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Perpetua para la madre que mató a su hijo de 38 puñaladas

domingo 04 de noviembre de 2007 | 2:00hs.
Nilda Ester Valiente tenía 38 años cuando cometió el acto más atroz de su vida; el crimen de su propio hijo, un niño indefenso de un año y siete meses.
La historia criminal recuerda el hecho como uno de los más espeluznantes de Posadas. Ocurrió el 2 de enero de 2005.
La semana pasada Valiente confesó su responsabilidad penal y fue condenada a prisión perpetua en un juicio abreviado celebrado entre la fiscal del Tribunal Penal Uno, Liliana Mabel Picazo, y el defensor oficial Ricardo Venialgo.
Para algunos debería pasar el resto de sus días encerrada en un calabozo. Otros, seguramente, dirán que la perdone Dios.
Los más ortodoxos irán más allá y dispararán que pudo haber zafado de la Justicia mundana pero no de la Justicia Divina.
Y quizás no sea para menos. El frío informe forense estableció que Sebastián Gabriel Valiente  falleció por “asfixia compresiva”.
Al parecer, su rostro fue presionado contra el suelo fangoso de una cancha de fútbol, situada en avenida Marconi, hasta que dejó de respirar.
En ese lugar, emplazado entre la avenida Trincheras de San José y calle Vicente Casares, la Policía halló el cuerpo, sumamente maltratado.
Ni el más experimentado de los investigadores pudo ocultar su congoja al ver al pequeño sin vida. Y no era para menos. El primer parte médico estableció -y luego lo iba a corroborar la autopsia- que el niño presentaba “lesiones punzocortantes múltiples (38 a 40 aproximadamente)”.
El crimen ocurrió el 2 de enero de 2005, pero el cadáver fue hallado al día siguiente. 
Nilda Ester Valiente se confesó culpable la semana pasada pero no fue esa la postura que adoptó en la causa desde un principio.
Al contrario, durante la etapa de instrucción intentó inculpar del crimen a su entonces concubino y padre de Sebastián Gabriel, llamado Víctor Alfredo González, por aquel entonces de 25 años.
Sin embargo, la Justicia dictaría luego la falta de mérito de González, por lo que recuperó la libertad.
Nilda Ester, por su parte, correría otra suerte. Terminó procesada por el delito de “homicidio calificado por el vínculo, el ensañamiento y la alevosía”.
La secuencia de los hechos estableció que la mujer, que además del niño al que dio muerte tenía otros tres hijos, producto de una relación sentimental anterior, había planificado el crimen con una frialdad asombrosa.
La noche del 2 de enero de 2005 se presentó en la comisaría seccional Cuarta donde denunció que González se había ido a eso de las 18.30 con su hijo Sebastián Gabriel y que no había regresado hasta ese momento.
Eran las 22.55 cuando radicó la exposición.
Valiente y González alquilaban una habitación en calle Lanusse 375. Justamente, de este lugar la mujer aseguró a los uniformados que su concubino llevó a la criatura.
Al día siguiente volvió a presentarse en la misma dependencia policial, asegurando que otra persona había visto la noche anterior a González, debajo del puente que atraviesa el arroyo Vicario, en la avenida López Torres.
Una patrulla policial se trasladó hasta ese lugar con Valiente y encontró ropas con manchas de sangre, supuestamente de González.
Con el devenir del tiempo se comprobó que el escenario fue montado por la mujer, al mismo tiempo que el cuerpo de Sebastián Gabriel era hallado en la cancha de fútbol situada en avenida Marconi, entre las arterias Trincheras de San José y Vicente Casares.
El relato de varios testigos, que posibilitó una reconstrucción pormenorizada del hecho, y las pericias de la Policía Científica fueron cerrando el cerco en torno a la sospechosa.
El juicio oral en el que se iban a ventilar detalles del horrendo homicidio estaba previsto para mediados de este mes, en el Tribunal Penal Uno. Sin embargo, la acusada reconoció su responsabilidad en el hecho y cerró una de las historias más macabras de la historia criminal en Posadas.