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Paradigmas que rompieron las reglas y abrieron el juego

domingo 20 de septiembre de 2020 | 5:00hs.
Paradigmas que rompieron las reglas y abrieron el juego
En el 2002 la fiesta estudiantil se mudó a la costanera posadeña.
En el 2002 la fiesta estudiantil se mudó a la costanera posadeña.
Agustina Rella

Por Agustina Rella sociedad@elterritorio.com.ar

“Más allá de las rivalidades es una fiesta hermosa, que contiene muchos sentimientos y emociones. Es una sensación única. Hoy tengo sobrinos adolescentes y les digo que traten de disfrutarla”, entendió el comerciante Alejandro Germanovicz sobre la Estudiantina, donde fue director de banda de música del Nacional (Martín de Moussy) en 2006 y 2007. La banda se convirtió en su familia y alertó que se hizo mucho hincapié en la unión.

En coincidencia, Guido Ramírez, egresado en 2009 del Janssen, subrayó que desde afuera se resalta la competitividad (hoy en primera plana de las redes sociales) pero desde adentro hay una comunión que sobrepasa banderas escolares. “Yo por ejemplo en mis años de Estudiantina perdí siempre con ‘La Industrial’ y tengo mucha amistad con esos chicos de ‘La Indu’, como que se crea ese lazo. Afuera se ve la competencia pero por dentro se crea una amistad que perdura y después te olvidás de los colores de cada escuela”, reflejó quien fuera director de banda de música del Janssen en 2008 y 2009.

En tanto, Germanovicz también ilustró la fraternidad dentro de cada establecimiento: “Cuando nos tocó dirigir con mis otros tres compañeros, unos iban a la mañana y otros estábamos a la tarde y se trabajó mucho para terminar con esa ideología de la diferenciación entre los turnos. En 2006 salimos terceros pero en una reunión de cierre que tuvimos, hubo un abrazo espectacular, literalmente entre toda la banda y ahí nos dimos cuenta de que ganamos más que un primer puesto. Que los chicos se abracen, se digan ‘te voy a extrañar’, algunos con lágrimas en los ojos... Eso hace la Estudiantina, esos sentimientos que a veces de afuera no se ven, es lo que vivimos nosotros”.

Y en ese juego de roles, donde a algunos les toca dirigir a sus pares, a otros respetar a los de años superiores, donde hay que ponerse de acuerdo, trabajar en equipo, es donde también se abre el juego a la solidaridad, la empatía, la integración, más allá de las aptitudes ganadas.

La Estudiantina es el lugar de expresión y crecimiento para los adolescentes que se mantiene vigente hace más de 70 años.

Sosteniendo que más allá de los prejuicios, la fiesta es una responsabilidad y conlleva un gran esfuerzo conjunto, Walter Lezcano (WallyLez, para los amigos) remarcó que “lo bueno que tiene es que siempre trata de dejar un mensaje”. Egresado en 2018 de la Epet 1 (‘La Industrial’) afirmó que es un mito que debido a la Estudiantina baje el rendimiento académico. Hoy como estudiante de Ingeniería en Materiales en La Plata, alegó que él mismo lo comprobó y gracias a que logró mantener un alto promedio mientras disfrutaba bailar, “fue una de las mejores experiencias de la secundaria”.

“Te da capacidad de liderazgo, de trabajo en equipo, de debate. Y la capacidad de inclusión e integración.Yo en lo personal rompí un poco la estructura en la Industrial”, dijo quien decidió participar del cuerpo de baile de esa institución, a pesar de que todavía se lo consideraba más para mujeres.

“La inclusión e integración se fomenta muchísimo, en líneas generales. La Estudiantina hace que te integres, que incluyas gente sin límite, sin fronteras. Eso está buenísimo más actualmente que estamos viviendo muchos cambios de paradigma y para la formación personal de los chicos que en esa etapa están transitando la adolescencia y la transformación de salir de esa etapa para encarar otro mundo, el de la facultad o laboral que es totalmente distinto”, cerró.

Ramírez, que hoy estudia Ingeniería Civil y se desempeña laboralmente en el rubro en Posadas, sintonizó con esta idea. “Para mí es muy clave la expresión. En su momento había una serie de reglas que intentamos romperlas y hoy festejo viendo que los chicos pueden ser parte del cuerpo de baile, que las chicas son directoras de banda. Eso demuestra un avance en la cultura”, sumó.

“Cuando era director (Janssen 2009) no se podía hacer tocar a las chicas otro instrumento que no fuera la cajita y yo tenía una amiga  (Paula Pegoraro) que era muy buena tocando el redoblante. Preferí romper con eso y que me miren mal pero tener a una persona que se pudiera expresar, que lo hacía bien y que ayudaba en mi banda de música. Paula entró en redoblante y fue una de mis pilares. Así muchísimos casos en otras escuelas”, contó. “Hoy festejo cuando veo en el Janssen directoras de música mujeres o chicos como directores de cuerpo de baile o comparsistas. Me encanta y eso es un mensaje o una imagen de lo que te da la Estudiantina”, reflejó quien también decidió romper con la estructura institucional de modificar el uniforme. Contra toda regla, Guido pintó toda la espalda de su camisa de grafa con el escudo del colegio y casi fue expulsado. Al explicar que quería de esa manera reflejar, con respeto siempre a las otras escuelas, su amor por el Janssen, no sólo le permitieron pasearse con la camisa pintada, sino que casi cual leyenda, la misma prenda vistió a directores de banda del Janssen durante varios años.

Los tres jóvenes adultos coincidieron en que hoy, desde una distancia prudente, reconocen el valor de las enseñanzas vividas en esa etapa adolescente de baile, música, creatividad y la resignifican con importancia.

“Es un mundo de fantasía, un mundo hermoso que está lleno de sentimientos y es una fiesta única, una de las mejores etapas de la adolescencia”, sentenció Alejandro, que al llegar de Iguazú se dio cuenta de que la fiesta posadeña se vivía “como una materia más”.
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