramienta, pero no la única. Porque el fenómeno de violencia contra las mujeres que lamentablemente estamos viviendo como sociedad, ponen el foco en cuestiones culturales que aún hoy, entienden a la mujer como un objeto que puede tener un dueño que obviamente es el varón, y cuando esa mujer decide terminar la relación puede pasar que la pareja decodifique que está perdiendo algo suyo y reaccione.  

¿Cómo se puede detectar en una relación de pareja si alguno de los dos tiene tendencia a cometer actos de violencia?
Este punto es fundamental. Porque la violencia se empieza a manifestar de a poco. Un femicidio no ocurre de un día para otro en una relación de pareja. En general, siempre hay antes episodios de intentos de posesión, control y dominación del otro.
Por ejemplo, te llamo cada 20 minutos para saber dónde estás, condiciono tu forma de vestir, decido sobre las relaciones con tus amistades o pienso que no vale la pena que trabajes si  gano el dinero suficiente. Todas estas situaciones van pasando y se naturalizan no sólo en esa pareja sino a nivel social.
Incluso hasta el extremo, ya que hay mujeres que piensan que sus parejas hacen eso porque las quieren. 

¿Cuáles son las alarmas que debemos tener presentes como sociedad para detectar estos vínculos con tendencia a la violencia?
Ahora hay información en la sociedad para poder detectar estos casos. Pero a pesar de eso hay muchas relaciones donde esas situaciones están naturalizadas.
El entorno siempre nota el acto de dominación, pero no se logra esa conciencia en la propia pareja. Y aunque se les diga que esa relación está funcionando mal, no logran verlo porque el lazo está fundado no desde lo racional sino desde lo emocional.

¿Por eso aún hoy algunas mujeres golpeadas no hacen la denuncia de su situación de maltrato?
Sí. Porque a pesar de estar viviendo situaciones de extrema violencia muchas mujeres no logran verlo. Entienden que sus parejas tienen ‘motivos’ para hacerles lo que les hacen y hasta los justifican.
Y si a esto le sumamos que las instituciones muchas veces no están capacitadas para entender y decodificar estas situaciones, podremos comprender donde estamos parados como sociedad.

¿Por eso los femicidios también desnudan que fallamos como sociedad en prevenir que sigan ocurriendo?
Sí. Porque cuando llegamos al extremo de un femicidio quiere decir que todos las alarmas anteriores no funcionaron. Porque tenemos las herramientas para evitar que eso ocurra pero no las usamos. Y no me refiero solo al ámbito de la familia, sino a la sociedad en su conjunto.

¿Qué podemos hacer para lograr una sociedad sin violencia?
La clave está en entender que ningún conflicto se resuelve con violencia.
Creo que es urgente trabajar en la educación de las personas desde muy temprano para revalorizar la palabra, la comunicación y desechar a la violencia como método de resolución de problemas.
La violencia no se neutraliza con más violencia.