Nueve policías presos por la muerte a golpes de un hombre en un albergue

Carlos Raúl Girula (33) fue detenido después de incidentes en un motel. Llegó muerto a la comisaría por golpes.
domingo 20 de julio de 2014 | 0:00hs.
Secuestrado.
Secuestrado.

De sangre volvió a teñirse un procedimiento policial en la madrugada de ayer, que tuvo de participantes a nueve agentes, tres de la Comisaría Decimotercera y seis del Comando Radioeléctrico Uno, quienes quedaron detenidos por la muerte a golpes de Carlos Raúl Girula de 33 años.
El albañil se resistió a ser detenido dentro de un motel de la avenida Andresito y Santa Catalina, del cual presuntamente, pretendía irse sin pagar 104 pesos por el consumo de bebidas alcohólicas dentro de la habitación que alquiló junto a una mujer.
Girula de 1,88 metros de altura y alrededor de 100 kilogramos, protagonizó un confuso episodio dentro del albergue transitorio, donde llegó con su Renault 19, acompañado por dos amigos y dos presuntas prostitutas.
Alquilaron dos habitaciones, una en la que se alojó Girula con una de las mujeres, en la restante las otras tres personas.
Al momento de retirarse y en estado de ebriedad, según adelantaron los investigadores, Girula se habría mostrado violento y desencajado por los poco más de 100 pesos que el conserje, Juan S., pretendía cobrarle.
Se inició una discusión fuera de las habitaciones, momento en que las mujeres y los amigos de Girula desaparecieron del motel caminando.
El conserje ante la violencia que manifestó Girula con amenazas y gritando que le abrieran el portón para irse en su automóvil, corrió hasta su oficina y se encerró para llamar a la Policía. Mientras esto ocurría, Girula a los golpes intentaba romper el vidrio para agredir al empleado.
A los pocos segundos arribó un patrullero de la Seccional Decimotercera, mientras Girula ya subido al Renault 19 buscaba salir marcha atrás por donde ingresó al motel, se negó a ser detenido.
La situación entró en ebullición cuando la oficial a cargo de la comisión policial solicitó refuerzos al Comando Radioeléctrico. Se sumaron tres móviles, los Chevrolet Corsa 3258, 3451 y 3453, y entre los nueve uniformados forzaron el descenso del rodado a Girula, lo esposaron y subieron a la camioneta Toyota Hilux (móvil 3423) de la Decimotercera.

Sospechas
De acuerdo a la versión brindada por la Policía, el traslado hasta la comisaría fue normal. Cuando intentaron bajarlo y llevarlo a la celda, notaron la ausencia de signos vitales e interpretaron que murió producto de una infarto por la situación tensa y el consumo de alcohol en exceso.
El hecho se registró a las 3.40 de la madrugada, y al notificar a la Justicia, las sorpresas comenzaron a desencadenarse.
Más aún cuando el informe preliminar de la autopsia le confirmó al juez de Instrucción Penal de turno, Marcelo Cardozo, que el hombre tenía golpes en distintas partes del cuerpo, pero que las letales resultaron ser, las que le rompieron las costillas y le perforaron los pulmones.
De esta manera la muerte fue por el aplastamiento del tórax, y esto habría ocurrido por una impiadosa tunda de golpes de puño y patadas ejecutadas sobre un cuerpo que no podía moverse porque estaba esposado, que también quedaron en evidencia sobre el rostro de Girula.
Mientras los forenses analizaban el cadáver, en la Comisaría Decimotercera las sospechas de los apremios tomaban mayor fuerza, primero porque entre los policías que intervinieron, al menos dos tenían los puños lastimados, señales de haber golpeado al sujeto.
Cuando el juez y sus ayudantes inspeccionaron la Toyota Hilux, notaron que la caja había sido lavada, al igual que parte del cuerpo de Girula antes de ser trasladado a la morgue.
A partir de ese instante, las decisiones del juez Cardozo fueron tajantes y rápidas: ordenó la detención de todos los policías que intervinieron en la detención de Girula y el secuestro de los cuatro móviles de las dependencias intervinientes.
A su vez, el escándalo resonó en la Jefatura de Policía, desde donde se dispuso el pase a disponibilidad del jefe de la Unidad Regional Uno, David Santiago Amaral, del segundo jefe de la Comisaría Decimotercera, y dos   máximos responsables del Comando Radioeléctrico Uno.
Fueron los primeros coletazos que se conocieron al mediodía. Durante la tarde, la labor de investigación del hecho quedó en manos de los profesionales de la Secretaría de Apoyo en Investigaciones Complejas (Saic), quienes iniciaron las primeras labores de campo en la comisaría del barrio Guazupí.

