Pide por su hijo y practica la solidaridad
lunes 13 de julio de 2020 | 1:00hs.
Jeremías y Liliana en su precaria vivienda en barrio Manantial esperan la solidaridad de la comunidad.
Por Silvia Godoysociedad@elterritorio.com.ar
Y su madre, mientras busca mejorar la calidad de vida del chico, pone en práctica la solidaridad que solicita a la comunidad y cocina en el comedor barrial que asiste a gran cantidad de vecinos.
“Me gustaría tener una silla motorizada para andar solo y que mi mamá no tenga que hacer tanta fuerza conmigo, también una Play para jugar con mis hermanos, no tengo muchos amigos todavía”, contó. La realidad es que la silla que lo contiene ahora está bastante destartalada, las ruedas gastadas no se desplazan con fluidez y se descompusieron los frenos. A su vez, como es una silla para una persona adulta, la estructura es incómoda, le fuerza la postura y le lastima los codos.
El chico no está escolarizado, tampoco tiene atención médica. Vive con su familia en el barrio Manantial, de Posadas, en condiciones muy precarias, lo que motivó que su madre Liliana Sotelo se anime a exponer sus necesidades con la esperanza de obtener alguna respuesta solidaria a sus muchos problemas.
La mujer de 30 años es madre de Valentina (14), Jeremías (12), Milagros (8), Alexis (5) y Nemías (2) y debe llevar adelante su hogar sola, lo que no es nada sencillo en el contexto de crisis económica agravada por la cuarentena.
Liliana explicó a El Territorio que ella vino de Luján, Buenos Aires, en diciembre, con todos sus niños a pasar las fiestas en casa de su madre: “Yo trabajaba en Luján, soy de Buenos Aires y mi mamá es misionera, así que siempre viví acá y allá, donde había trabajo estaba, pero ahora, sola con los chicos, es más difícil moverse, yo siempre fui sola con mis hijos”.
En la construcción familiar emplazada sobre calle Vivanco, la madre de Liliana le cedió un espacio para que se acomode con sus chicos. Si bien es un techo, el espacio no es el adecuado ni el más cómodo para el desarrollo del niño con discapacidad motriz.
“Yo sólo vine con un televisor y algo de ropa porque veníamos por el verano, los chicos no tienen zapatos ni abrigos. Ahora no tengo trabajo y estamos sobreviviendo con los salarios y la pensión de Jere. Pero yo necesito un trabajo, aunque sea una changa para hacer mejor mi casita, comprar útiles escolares, cosas para ellos”, confió.
Mudanza
“Allá ya estaba teniendo algunos problemas porque había una jovencita que le molestaba a mi hija, y yo no estaba mucho en casa porque trabajaba muchas horas, entonces también nos fuimos quedando y después vino la situación de la cuarentena”.
Buscó escuela y pudo ingresar a las niñas a un establecimiento en el barrio y al pequeño Alexis al Neni, pero no logró obtener un banco para Jeremías. “Él iba a una escuela especial y acá no conseguí lugar y después como no hay clases presenciales, no pude seguir buscando. Tampoco pude llevarlo al médico porque no hay turno y él necesita que le vea un neurólogo, era paciente del Hospital Garrahan en Buenos Aires, pero acá no tiene doctor todavía”, sentenció.
Vocación de ayudar
“Ayudo a cocinar y también con eso comemos en casa. Es linda esta tarea de ayudar, pero también necesito un empleo con el que pueda tener mejor a mis hijos”, expresó.
“Para ir en colectivo tengo mucho problema porque me quieren cobrar el boleto y porque la silla, como no tiene freno, se va para todos lados mientras llevo a Jere upa”, expuso la mujer sobre las cotidianas luchas que emprende.