Pericias
Una de las pericias clave se esperaba concretar al cierre de esta edición, y correspondía al testeo con reactivo luminol a los móviles secuestrados, para determinar, o estimar, la gravedad de los apremios.
También intentaban desentrañar las responsabilidades del hecho que le corresponderían a cada uno de los nueve detenidos, a saber, quién o quiénes lo golpearon para que muriera, y quiénes podrían incurrir como partícipes necesarios del hecho.
En cuanto a los resultados que restan producirse respecto a la labor forense, el estudio toxicológico al cuerpo de Girula es clave.
De acuerdo al testimonio del conserje, el hombre se movió dentro del motel con una sorprendente violencia, marcada por las acciones de una persona enfurecida, pero en estado de ebriedad avanzado se negaba a pagar la suma que le era reclamada: dos botellas pequeñas y una mediana de whisky, entre otras bebidas.
También se sospecha que podría haber consumido algún tipo de estupefaciente y que la mezcla con el alcohol lo irritó en modo desmedido.


En octubre del año pasado, el joven fue detenido por el comaNdo radioelÉctrico a la salida de un boliche
En la misma comisaría fue  hallado colgado Ricardo Sosa
Desde la Comisaría Decimotercera no aportaron detalles sobre las circunstancias del procedimiento que derivó ayer en la muerte de Girula. Argumentan que lo que pasó a la madrugada "sólo lo saben los efectivos" intervinientes"

POSADAS. Hace poco más de tres meses El Territorio publicó un informe sobre los casos de violencia y muertes dentro de las comisarías misioneras. Se recordó el caso de Ricki Sosa (28), quien en la madrugada del 5 de octubre de 2013 fue detenido frente a un local bailable y trasladado a la Comisaría Decimotercera, donde una hora más tarde fue hallado muerto, presuntamente ahorcado.
Ayer, la misma comisaría volvió ser protagonista de otro importante revuelo. Cerca de las 3.40 los efectivos debieron intervenir en un motel de la ciudad alertados por la presencia de un enfurecido cliente, identificado como Carlos Raúl Girula, de 33 años, quien se resistía a pagar por los servicios obtenidos. Tras varios incidentes, el hombre logró ser reducido por los policías, pero llegó muerto a la comisaría.
El caso está siendo tratado con hermetismo y cautela, y la incertidumbre reina en el ambiente policial por estas horas. Hasta el momento hay nueve efectivos y cuatro jefes policiales detenidos por la investigación.
Desde la comisaría involucrada indicaron que lo que pasó entre las 3.40 desde el motel y hasta que llegaron a la sede policial, sólo lo saben quienes estuvieron presentes en el prodecimiento.

Conmoción y trascendidos
La trascendencia que tomó lo sucedido en pocos segundos quedó evidenciada en la detención de los nueve policías, tres de la Decimotercera y seis del Comando Radioeléctrico, más los cuatro pase a disponibilidad en las filas de autoridades de la Unidad Regional Uno, entre ellos el desplazamiento del jefe, David Amaral, experimentado cuadro de la fuerza destacado por su capacitación y eficacia contra los delitos de trata de personas, por ejemplo.
Para los actuales compañeros de tareas de los seis detenidos del Comando Radioeléctrico, lo sucedido dejó en evidencia lo que temían podría ocurrir, que los procedimientos para la aprehensión de contraventores o infractores de cualquier situación deriven en un herido grave o, como en el caso de Girula, en un fallecimiento.
"Se les va la mano, saben que no pueden golpear a un detenido, igual no miden las consecuencias", fue uno de los comentarios frente a la Comisaría Decimotercerea de uno de los investigadores consultados.
 En tanto, colegas de los detenidos coincidieron en que no fue un infarto lo que sufrió Girula en su traslado esposado hasta la dependencia policial.
"Algo más pasó, y si se les fue la mano para lograr reducirlo y detenerlo, los vamos a lamentar todos, pero la Justicia es la que dispone en estos casos", admitió una agente consultada por este medio.
En cuanto a las primeras impresiones de los pesquisas del Juzgado de Instrucción Penal de Marcelo Cardozo, el caso los conmocionó porque hay sospechas de que además de la concreción de los apremios, hubo un intento por borrar huellas de la muerte, por ejemplo, al lavar la caja de la camioneta en la que fue trasladado Girula.
Para voceros experimentados, lo sucedido se transformó en un escándalo de una gravedad mayúscula. "Se llama a la Policía para que no haya que lamentar una muerte o se prevenga o reprima un delito, y lo que se termina produciendo es una golpiza sangrienta", remarcaron.


Wasyluk y otras víctimas en las comisarías
OBERA (Corresponsalía). El caso de Hugo Miguel Wasyluk (38), hallado muerto el 27 de abril de 2011 en una celda de la Seccional Primera de Oberá, se convirtió en un ícono de la violencia institucional en la zona Centro.
Por el hecho fueron procesados trece policías y se aguarda la elevación a juicio oral y público. El cuerpo de la víctima presentaba múltiples golpes y excoriaciones, producto de un brutal castigo, además de lesiones en órganos vitales que desencadenaron la muerte por una hemorragia interna. La autopsia determinó que Wasyluk fue torturado con las esposas puestas y recibió patadas con borceguíes en la cabeza.
El castigo fue tal, que en sus últimos momentos de vida vomitó materia fecal y sangre. Lo más terrible fue que con sus últimas fuerzas les rogó ayuda a los policías, quienes desoyeron su pedido. Fue hallado muerto sentado en el inodoro de su celda.
Días antes, el chileno Maximiliano Sepúlveda (37) denunció que fue víctima de violación en la Seccional Primera con complicidad de policías que facilitaron el acceso a su celda de otro detenido. El caso tuvo amplia repercusión en medios nacionales y del vecino país. Días después, desconocidos balearon su casa.
En mayo 2012, el suboficial retirado de la Policía Federal Juan Manuel Parra (44) denunció ante la Justicia el mal accionar de efectivos de la Unidad Regional II que lo detuvieron en el marco de una investigación por robo.
A los pocos días fue liberado y comentó dichos de otros presos que afirmaron haber sido torturados por personal de la Brigada de Investigaciones.
En junio del mismo año, Celia Dos Santos (40) denunció penalmente a tres efectivos de la Brigada de Investigaciones por el supuesto secuestro, tortura y amenazas de muerte que padeció su hijo Luis Ángel Gómez (20) durante un procedimiento irregular. Dos Santos radicó una denuncia penal ante la Fiscalía, donde acusó de apremios a los policías “Núñez, Genesini y Arenhardt”, según mencionó.
En noviembre, un joven denunció por apremios ilegales y amenazas de muerte a dos efectivos de la comisaría de Colonia Guaraní, a quienes acusó de haberlo torturado colocándole una bolsa plástica en la cabeza y de golpearlo hasta dejarlo inconsciente. 
Diego Gómez (18) fue detenido en estado de ebriedad y permaneció detenido cuatro días, lapso en el que no ingirió alimentos ni pudo ver a su familia.
En octubre de 2013, tres policías, entre ellos una mujer que se desempeñan en la Seccional Primera de esta localidad, fueron denunciados penalmente por apremios ilegales hacia un joven discapacitado. La cúpula de la Unidad Regional II reconoció la gravedad de los hechos e inició una investigación interna.
Ese mismo mes, Julia Núñez (45) denunció que efectivos de la Seccional Segunda detuvieron como sospechosos a su hijo de 19 años y a un sobrino menor de edad, a quienes golpearon, amenazaron y hasta le cortaron el cabello al mayor.
En noviembre,  Julio César “Cacho” Recalde, conocido conductor radial e integrante del Polo Obrero, denunció que la Policía habría fraguado una causa en su contra sólo porque acompañó a un padre que pretendía ver a su hijo, detenido en la Seccional Segunda de esta localidad.
En febrero de este año, el prefecto Mathia Sampayo (22) fue detenido, golpeado y amenazado por efectivos del Comando Radioeléctrico de la Unidad Regional II.